lunes, 9 de enero de 2017

Libros, rastros, vida

Hace unos días me he comprado en todocolección un libro sobre Oteiza.


De Oteiza y sobre Oteiza tengo bastantes libros, pero me parece que este aporta algo nuevo, algo poco desarrollado en otros. Vamos, que tengo mucha curiosidad por leerlo.
(También, todo hay que decirlo, el libro es de segunda mano y estaba a un precio muy barato).
Como todo lector, tengo en casa decenas de libros sin leer. (Bueno: más del centenar). Ya sé que muchos no los leeré jamás. Pero en la lista preferente, libros que tengo que leer urgentemente, tengo doce. Ocho de ellos son tochacos. Pues sigo comprando. Algunos de los que compro se cuelan en la lista de espera y pasan a preferentes; son maleducados y entran dando codazos. Otros, más prudentes, se ponen a la cola. Repito que ya sé que muchos de ellos no los leeré jamás, pero sigo comprando. Es tan dulce comprar un libro... Es una medicina tan placentera...

Los libros nuevos están vírgenes, esperando que un lector los estrene, los descubra, incluso tal vez los haga descubrirse a sí mismos. Los libros nuevos son sólo un puñado de hojas de papel y unas manchas de tinta hasta que alguien los descifra por primera vez, los hace vivir.
Por el contrario, los libros viejos encierran varias historias: la que escribió el autor, ya acaso descifrada, y la de sus propias aventuras, con sus éxitos y sus fracasos, sus idas y venidas, sus errabundeos.
Por lo que veo en la portada, este ejemplar que acabo de comprar fue propiedad de Gotzone, que lo adquirió (por compra, trueque o regalo) en Algorta en el año 1993.


(Por cierto, queridos lectores: ¿Conocéis a alguna Gotzone de Algorta que pudiera ser aquella propietaria? Si tenéis alguna candidata, o sospechosa, decídmelo, por favor).

Ojeo el libro y veo que está subrayado a lápiz. (El vendedor no lo decía en su anuncio). Yo también subrayo a lápiz.
Comienzo a examinarlo pensando en la molestia que me va a suponer borrar los subrayados para dejarlo limpito y empezar a subrayarlo yo.
Veo dos cosas interesantes. La primera es que, por lo que voy picoteando, Gotzone subrayó con un criterio muy similar al mío. Veo que todo lo subrayado me parece muy bien. Entre las ideas marcadas hay una sobre la estética que despierta en mí un par de asociaciones que seguramente van a ser carne de la próxima entrada en este blog. La segunda es que los subrayados terminan bruscamente en la página 41.
El libro tiene 191 páginas. Gotzone lo tomó con entusiasmo, lo subrayó con meticulosidad, inteligencia y buen criterio. Y se cansó de él antes de terminar la cuarta parte. ¿Qué le pasó? ¿Se sintió repentinamente saturada de libro? A veces pasa. ¿Demasiado intenso? Curiosamente, en las páginas 37, 39 y 40 los subrayados se vuelven furiosos. Hay mucho subrayado en esas páginas, y (por única vez) ideas escritas en los márgenes, minirresúmenes, flechas. La cosa se tuvo que poner que ardía, Gotzone aguantó la tensión como una jabata y repentinamente sucumbió.
No sólo se cansó del libro -esas cosas pasan, ya digo; uno lo deja en la estantería y piensa: "ya lo retomaré", y se engancha a otro lo más diferente posible, para engrasar-, sino que incluso lo vendió. (Tal vez pasaron años desde que lo arrumbó, pensando retomarlo, hasta que se rindió a la evidencia de que ese libro ya no le iba a aportar nada nunca).

Tengo verdadera curiosidad por saber qué pasó. Ojalá conociera a Gotzone algún día.
(Tal vez todo fuera mucho más trivial: Un trabajo de instituto que hizo de forma urgente, superó la prueba, seguramente con muy buena nota, y adiós, muy buenas).

He borrado todo, pero siempre queda algo: un rastro. Y volveré a subrayar sobre lo que una vez fue ya subrayado. Un extraño palimpsesto en el que, como digo, casi todas las marcas coincidirán: Las borré para volverlas a hacer, pues ya digo que me parece que el criterio de Gotzone coincide bastante con el mío. Subrayaré de nuevo lo que ella ya subrayó y yo he borrado. Qué raro.

Pero todo esto será hasta la página 41. Sólo en el primer cuarto del libro. A partir de entonces Gotzone me habrá dejado solo y ante mí se abrirá el vértigo, el vacío y -¿por qué no?- tal vez la ansiedad y el terror.

1 comentario:

  1. A mi me fastidia escribir en los libros, a pesar de lo cómodo que es (sí, ya sé la teoría de que así se estudia, pero conmigo no funciona demasiado bien)...Lo hice alguna vez en alguno, y luego cuando al tiempo lo volvía a leer, me fastidiaban mis propios subrayados...Total, que lo que hago es tener un cuaderno a mano y anotar en él las cosas que me interesan, con referencia al libro, autor y página. Tengo una pila grande de cuadernos baratos llenos de notas. Como casi nunca se releen y cuesta recordar dónde están las notas de tal o cual libro, las cosas muy importantes las apunto en las tapas, para que estén muy a mano; y con el tiempo he desarrollado la capacidad (por pura pereza) de sólo escribir lo realmente importante (para mí, claro).
    En las (aisladas, por desgracia) ocasiones en que hojeo algún cuaderno, lo cierto es que se mete uno un condensado de cosas importantes, dignas de saberse y recordarse (a mi juicio, claro).
    Una vez leí que Ernesto Che Guevara también seguía este sistema de tomar notas en cuadernos, y me puse contento.

    Yo creo que no me hubiera atrevido a borrar los subrayados ajenos, sobre todo si son buenos. Me fastidian los libros subrayados, pero cuando he cogido alguno así en una biblioteca he prestado atención a lo que se subrayó, o a los comentarios. Normalmente no son nada relevantes, pero alguna vez se lleva uno una sorpresa. Hay libros que son mucho más interesantes con los subrayados que sin ellos, y además son parte ya de la vida del libro. Oíza decía que garrapateaba todos sus libros, y seguro que me leería sus comentarios con más atención que el propio texto del libro.

    Lo difícil es tener algo valioso que decir. Si no es el caso, no soy partidario de escribir en el libro. Prefiero dejárselo al siguiente lector (porque la vida de nuestros libros no acaba en la nuestra, tendrán otros dueños) que seguro sabe más que yo.

    Me gustó mucho esta entrada.

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