viernes, 5 de enero de 2018

Summers y Shakespeare

Yo no sé si los más jóvenes conoceréis a Manuel Summers. Bueno, los más jóvenes no conoceréis ni a su hijo David, el de Hombres G. Pero para eso me tenéis a mí. Yo os lo cuento.
Manuel Summers fue un humorista irlandés-sevillano. Hacía películas y chistes gráficos, y también salía en tertulias radiofónicas y televisivas hablando de todo un poco (vamos, de política) con ese tonito de señorito-andaluz-simpático-derechista-facha-gracioso que hemos visto y seguimos viendo en unos cuantos personajes muy populares.

A mí me caía bien. Tenía humor, y todo el que tiene sentido del humor me cae bien.

Yo lo traigo hoy aquí como cineasta -tal vez su vocación primera y más auténtica y, con todos los éxitos que tuvo, fracasada- porque los arquitectos trabajamos por encargo y para los gustos de nuestros clientes, y a menudo nos debatimos entre lo que creemos que es bueno y tiene calidad y lo que nos piden que hagamos. Porque sí: Abundan los clientes que no quieren buena arquitectura. Eso hay que reconocerlo. Y en eso Manuel Summers me sirve de guía por lo que diré ahora.

En el año 1963, a sus veintiocho años de edad, dirigió su primera película: Del rosa al amarillo. La vi hace mucho tiempo y me produjo una muy extraña sensación. Eran dos historias de amor: una entre dos adolescentes casi niños y la otra entre dos ancianos.

Fotograma de la película Del rosa al amarillo.

No la recuerdo demasiado bien, pero sí que me acuerdo aún de toda la cursilería de esas dos historias y de una sorda sensación de fracaso, de ridículo, de melancolía y de dolor. Las sensaciones son duraderas porque creo que estaban muy bien armadas y contadas. La película no era una maravilla, pero sí una opera prima más que interesante y prometedora, que tenía eso tan difícil: una visión propia, una manera personal de ver las cosas y de contarlas. Prometía muchas cosas buenas para un futuro.

A esa película la siguió el año siguiente La niña de luto, otra película que recuerdo y que también me acongoja y me desasosiega. Trata de una chica que no puede ver a su novio porque va empalmando una serie de lutos rigurosísimos que les amargan la juventud y la vida a ella y a él.

El joven Manuel Summers hizo alguna otra película muy estimable y sí: ganaba algún premio que otro, tenía buenas críticas, pero no terminaba de triunfar.

Vio que esas historias sensibles y sutiles no triunfaban e intentó dar los brochazos algo más gordos. En 1971 dirigió Adiós, cigüeña, adiós y con ella sí dio el pelotazo. Los jóvenes no os lo podéis imaginar, pero en aquella época (yo tenía once años) no existía educación sexual de ningún tipo, y todo era secreto y misterioso hasta unos niveles inconcebibles.
Pero a lo que iba: Se salió de la línea de humor negro dentro de un neorrealismo sórdido y se abrió a lo comercial, tocando un tema muy goloso. Fue tal el éxito que a los dos años hizo una inesperada y estúpida segunda parte: El niño es nuestro, que también funcionó muy bien y le dio más fama y más dinero.
En 1982, ya despendolado, hizo To er mundo é güeno, una película a base de bromas con cámara oculta a gente que pasaba por allí. Y la lio tan gorda que en ese mismo año hizo una segunda parte: To er mundo é... mejó. (Total, era tan fácil...). Y como el éxito seguía, volvió en 1985 con la tercera: To er mundo é demasiao.

Por si esto no fuera ya una barbaridad que sonrojaría a cualquiera (pero Manolo Summers no se sonrojaba), en 1987 y en 1988 dirigió sendos bodrios para el grupo musical de su hijo, los Hombres G. Los engendros se titularon como dos de las canciones del grupo: Sufre, mamón y Suéltate el pelo. No fueron ni mejores ni peores que tantas otras horribles películas de circunstancias hechas con el piloto automático para que el grupo de moda del momento cante sus canciones y alegre a sus fans; todo ello barnizado con una excusa argumental tan imbécil que haría meterse en un agujero a un mono de Gibraltar. Fueron éxitos comerciales que, como todos los de esa ralea, algún espíritu piadoso debería destruir. (Sobre todo por el bien de los músicos protagonistas de tales atrocidades y de los actores de carácter que salen siempre de relleno pisoteando su talento y su oficio).

Las dos primeras películas, Del rosa al amarillo y La niña de luto, no son obras maestras, pero sí son dos prometedores tanteos primerizos, que auguran lo que podría haber sido una digna carrera cinematográfica que tal vez en la madurez sí nos hubiera dado alguna película ya muy buena. Porque, como he dicho, creo que había madera para ello.
Pero de los buenos tanteos primerizos no se vive, y ya se vio que los premios en festivales y las críticas positivas no daban para nada.

Los arquitectos trabajamos por encargo. Nuestras obras tienen que ser comerciales porque tienen que complacer a quienes las encargan.
Y siempre estamos con lo mismo: ¿El cliente es el que manda? ¿Se le debe complacer siempre? ¿Qué hacer cuando el cliente es refractario y hostil a la calidad arquitectónica? ¿Puede haber una arquitectura que sea comercial y buena? ¿Está reñido lo comercial con la calidad artística?
Sabemos que no. Cientos de grandísimas películas, novelas, obras de teatro, piezas musicales y... y de todo nos lo confirman. Y todo eso certifica que hay mucho público culto e inteligente que valora las obras comerciales bien hechas.
Pues sí, pero que nos lo digan a los arquitectos de chalet adosado o de apartamento playero, y que se lo digan a Summers, que no tuvo la suerte de que sus obras mejores gustaran tanto como las peores. Yo pienso mucho en Summers. No es que yo tenga ni mucho menos su talento; qué más quisiera yo; es que me impresiona cómo un creador es capaz de dar la vuelta, tragarse los mocos y buscar otros caminos cuando el suyo inicial no le lleva a buen fin. Yo respeto mucho esa decisión. De verdad. (De hecho, salvando todas las distancias, es lo que llevo haciendo toda mi vida. Y creo que todos lo hacemos en mayor o menor medida).

Y en el otro extremo de Summers (y en esa misma línea) veo a Shakespeare.

Shakespeare se pasó la vida, como todos los escritores de la época, pidiendo limosna a algún noble. La limosna del mecenazgo, del encargo, de la toma a su servicio... de lo que fuera.
Pero en algún momento se hizo empresario teatral, con compañía y teatro propios.
Además era un hombre ávido de dinero. Y lo ganaba bastante bien con sus obras.
Esto quiere decir que lo que escribía lo hacía para tener éxito, para que el teatro se le llenara.

Efectivamente, los argumentos de sus obras no pueden ser más retorcidos, absurdos y truculentos, al gusto de la plebe. Pero no deja de pasmarme cómo utiliza el lenguaje, cómo escribe para un público analfabeto en su mayoría. Y cómo, a pesar de la zafiedad de sus historias, ha ascendido a lo más alto del Olimpo de la historia de la literatura universal.

Veamos por ejemplo una de sus obras más tontas y más exitosas: Romeo y Julieta. Romeo y Julieta son dos jóvenes que se aman profundamente pero que pertenecen a dos familias enemigas. (Ya tenemos tema de culebrón). La fatalidad (con algunas casualidades y desgracias inverosímiles ya hasta lo macabramente cómico) van liando la tragedia de tal manera que al final Julieta ve como única salida hacerse la muerta pero a base de bien, nada de chapuzas. Se toma un mejunje y se queda cataléptica perdida. Así salvará la boda -con otro- a la que la obligan sus padres, pasará el apuro y al despertar se reunirá con su amado Romeo.
Pero no creáis que le ha advertido a él de su plan. ¿Para qué? Así que Julieta está muerta para todo el mundo, incluido su amadísimo Romeo, que, roto de dolor, se suicida.
Cuando se le pasa el efecto del filtro, Julieta se despierta y descubre la que ha liado. ("La que has liao, pollito. Madre mía. La que has liao").


Ve lo que ha hecho su amado durante las vacaciones de su conciencia, se desespera por la tontería que ha hecho y se suicida también.

Una gilipolluá pero de las gordas. No se puede ser más tonto. Un argumento de traca.

Vale: Si me dicen que Shakespeare escribía estos culebrones para engatusar a un público muy primitivo que no daba más de sí me lo creo: Sé lo que es Tele5. Pero lo que es increíble es que, pensando en ese público tan cortito, Shakespeare no escribiera la desesperación de Romeo más o menos así:

¡Ay, mi Julieta! ¡Ay, que se ha muerto! ¡Dios mío! ¡Qué desgracia! [Llora y se arranca los cabellos de puritita rabia]. ¡Ay, por Dios! ¡Ay, Julieta! ¡Cagüenlaleche! ¡Así no merece la pena vivir! ¡Me mato!

Sino que lo hizo así:

¡Oh! ¡Amor mío! ¡Esposa mía! ¡La muerte, que ha saboreado el néctar de tu aliento, ningún poder ha tenido aún sobre tu belleza! ¡Tú no has sido vencida! ¡La enseña de la hermosura ostenta todavía su carmín en tus labios y mejillas, y el pálido estandarte de la muerte no ha sido enarbolado aquí! [...] ¡Ah! ¡Julieta querida! ¿Por qué eres aún tan bella? ¿Habré de creer que el fantasma incorpóreo de la muerte se ha prendado de ti y que ese aborrecido monstruo descarnado te guarda en esas tinieblas, reservándote para manceba suya? ¡Así lo temo, y por ello permaneceré siempre a tu lado, sin salir jamás de este palacio de noche sombría! ¡Aquí, aquí quiero quedarme con los gusanos, doncellas de tu servidumbre! ¡Oh! ¡Aquí fijaré mi eterna morada, para librar a esta carne, hastiada del mundo, del yugo del mal influjo de las estrellas!1
Y etecé.
Y etecé.
Y etecé y etecé y etecé.

Es fascinante cómo juega con las palabras, cómo las eleva y las infla. Y cómo las modula con tanto talento y tan poco pudor.
Ya digo que me imagino al público embobado, atrapado por la terrible historia, tanto más posesiva y arrebatadora cuanto más inverosímil, pero mecido al mismo tiempo por esa palabrería que dudo que entendieran completamente (dudo que nadie la haya entendido nunca completamente), pero que funcionaba, más que en un plano denotativo, en uno ambientador y evocativo. Gente más fascinada por un lenguaje que no entendía del todo (aunque sí en lo esencial, ya que no perdían el hilo de la historia) que por uno llano y conciso.

Y todo ello, ya digo, al servicio del éxito de público y del dinero, y teniendo como objetivo llenar el teatro un día tras otro.
En esto Shakespeare era idéntico a Lina Morgan, otra empresaria teatral de éxito, como él. Pero el público de ambos era diferente: El de la segunda, contra lo que pueda parecer, era mucho más culto, pero prefería los despatarres y el vocinglerío a las parrafadas líricas.


Ya digo que todo esto me desasosiega mucho. Arte comercial. Arte al servicio del cliente y del público. Yo, por edad, soy público de Manolo Summers y de Lina Morgan, pero ni entiendo a los ingleses del siglo dieciséis ni entiendo a los españoles del siglo veinte ni me entiendo a mí mismo.

1.- Traducción al español de Luis Astrana Marín.

3 comentarios:

  1. Una perfecta perspectiva global de mi carrera profesional (y la de muchos otros). perfectamente escrita, narrada y argumentada.

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  2. Me parece interesante la reflexión acerca del público de Shakespeare: puede que no entendiese del todo sus dotes literarias pero aceptaban su talento. Qué diferente esa postura a la del ciudadano medio ante la arquitectura contemporánea, pues su razonamiento suele ser "no lo entiendo ergo tiene que ser un bodrio".

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  3. No puedo evitar quedarme con la anécdota en lugar del fondo, Manolo Summers, tengo menos años que tú pero los suficientes para recordarle. Recuerdo vagamente ver La niña de luto en tv, mis padres se reían entre dientes, como que te ríes aunque no deberías. También Adiós Cigüeña, pero sobre todo me acuerdo vivamente de ¡To er mundo e güeno!, qué risa.
    Quizás el recuerdo infantil me despiste pero ¿no fue en aquel momento una comedia rompedora de alguna manera?, ya sé que reírse de los demás es más viejo que el hilo negro, pero creo que aquello fue original y moderno, al menos para aquella España.

    Y qué decir de sus historietas, esos personajillos de moflete sonrosado.


    Sobre el fondo del asunto, recuerdo que hace unos meses escribía algo parecido en mi blog refiriéndome a Mariano Ozores, que afirmaba que si hacía una película estupenda que no le gustaba a nadie, entonces sería un fraude. Lo cual es cierto y al tiempo no lo es. Un lío, vamos.

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