jueves, 11 de julio de 2019

San Manuel Bueno, mártir (y energéticamente eficiente)

La novela San Manuel Bueno, mártir tiene un argumento triste y descorazonador: Trata de un párroco, Don Manuel, que hace escrupulosamente su trabajo pero ha perdido la fe.

Es consciente de que puede llevar paz y conformidad a los dolientes, de que puede dar una última esperanza a los moribundos y a sus familiares, consolándolos con la promesa de una vida eterna en un mundo feliz tras este tan doloroso, pero él mismo no se lo cree. Lo sigue haciendo porque ayuda a los demás, pero él está cada vez más angustiado.

Víctima de un escepticismo insoportable, se obliga a ser un "buen profesional", a cumplir con su deber, a hacer todo lo que se espera de él.

El propio Miguel de Unamuno se retrata, porque él mismo estaba deseando creer en Dios, pero en el fondo de su ser sabía que no creía. De ahí emana su enorme monumento Del sentimiento trágico de la vida.


¿Os suena esto de algo? ¿Hacéis certificados de eficiencia energética de viviendas y locales? Yo sí, y me siento exactamente igual: Los hago, intento convencer a los indignados pagadores de que son útiles, pero yo mismo no me los creo. He perdido la fe.

Y, sin embargo, y para los ridículos honorarios que me pagan, los intento hacer lo mejor que sé. No sé por qué. No es por sentirme un buen profesional, desde luego, porque todo esto es una monumental estafa.

Los dueños de una casa están intentando venderla o alquilarla y les dicen que para ello tienen que contratar a un técnico para que haga el certificado de eficiencia energética de esa vivienda.

-¿Y eso qué es? -preguntan.
-Tenéis que hacerlo -les contestan.

Y llaman a alguien. A veces a mí.

-Buenos días. ¿Es usted el arquitecto?
-Sí -siempre me sorprende lo de "el".
-Es que tengo que hacer un... un... de mi casa... un... una cosa energética.
-Sí, sí. Un certificado de eficiencia energética.
-Eso. ¿Y cuánto me lleva por hacerlo?

Se lo digo. A veces me dicen que sí y quedamos. Y a veces me dicen que ya veremos y no me vuelven a llamar.

Cuando voy a la vivienda y empiezo a medir, los propietarios se me pegan y me acosan a preguntas:
-¿Y esto para qué sirve?
Y a afirmaciones:
-Esto es un sacacuartos.

Yo les digo que sirve para tal y para cual y que no es un sacacuartos, sino algo muy útil. Pues bien: tienen razón. Verdaderamente es un sacacuartos y verdaderamente no sirve para nada.

Lo primero: Es un trámite obligatorio que nadie exige que se haga bien (sí, bueno, al registrarlo en la comunidad autónoma te lo pueden revisar concienzudamJAJAJAJA. ME DA. ME DA LA SOFOQUINA. JAJAJA). Por lo tanto, da igual ser descuidado, chapucero, tramposo o escrupuloso. Da exactamente igual. Se puede hacer en varias horas o en varios minutos.

Lo segundo: Todo esto se produce en medio de una guerra de precios, de una guerra de titulaciones habilitantes, de una guerra de competencia.
¿Os lo digo? Un certificado de eficiencia energética de una vivienda, bien hecho, pero bien hecho de verdad, no se debería hacer por menos de fiiiiiiii euros. Y todos sabemos que se está haciendo incluso por mééééé. Así no es posible hacer nada. Ni siquiera pisar la casa. Los hacen de oído.
No obstante, la mayoría lo intentamos hacer bien. (Al menos razonablemente bien).

Lo tercero: Como de costumbre, todo esto es un nuevo ejemplo de buena intención tibia y flojita que no se lleva hasta el final. Vale, de acuerdo: Iremos poco a poco, a ver si dentro de veinte años ya se va haciendo mejor.
El ministerio saca este asunto con prisa, con retraso, con desgana, por obligación, y pretende que de la noche a la mañana todos los técnicos españoles sepamos hacerlo. Nos dan unos cursillos de un ratito y hala, a certificar edificios.
(Para lo cual el ministerio ha convocado un concurso para que alguien desarrolle un programa sencillito, muy grosero pero muy fácil, que cumpla el expediente y corra la bola).

Lo cuarto: A ese programa se le obliga a respetar unas arbitrarias condiciones de partida, como son que si a una chabola infecta, sin aislamientos de ningún tipo, con unas ventanas que no cierran y un tejado a través del cual se ve la luna se le pone una caldera de biomasa (¡al rico pellet!) saque la máxima calificación, mientras que una vivienda (razonablemente) bien construida y bien aislada pero con una caldera de gas no suba de la D.

Haced la prueba. Yo la hago. Me gusta jugar con el programa y probar alternativas, a ver qué pasa.
Primero cread diferentes patrones de sombra. Hacerlos bien es muy laborioso, y por lo poco que cobramos no se suelen hacer bien. Pero da igual. Hacedlos a cascoporro y ved qué calificación sale. Luego borradlos y haced otros, o no hagáis ninguno. Y ved el resultado. Prácticamente lo mismo.
Hacedlo con más aislamiento y con menos, con vidrios sencillos y dobles, con carpinterías estancas y poco estancas... etcétera. Las diferencias son mínimas. Tan ridículas que uno ya se pregunta abiertamente si está haciendo el primo midiendo tantas chorradas en vez de tirar a ojo.

Pero ponedle la famosa caldera eficiente de biomasa y ¡tachánnnnn! Una A (o al menos una B) no os la quita nadie.

Vamos, es que quemáis leña (y no digamos pellets) y no generáis CO2. Qué locura. Es una estafa casi tan redonda como la de los coches eléctricos e híbridos. Todos se lavan la cara, todos se felicitan y a correr, pero no han resuelto nada de nada.

Yo siempre me imagino a los fabricantes de calderas de pellets invitando a una cacería al ministro, como Saza en La Escopeta Nacional con los porteros automáticos, pero saliéndoles bien.

Mientras tanto, yo (y muchos, pero ya solo por un resto de respeto hacia nosotros mismos) sigo intentando hacer más o menos bien cada patrón de sombras, mido las casas, veo las calderas, intuyo el tipo de aislamiento (esa es otra: está oculto y no lo podemos saber) y, sobre todo, pongo cara de importante y les digo a los propietarios, cuando me preguntan que para qué sirve todo eso, que es una información fundamental para el comprador o el inquilino, ya que tiene que saber si esa vivienda cloquea mucho o si tiene los espirreles alambeados, pero que no se preocupen porque ya estoy viendo yo que esta vivienda refrocea muy bien los permancios y tiene un muy alto nivel de sintocidad.

Entonces ellos me dicen aliviados que verdaderamente es una casa muy cómoda, muy calentita en invierno y fresca en verano, y que no gasta mucho.

-Naturalmente -les contesto-. Es que ya se ve la eficiencia energética de la casa. Tiene una geomornición extraordinara. Muy alopimpórea. Les voy a hacer una certificación buenísima.

Y, bueno, no llego a cobrarles fiiiiiiii (qué más quisiera), pero tampoco me quedo en mééééé. Hago lo que puedo. (Y eso que me salen es y efes por un tubo).

Pero lo principal es que, como San Manuel Bueno, les dejo satisfechos y convencidos de algo que yo cada vez me creo menos.


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P.D.- Hablando de un santo llamado Manuel Bueno, creo que a todo madridista de bien se le vendrá a la mente otro santo varón del mismo nombre que vino nada menos que para estar a la sombra de Don Paco, y que languideció con santa y estoica paciencia tras aquel fenómeno de la naturaleza y del arte, pero aprovechó las escasas oportunidades que le dieron para demostrar que era un más que dignísimo extremo izquierda merecedor de mejor suerte.


2 comentarios:

  1. Romance del joven conde, la sirena y el pájaro cucú....... Y la oveja.
    Buenos días, J.R.

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  2. Yo los imprimo a color, le dota de cierta credibilidad. Luego los meto en una subcarpeta "cara". Y cuando los entrego, me quedo solo, pensando, buscando el abrazo de mi viejo cartabón.

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