martes, 7 de agosto de 2018

La habitación cursi

(Consecuencia -más que continuación- de mi entrada
anterior, que ha suscitado comentarios muy interesantes
y me ha dejado con ganas de decir más cosas).


El término kitsch se acuñó en Múnich hacia mil ochocientos sesenta y tantos. No se conoce su etimología: Unos dicen que procede de kitschen, una palabra del dialecto alemán del sur que significa chapuza y mugre, y otros dicen que viene de la mala pronunciación del inglés sketch, que los turistas pedían a los artistas locales. A mí ambos argumentos me parecen forzados. Pero es lo que hay.

Algunos autores dicen que kitsch no se puede traducir a ningún idioma más que al español cursi, que a su vez tiene una etimología más que dudosa (las hermanas Sicour, de Cádiz, y otras tres o cuatro versiones más) y además no significa exactamente lo mismo.

Sí hay un punto en que coinciden lo kitsch (o cierto subgrupo de lo kitsch) y lo cursi: Ambos son sucedáneos de lo artístico, de lo intelectualmente valioso, a lo que se supone que querrían aspirar pero se quedan en algo cómodo, trillado y con pretensiones, en algo ridículo.

El público no avisado (y un poco patán) aspira a vivir experiencias artísticas pero se va a lo cursi y a lo hortera porque se cree que esos sucedáneos son arte verdadero. (El arte verdadero no le suele gustar).

Ramón Gómez de la Serna tiene un texto delicioso y lucidísimo que se titula "Ensayo sobre lo cursi"(*). En él dice con gran ternura e ingenuidad, pero también con gran perspicacia, que en su casa racional y sensata necesita tener una habitación cursi, llena de cosas y recuerdos, blanda: Una habitación donde refugiarse, donde esconderse como en el claustro materno.
"En esa habitación sí que no me puede coger la mala muerte y me siento en una lejanía de todos los gases asfixiantes".


Este es el fundamento del kitsch: la huida de la tragedia y el consuelo ante la dureza de la vida. Todos necesitamos una habitación cursi.

Decimos que amamos el arte, que deseamos el arte, pero a menudo se nos olvida que el arte no es esa bella fruslería cómoda y hermosa que deseamos. Esa cosa amable y dulce es una bella imitación, es el kitsch. El arte es jodido. El arte es sumergirte en la duda, en el torbellino, luchar, perder, dejarte la piel a tiras, no descansar ni un momento, angustiarte, buscar. El arte es una mierda.

Y la vida es otra mierda. O la misma. Competir, afanarse, madrugar, fracasar, jadear, llegar tarde y al sitio equivocado, volver a empezar...

Pero el kitsch, lo cursi, es una maravilla. Nubecillas de algodón dulce y muchos lazos rosas(**). Es un consuelo y un placer.

Si te encierras en la habitación cursi y te abrazas a un cojín blandito y mullido nadie va a venirte con un burofax y, como dice mi ilustre tocayo, ni siquiera la muerte te va a encontrar.

Los libros que más gustan, las músicas, las películas... todo eso es un sucedáneo de arte que va muy bien, que está muy bien hecho y nos satisface, pero que no es arte en lo que este tiene de vanguardia y de experimentación e investigación. (Vamos, en lo que tiene de arte de verdad).

Necesitamos a Pérez Reverte, a Alejandro Sanz, a Parque Jurásico... ¿Demasiado fácil? Pues subo el listón: Necesitamos a Agatha Christie, a The Beatles, a Star Wars... ¿Sigo subiendo? Luego lo haré(***). Son ejemplos fantásticos de obras bien hechas, entretenidas, divertidas, magníficas. Son éxitos comerciales porque nos gustan y porque nos entretienen y nos alegran la vida. Benditos sean.

Por el contrario, obras muchísimo más elaboradas, profundas, arriesgadas, nunca han tenido éxito. Me refiero a éxito de verdad, a éxito masivo. Me refiero a que Valle-Inclán daba sablazos a los amigos para poder ir tirando mientras que Echegaray (el "viejo idiota") ganaba el premio Nobel. Porque Echegaray (por cierto, ingeniero de caminos, canales y puertos) era, además de un muy buen matemático, un escritor brillante, que rimaba muy bien y desarrollaba ejemplarmente unos dramas muy sensibles y emocionantes, mientras que Valle era un indeseable, un sinvergüenza, un cantamañanas, un gilipollas que escribía "como un asesino / grazna el bombardino / sacando la nuez, / y el clarín se irrita, / y se despepita su lengua soez. / El señor Serapio / reparte el morapio / con esplendidez". ¿Dónde vas, Ramón María (otro tocayo), atontao?

Valle-Inclán tenía un don que el otro no podía ni sospechar, ni oler, ni intuir. ¿Pero de qué le sirvió? ¿Cuántos le leían? ¿Cuántos iban a ver sus obras teatrales? El público quería al otro.

Para mí hacer esta caricatura es muy fácil, pero no: Tengo que decir que el otro era muy bueno. Tengo que decir que hay kitsch muy bueno. E incluso -y este es el fundamento de esta entrada- el kitsch es muy necesario. La habitación cursi es vital.

El durísimo crítico Dwight MacDonald dijo que El viejo y el mar es un ejemplo palmario de kitsch porque es un "producto cultural" que simula poseer todos los requisitos de la alta cultura pero que es solamente una falsificación con meros fines comerciales. Dice que Hemingway, después de hacer un duro y sincero trabajo de vanguardia (leed, por favor, sus cuentos "Los asesinos" o "Algo que tú nunca serás", o "Cincuenta de los grandes", por ejemplo) y de conseguir "un estilo" se relajó y escribió esta novela del viejo pescador salao con todos los trucos que ya sabía y sin arriesgar nada.

(A mí El viejo y el mar me gustó mucho, pero claro, se trata precisamente de eso: de gustar. Siempre se asocia el kitsch al "mal gusto", pero en realidad el "buen gusto" es bastante más kitsch. El mero concepto de "buen gusto" es la esencia del kitsch).

Acabáramos: Entonces todo es kitsch. Solo es arte la experimentación incierta y azarosa de vanguardia, y solo lo es mientras no guste a nadie y mientras su autor siga buscando ansioso con gran desconcierto y angustia. En cuanto aquella indagación llegue a algún puerto se convertirá en kitsch.  Según eso, todos los autores que nos gustan y que nos emocionan, desde Picasso hasta Bach, desde Miguel Ángel hasta Mondrian, son kitsch porque llegaron a algo y adquirieron una forma de trabajar, y con ello bajaron un poco la guardia. Pues vaya.

Entonces para valorar una obra de arte solo nos queda decir: Qué buena: Ni la entiende nadie ni le gusta a nadie.

Según este razonamiento extremo ningún edificio que guste a alguien puede ser bueno. Nada que guste a nadie puede ser verdadero, sino que es un mero sucedáneo pensado para gustar. Una rendición, una bajada de pantalones, una concesión al público, una estafa, un fake, un remedo facilón.

Pues entonces tendremos que gritar que a la porra el arte, que necesitamos libros entretenidos, músicas con ritmo y melodía y habitaciones cursis. Sin todo ello nuestra vida sería horrible, de una dureza inhumana, solo apta para seres sin corazón e intelectualmente incansables.

Mientras tanto, por favor, dadme un cojín blandito y dejadme ser feliz.


Addenda.- Alvar Aalto hablaba siempre de humanizar la arquitectura. No hay, seguramente, un arquitecto moderno más agradable ni más adorable que él. He podido visitar algunas de sus obras y son verdaderamente deliciosas. Con Dudok me pasa algo parecido en cuanto a disfrute. (Pero un análisis a mala leche, a lo Dwight MacDonald -a quien los dioses confundan- siempre dirá que son arquitectos "comerciales" y los apartará de la primerísima fila, en la que solo están los tres grandes dioses).
Claro, que estos grandes dioses, a su vez, hacían concesiones al gusto y al placer de los usuarios. Le Corbusier, el de la "máquina de habitar", el defensor de los trazados reguladores y de la geometría precisa y racionalista, no tiene obra, por más racional que sea, que no tenga excepciones, gestos, caprichos porque sí, que actúan como "habitaciones cursis" dentro del duro e insoportable teorema y lo hacen habitable.


(*) GÓMEZ DE LA SERNA, Ramón, "Ensayo sobre lo cursi", Revista Cruz y Raya, 1934. (Editado como libro junto con "Suprarrealismo" y "Ensayo sobre las mariposas" por Moreno-Ávila Editores, Madrid, 1988, pp. 155. "Ensayo sobre lo cursi", pp. 15-53).

(**) O grandes voladizos, cubiertas planas y acero corten, cuidado: Cada uno según sus gustos.

(***) Según la tesis de MacDonald, cualquiera que nos guste: Hemingway, Bach, El padrino...

8 comentarios:

  1. Hola José Ramón,

    Sigo aquí el comentario que había empezado en el post anterior.

    La verdad es que no entiendo nada de lo que dices sobre el arte en esta entrada.
    Me pierdo un poco en eso de que si le gusta a alguien ya no es arte porque es kistch, una sombra del arte, pretenciosa, que se baja los pantalones.
    Al arte también le da igual que te guste o no. Picasso hizo una aportación a la cultura e hizo avanzar junto a muchos otros la sensibilidad de la época hacia otros derroteros, porque la pintura de la época estaba en crisis existencial con la aparición de la cámara. Eso ya le da más valor que a cualquier producción de la época que se dedicara a copiar fórmulas. Que la gente lo entienda o no, al arte le da igual, él tan pancho. Y volvemos a lo mismo, si por esta gente fuera seguiríamos pintando paisajes con escenas de caza, escenas religiosas figurativas, y tantas otras cosas que son absurdas en un mundo en el que nos movemos con pantallas digitales y estamos conectados en la nube y donde nos preocupan más las notificaciones que nos canta el teléfono que la bondad cristiana por ejemplo.
    Alguien tiene que investigar las posibilidades de los medios actuales para convertir en materia la sensibilidad humana y aquellos inmanentes que apelan a todos los hombres (para mí esto es arte).
    Te pueden gustar las fotos pixeladas de Thomas Ruff o no, pero es una aportación más que loable. En cambio, los retratos que hace tu sobrino que pinta muy bien, o los de tu profesor, me da lo mismo, no aportan nada al progreso de la cultura.
    Alguien tuvo que abandonar el contrapunto para pasar al romanticismo y alguien tuvo que investigar las posibilidades de un sintetizador para que puediese existir la música contemporánea que se usa en las bandas sonoras de las pelis por ejemplo.

    Y no estoy nada de acuerdo en lo que implica tu última frase, quizá porque no te habré entendido bien. "El arte es algo áspero, de una dureza inhumana, para seres sin corazón e intelectualmente insaciables."
    Vamos totalmente en desacuerdo; el arte precisamente es para seres sensibles (en oposición a seres sin corazón) que se deleitan en grado sumo con las cosas más elementales o profundas que reconocen a través de la mano de otro. Si algo tiene entrenado el artista es la sensibilidad, y alguien más sensible vive con mayor emoción; no es por tanto más áspero ni más frío ni más duro.
    Si algo hace el arte por el contrario es hacer el mundo mucho más amable. Y no requiere esa intelectualidad pedante que se le ha ligado, aunque todo se aprecie mejor con un mayor conocimiento en la materia.

    Y ojo, estoy deacuerdo con el fondo. Los libros entretenidos, las películas entretenidas, las músicas pegadizas, son parte de nuestra cultura y son necesarias. Pero porfavor, que haya un poquito más de lo otro (por ejemplo en el cine, cuántas pelis de superhéroes son demasiadas? cuántos master chef, super chef, ultra chef, ultra super chef kid son demasiados? cuántas ediciones de gran hermano son demasiadas?). El problema no son estas cosas, es la oposición provinciana de la gente al cambio, que es inevitable.
    Que exista gran hermano me parece bien. Que un espectador de gran hermano no entienda la arquitectura contemporánea porque sólo quiere seguir consumiendo lo mismo, es lo que es criticable.
    Y por si por alguna razón mi comentario pareciese pedante (que no lo creo), diré que me encantan las pelis de Jackie Chan, desde niño. Es genial. Pero hay que ser capaz de ver al señor Chan y otro día a Kurosawa.

    Te dejo aquí otra vez nuestra página, en parte porque oye no nos importaría nada recibir un poco de cordial crítica marca de la casa.

    www.iterarearquitectos.com

    Abrazos,
    Rubén

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    1. Hola Rubén y José Ramón, he de deciros que en esta ocasión estoy de acuerdo con la opinión de Rubén. Creo que no has podido explicarlo mejor.

      Para mí el arte ha de tener ese componente revulsivo que te haga remover las entrañas, que te haga temblar los cimientos y que lo haga siendo o no de tu gusto personal, eso es cosa aparte o debería serlo.

      La sensibilidad es imprescindible tanto para apreciar como para realizar arte. Creo que el resto, el buen o mal gusto, que te guste o lo detestes es una cuestión de eso, de gustos y nada más. A los grandes artistas no los han apreciado en su época por eso mismo, por una cuestión de gusto. Eso, sin embargo, no les ha impedido ser apreciados de forma generalizada en tiempos posteriores, cuando esos gustos han mudado.

      Alguien me dijo una vez que es una suerte poder apreciar el arte y que existe mucha gente que jamás lo consigue. En ese sentido me siento una de l@s afortunad@s. El mundo sería peor para mí si no pudiera hacerlo.

      En fin. No sé si me ha explicado.

      Un saludo a todos.

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  2. La verdad es que no he entendido nada...... pero te ha quedado así como muy sesudo y profundo.

    Mi habitáculo, donde paso la mayor parte del día, es una mezcla Diogenésica de:

    - Cachivaches antiguos de dibujo colgados en las paredes, reglas, escuadras, cartabones, compases, tiralíneas, rotrings, y plantillas de Roca
    - Instrumentos musicales alrededor de una antigua mesa de borriquetas, guitarra, clarinete, guitalele, flautas, ukelele, y un par de armónicas. Ah, y al fondo a la derecha unos viejos teclados Korg que me da mucha pereza volver a encender.
    - Aparatos informáticos en uso y trozos de ordenadores muertos con los que alguna vez fabrico un Frankenstein si el ordenador actual me da algún problema y tengo que volver a los antiguos caminos.
    - Cuatro o cinco sillas o butacas de épocas totalmente distintas en las cuales ya hace bastante tiempo que no se sienta ningún cliente.
    - Una bicicleta estática al fondo a la izquierda cuyo uso, hace ya bastantes años, como perchero o secadero de ropa justifica aún su presencia.
    - Y tras de mí, en la pared, la eterna bibilioteca que aunque he intentado venderla en un par de ocasiones, parece que sólo interesa en alguno de sus libros a compradores locos y bajitos, que ya no debe haber muchos. Bien sabes lo que digo, como dice Sabina.

    No sé ..... yo creo que muy kitsch .... la verdad es que me da un poco igual. Como dice Rosendo en una de las suyas:

    Maneras de vivir.

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  3. Obviamente, he llevado un razonamiento hasta un extremo y he llegado a su caricatura. A veces pasa: Cuando definimos un fenómeno y seguimos desarrollando y desarrollando la definición, pero ya sin observar el fenómeno, nos emborrachamos de nuestro propio discurso. En este caso mi discurso llega a la contradicción y al dilema. Al menos celebro que sirva para discutir y para que manifestéis vuestro desacuerdo.
    (Y para llamar la atención: Ojo ahí, cualquier artista, por más que os entusiasme, puede tener un componente kitsch en cuanto baje la guardia y se relaje. En cuanto intente complacer).

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  4. MIguel Angel Astiz8 de agosto de 2018, 18:55

    José Ramón, muchas gracias por tu texto, aunque por una vez !disiento!! Lo kitsch no es lo que agrada sino lo que sólo busca agradar (saltándose su propia lógica interna). Es el matiz necesario. Kitsch es María Antonieta disfrazada de pastorcilla en el Trianon o una columna dórica de pladur, un coche de caballos en pleno s.XXI o una Escuela de Caminos historicista
    ...;) Pero una buena novela o Star wars no son kitsch (salvo quizás la última escena). Y Alvar Aalto no es kitsch PARA NADA!! Y si lo es, cita ejemplos de incoherencias agradables suyas...Sí lo es en cambio el Corbu en Ronchamp que le "gusta" mucho a todo el mundo...
    Un abrazo

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    1. Repito, cuestión de gustos... yo creo que Ronchamp es una genuina pieza de arte, lo que se dice una escultura habitada, por lo cual debería ser arte al cuadrado. A Miguel Ángel Astiz no le gusta... gustos.

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    2. No es que no me guste, el que me guste a ti o a mí da igual, el gusto no es más que un refugio cómodo para no analizar... es una cuestión de análisis riguroso. El que sea una escultura, no es un valor intrínsecamente arquitectónico. Por eso Ronchamp le gusta a todo el mundo, es una forma fácil. Corbu desatado en modo artista. El Corbu de La Tourette o del Hospital de Venecia, o de la Villa Savoya es el mejor arquitecto del S XX, el de Ronchamp es Calatrava 1.0.

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  5. Simplemente genial. Me he reído de mí misma leyendo esta reflexión sobre lo kitsch, el arte y el gusto. Me quedo con la frase "el arte es jodido", porque a diferencia de lo kitsch, el arte no busca gustar sino remover las tripas (ya sean sesos o intestinos). Personalmente tengo mi "habitación cursi", es un lugar a veces no-físico donde no necesito pensar demasiado para divertirme. Pero otras, necesito rebuscar en esas vísceras para complicarme la vida. Enhorabuena por esta entrada

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