viernes, 5 de abril de 2019

El dudoso valor de la arquitectura

A mi amigo de Seseña cuyo nombre no he de decir,
y a mi amigo David García-Asenjo. Entre los dos
provocaron mi visita a un edificio que merece la pena.


Uno de mis mejores amigos... (No sé qué decir de él, ni cómo presentarlo. Es una persona compleja, como todos nosotros. Y está lleno de contradicciones, como todos nosotros).
Ha pasado unos días inquieto y algo angustiado. Ha estado rozando una crisis de ansiedad o, por decirlo en términos científicos, un jamacuco.
En fin; ya os imaginaréis: Hijos, salud, problemas varios... La vida.

El caso es que, aunque no es una persona creyente, el otro día me dijo de sopetón que quería ir a misa.

A mi edad yo ya no estoy ni por juzgar a nadie ni por sorprenderme (y no digamos escandalizarme) por las incoherencias e inconsistencias de nadie, y mucho menos por las de mis amigos. Pero lo que hice fue aprovechar que el Pisuerga pasaba por Valladolid para llevarme todo el agua que pudiera a mi molino.

Vi simultáneamente varias cosas: Que mi amigo, aunque no es arquitecto, no es reacio a la arquitectura moderna, y en más de una ocasión me ha demostrado que la sabe apreciar. Que acababan de emitir en la 2 el episodio de Escala Humana dedicado al espacio sagrado, y que en él salía mi amigo David García-Asenjo Llana hablando de una iglesia que yo tenía muchas ganas de conocer desde hacía tiempo, y ya con lo que dijo en la tele me urgió a ir. Que el sábado por la tarde-noche no tenía ningún plan y estaba disponible del todo.

Así que le propuse a mi amigo que fuéramos juntos a Rivas Vaciamadrid, que no nos queda lejos, y oyéramos misa en la parroquia de Santa Mónica. (Bueno, que oyera misa él mientras yo miroteaba y zascandileaba un poco por ahí). Le pareció muy bien con tal de que selláramos la sesión cenando unas cervezas y unas raciones variadas después de misa.

Hecho.


Llegamos cuando empezaba a anochecer. Es una urbanización en la que, al menos un sábado a esa hora, se aparca con facilidad. Nos bajamos del coche y el áspero perfil de la iglesia nos amenazó.


No había visto imágenes nocturnas del edificio de Ignacio Vicens y José Antonio Ramos. Ya de día aparece feo y conminativo, pero de noche es aún más adusto.

No obstante, la gente entraba con paz y tranquilidad, con confianza e incluso con buen humor, así que nosotros también lo hicimos.



El interior es muy diferente al exterior. Por fuera, ya lo he dicho, es agresivo, desapacible, acre, con sus picos desaforados, su acero cortén, sus luces desabridas. Pero por dentro es muy acogedor, muy dulce, muy tranquilo y sereno, muy agradable en todo.


No sé por qué, incluso después de haberlo visto en fotos y por la tele, había creído que los picos de la fachada daban a la parte trasera de la nave, y que el retablo abstracto era más plano. Es decir: No había sabido integrar los entrantes y salientes del fondo del altar con los pinchos de fuera.
Por eso al entrar me llevé una sorpresa, y sentí no haber ido por la mañana. Repetiré.
Porque por la mañana tiene que entrar la luz por esos huecos de delante, inundando el altar. Dios es luz. El efecto tiene que ser muy bueno.
(Que conste que por la noche, con la iluminación artificial, el ambiente estaba también muy bien).

En ese hermoso retablo de color blanco y amarillo-vainilla hay dos esculturas tremendas, de Javier Viver, que representan a la Virgen María y a Santa Mónica. La primera es como una flor rómbica de pétalos profusos y apretados (los pliegues de la ropa), de entre los que salen las manos, la cara y los pies de forma muy hermosa y al mismo tiempo muy sorprendente. La segunda no sé si está cayendo, si está volando o qué, y es, al contrario que la Virgen, una forma desatada, desequilibrada y descontenida, también abstracta de ropas y también con manos y cara aisladas entre los pliegues.
La distribución asimétrica de las imágenes en ese asimétrico retablo es muy equilibrada.

Empezó la misa. Estuve con mi amigo apenas tres o cuatro minutos y le dejé que siguiera con ella mientras yo me di a la exploración.

Subí al coro, que no lo es, o al menos no solo lo es, sino que forma una nave sobreelevada con varias filas de bancos y en la que había bastante gente: parejas jóvenes con niños pequeños. (Se ve que ahí no molestan tanto los críos y así sus padres están más tranquilos).
Desde allí se veía bien el altar, y se oía también muy bien. La sensación espacial era amplia y agradable.

Después salí y rodeé la iglesia y las oficinas parroquiales dentro de la parcela. El aspecto volvía a ser duro, al menos a esas horas y con esa luz.



Durante ese paseo exterior estuve tonteando en twitter, poniendo fotos en directo de lo que iba viendo, y el propio David García-Asenjo, quien había sido el detonante de mi visita, me escribió: "No te pierdas la Capilla del Santísimo". "Ok", le contesté.

[Los intrépidos y audaces arquitectos exploradores a veces contestamos "Ok". Somos así].

Volví a entrar, buscando la capilla. Pasé por delante de ella y ni me enteré, porque creí que se entraría desde la nave principal. (Se ve que en esta iglesia siempre me oriento al revés). Así que me volví a sentar con mi amigo. Miraba para todas partes, y no la veía. ¿Estaría allí, al fondo, en el retablo? Una puertecita lo sugería, pero no veía yo la manera de entrar. Si me lo había dicho David es que sí que se podía visitar. Tal vez al acabar la misa pudiera pasar allí.

Quedaba aún un rato, así que volví a salir. Miraba a todos lados, a ver si estaba la capilla por allí. Y entonces la vi en el mismo vestíbulo de entrada, con un letrero así de gordo. (Si es un toro me come. Bueno; me embiste. Bueno; lo que sea).

Entré en silencio. No había nadie. Qué paz.



Tenía unas curiosas pinturas en las paredes (luego me he enterado de que son de José Manuel Ciria y representan la creación) y en la parte alta de estas había una banda horizontal de vidrio que daba a la nave principal y por la que entraba la luz. Tenía un altar preparado para oficiar de forma independiente.
Ya digo que no había nadie. Estuve sentado un rato. Se oía perfectamente la misa en la nave principal.

Pocos minutos antes de terminar me volví a sentar con mi amigo y salimos juntos.

-¿Qué tal? -le pregunté- ¿Te ha gustado la iglesia?
-Sí. Está muy bien. Pero no me ha hecho el efecto que yo quería.
-¿Y eso?
-No sé. No te lo sé explicar. Pero no.

No quise insistir por el momento. Después, tomando unas cervezas y unas raciones en la Taberna Rodri, le volví a preguntar.

-¿Entonces no te ha gustado?
-Psí.
-Pero no te ha servido.
-La iglesia es muy bonita. Me ha gustado. Pero la misa... No. No he encontrado lo que esperaba. No ha estado mal, pero me he sentido muy frío.
-¿Te habría gustado más una iglesia más tradicional?
-No lo sé. Arquitectónicamente es probable que no, pero creo que habría estado más cómodo y más tranquilo.
-Pues vaya.

Precisamente lo que yo quería era comprobar cómo la buena arquitectura es más... Es...

¿Para qué sirve la arquitectura?


TO BE CONTINUED.

2 comentarios:

  1. Debe de ser un edificio curioso, pero de día. Las fotos nocturnas asustan. Me supongo, David, que ésta iglesia y otras coetaneas será el tema de nuestro libro. Me alegro, hay que ver algo nuevo, por lo menos para criticarlo. Un abrazo. SINDO.

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    1. Las fotos están hechas con mi teléfono. Son muy malas. Pero la sensación de susto creo que es bastante aproximada a la que se siente en directo. De día no lo conozco (aún), pero por las fotos que veo también tiene lo suyo.
      Creo que es voluntario lo de ser agresivo por fuera y acogedor por dentro. (Las fotos del interior sí que son malas y no le hacen ninguna justicia).
      Espero con ansia el libro de David, que lo sabrá explicar muy bien y me hará caer en intenciones y detalles que no he tenido en cuenta.
      Muchas gracias por el comentario.

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