jueves, 6 de junio de 2024

Melancolía I

A mi compañero arquitecto, y amigo virtual
Javier Ricardo Simón Niño, por los comentarios
que he transcrito en la anterior entrada, que me han
inspirado para tratar aquí el tema de la melancolía.


Uno de los grabados más enigmáticos de Alberto Durero (y de cualquier artista, y de cualquier época) es el titulado Melencolia I.

Alberto Durero, Melencolia I

Como de lo que no se entiende es de lo que más se escribe, de este grabado hay páginas y páginas explicando nítidamente que no se entiende nada. (Hay que ver lo doctos y lo rimbombantes que nos ponemos todos para decir que no sabemos ni un pimiento). Por lo tanto yo, como aspirante a crítico sesudo, voy a insistir en señalar mis incomprensiones, pues no hay ni un solo elemento en ese grabado que no las atesore. Por ejemplo:

No. Mejor no. De eso ya habrá tiempo. Voy a hablar antes del mero concepto de melancolía, que es lo que realmente ha dado motivo a esta entrada.

La melancolía es uno de los cuatro humores clásicos del ser humano. Según las creencias precientíficas los humores eran unos fluidos, o más bien unos sistemas, que regían el comportamiento y constituían el temperamento de las personas. Eran la flema (humor flemático), la sangre (humor sanguíneo), la bilis amarilla (humor colérico) y la bilis negra (humor melancólico).

Se creía que en una persona sana (ideal y perfecta) los cuatro humores estaban equilibrados, y que cuando uno de ellos destacaba producía las siguientes patologías: Si se disparaba la flema surgía el temperamento flemático: gente olvidadiza, desanimada, húmeda y fría, pasota y canosa. Si era la sangre, se producía un temperamento sanguíneo: gente alegre, vividora, cariñosa, sonrosada, húmeda y caliente. La bilis amarilla traía al colérico: amargado, enfadado, odiador, también audaz, seco y caliente, y con la piel amarilla verdosa. Y por último la bilis negra (melaina chole) producía la melancolía, probablemente el temperamento más difícil de caracterizar y simplificar: gente perezosa, temerosa, enfermiza, de pelo y ojos negros, seca y fría, pero también triste, lúgubre, nostálgica... Hoy podríamos hablar de tendencia depresiva y autodestructiva.

Si queréis más símbolos, los cuatro humores y sus cuatro temperamentos se asociaban a los cuatro elementos, y la melancolía iba con la tierra. Su órgano originador era el bazo. Y su planeta de referencia era Saturno. También se relacionaba con el otoño, con el atardecer y con la edad que tengo yo ahora (más o menos).

Cuadro resumen
(Hay algunas ligeras discrepancias entre diversos autores)

Si, como se ha dicho, en un ser sano y perfecto no resaltaría ningún temperamento, eso era imposible en los seres reales. Por lo tanto, ninguno de los cuatro temperamentos era bueno, porque todos manifestaban algún desequilibrio; pero puestos a no ser perfectos se prefería con mucho el sanguíneo, y se desprefería, también con mucho, el melancólico. Melancólico es lo peor que se puede ser. Los melancólicos, pessime complexionati, eran a la vez desgraciados y desagradables. O sea, sufrían y hacían sufrir.

El significado clásico de "melancolía" no coincide con el actual. Hoy no entendemos que un melancólico sea necesariamente "torpe, mezquino, rencoroso, codicioso, malicioso, cobarde, desleal, irreverente y soñoliento"; "arisco, triste, olvidadizo, holgazán e indolente"; que "rehúye la compañía de sus semejantes y desprecia al sexo opuesto", y cuya "única cualidad redentora [...] es una cierta inclinación al estudio solitario"(1).

Vale, pues muy bien. ¿Y cuál sería la profesión asociada a la melancolía? Hombre, eso es evidente: ARQUITECTO.

Ya decía Vasari que la melancolía era el temperamento propio de los artistas: pintores, escultores y arquitectos, y Panofsky dice que la melancolía está asociada a la geometría: carpinteros y arquitectos. (De hecho el personaje del grabado de Durero sujeta un compás, y hay herramientas y útiles de carpintería y de arquitectura).

Se ve que lo de medir y comparar proporciones y lo de crear formas más o menos abstractas o geométricas tiene un no sé qué melancólico. Vasari decía que Uccelo lo era por dibujar tanta perspectiva, que es algo bastante desasosegador, seco, árido, conceptual... Al parecer si pintas mozos y mozas rozagantes estás más a salvo que si trazas cuadrículas en fuga y líneas del horizonte. Así que no digamos si eres arquitecto o carpintero de armar.

¿Qué primera conclusión podríamos sacar de todo esto? Pues que si eres arquitecto y no tienes más remedio que dibujar perspectivas (y no digamos plantas, alzados y secciones, qué cosa más abstracta y más árida) métele chicha, ponle cosas mollares para compensar y para que el temperamento melancólico no te atenace.

Paolo Uccelo, Estudio de perspectiva
(Melancólico perdido)

Archigram, Instant City
(Vamos a pasárnoslo bien)

Yo añadiría una cosa más, y es que tanto pintores como escultores e incluso carpinteros hacen sus diseños mentales "melancólicos", pero luego se ponen manos a la obra con decisión para realizarlos, mientras que los arquitectos hacemos nuestros diseños mentales "melancólicos" y luego nos pone aún más melancólicos ver cómo son otros quienes los llevan a la realidad, sin que apenas podamos hacer otra cosa que enfadarnos, resignarnos y re-melancolizarnos porque no era así como tenían que haberse hecho, y la sensación de impotencia de estar atados de pies y manos y tener que ser testigos de cómo quien lleva a cabo nuestras ideas lo hace como le da la gana es lo que de verdad nos hunde en el pozo negro, hace que nuestra primavera se vuelva otoño, nuestra juventud madurez rancia, nuestro amanecer atardecer y nuestro bazo produzca litros y más litros de bilis negra.



(Nota.- No se sabe por qué Durero tituló su grabado Melencolia I, porque no hubo II, ni III, ni nada más. Yo sí he titulado esta entrada "Melancolía I" porque quiero contar más cosas. No quiero aburrir más ni aburrirme yo y no van a ir seguidas, pero algún día próximo creo que haré una "Melancolía II", y seguramente después una "Melancolía III").



_____________________
(1).- Los entrecomillados de este párrafo están citados de:
PANOFSKY, Erwin, The Life and Art of Albrecht Dürer, 1943, 1955, Princeton University Press, Princeton, NJ, EE.UU.
(Trad. cast. de María Luisa Balseiro, Vida y arte de Alberto Durero, 1982, Alianza Editorial, Madrid, pp. 484). (Las citas son de la página 173 de esta edición en castellano).

1 comentario:

  1. Honrado por tu gesto, José Ramón, solo queda agradecerlo. Y admirar cómo has sacado un tema interesante de mi comentario de blog. Efectivamente creo que, además de por arquitectos, vamos llegando a una edad que nos vuelve muy melancólicos. Sinembargo, no parece que tu actividad literaria te genere melancolía, ya que tú pergeñas los textos y tú los llevas a la realidad, por lo que, al menos, la melancolía "de ejecución" desaparece. No se si en mi caso, generar en tí la idea de un escrito, debiera ponerme más melancólico... ¡No, no! ¡Tranquilo! Bastante tengo con mi caracter "apasionado-flemático" que me señaló el psicólogo al acabar el Bachillerato. Seguiré leyendo tus entradas (a ver cómo solucionas "Melancolía 2", y "3") que, como siempre, serán interesantes sin duda. Un abrazo.

    ResponderEliminar