jueves, 7 de julio de 2016

Con la mayor certeza

A Emilio, a Francis y a Pedro Luis, con la mayor certeza

Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral
y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol.
                                                                Albert Camus

Hace unos meses, cuando la Champions League, unos aficionados del PSV Eindhoven se tomaron unas relaxing biers at the Plaza Mayor de Madrid y pasaron el rato muy entretenidos humillando a unas mendigas rumanas. Por su parte, unos cuantos hoolligans del Arsenal hicieron algo parecido con un tullido en Barcelona. Y en Roma unos aficionados del Sparta de Praga rodearon a una pobre indigente en el Puente Sant'Angelo y uno de ellos remató la jugada meándose en ella.
Ahora, la Eurocopa de Francia nos ha deparado peleas campales entre aficionados, insultos y destrozos por doquier.
Qué asco de fútbol. Cuánto me avergüenza.
Vale: Estos hijos de puta son una minoría (una minoría demasiado numerosa); no representan a sus respectivos clubes, ni a sus naciones, ni a la especie humana, ni siquiera a sí mismos... Son unas sub-personas indignas... Ya, muy bien, que sí, que tal y cual. Pero ciertamente voy notando que esto se hace cada vez más habitual. Empieza a parecer una moda que los hinchas de los equipos visitantes humillen y vejen a los mendigos (siempre a los más débiles, cómo no) de las ciudades visitadas y que se peleen entre sí, incluso que se maten. Esto debe de ser lo del intercambio cultural y lo de la alianza de civilizaciones. Pues sí.
Y, para colmo, y por encima de los hinchas anónimos, de los bestias indocumentados, de los asquerosos que se refugian en la masa para hacer fechorías indignas de los seres humanos, también nos hemos enterado de que algunos de nuestros idolatrados futbolistas han cometido y cometen de vez en cuando actos nefandos y repugnantes como son abusar de unas supuestas prostitutas que al parecer no han sido tales, sino chicas forzadas.
En fin, es aún todo muy oscuro, y los periodistas y los políticos españoles se han dedicado a oscurecerlo aún más en estos días para que en la turbiedad la cosa se diluyera lo más posible y no afectara al esperado buen papel de la selección española en la Eurocopa (que ha vuelto a decepcionar a todos con su juego, aunque nunca tanto como me ha avergonzado y decepcionado a mí con sus diversas manifestaciones de bajeza moral).
Y, cómo no, también están siempre presentes los fraudes a las haciendas públicas y los diversos delitos económicos, tanto de futbolistas como de clubes. E incluso de la FIFA.
Estas cosas hacen que cada vez me avergüence más de haber disfrutado antaño con el fútbol y de seguir teniendo un rescoldito futbolero en el fondo de mi corazón.
La verdad es que ya no tiene ningún sentido seguir siendo aficionado. Ni los jugadores, ni el juego, ni el ambiente hacen que una persona "normal y corriente" se emocione o se enorgullezca. ¿De qué? En el césped sólo veo una panoplia de ignorancia, de cortes de pelo ridículos y de tatuajes excesivos y desaforados, y fuera de él bestiajos pegándose o humillando y humillándose. Vaya plaga. Esto empieza ya a ser peor que las luchas de gladiadores.

Y sin embargo pienso en mis amigos Emilio, Francis y Pedro Luis, tres auténticos caballeros, tres señores, y pienso en la famosa frase de Albert Camus, y siento que aún hay algo de grandeza en el fútbol, aunque sospecho que no ya en el fútbol real, sino en el fútbol mítico que albergan nuestros corazones (y que no deja de ser un espejismo que no existe).

Albert Camus, sentado en primera fila, con gorra, de
portero en el Racing Universitario de Argel

Caigo ahora en que Camus siempre me ha gustado, y siempre le he respetado y admirado mucho, mientras que Sartre me ha caído siempre muy antipático y jamás he sentido por él el menor aprecio. Y estoy seguro de que eso tiene mucho que ver con que a nadie se le ocurriría imaginar a Don Jean-Paul jugando al fútbol.
Camus jugó desde niño de portero porque era el puesto en el que menos se desgastaban los zapatos. (Se le podían desollar las rodillas, pero eso era gratis). La portería era el único puesto que se podía permitir un niño pobre y huérfano con una madre débil, y cuya abuela se había propuesto amargarle la niñez con todo tipo de prohibiciones.
Entre la pobreza y la insoportable dureza de la vida en Argel, el fútbol había sido su escuela, su patria y su familia. Y cuando escribe lo hace con esa dureza y con esa capacidad de lucha, de pasmo y de milagro. No como el estirado del otro.
Tengo un hijo futbolista, y desde muy niño eso ha sido para él una forma de vida, una disciplina, un sentimiento de equipo y de solidaridad con sus compañeros, una fuente de amistad y de diversión ligada al rigor. Estoy encantado de que mi hijo pequeño se haya formado como futbolista. (Ahora bien, los padres... Muchos padres estarían mejor en vinagre o en salazón; mucho mejor que escupiendo el odio y el desprecio que escupen día a día en los entrenamientos y semana a semana en los partidos. Qué asco. Qué gentuza).
Mi amigo Pedro Luis fue un mítico delantero del C.D. Lugo Fuenlabrada, en el que jugó de delantero hasta los cuarenta y cinco años. Su último año coincidió con el primero de su hijo mayor, Miguel Ángel, de manera que por una temporada fueron compañeros.
-¡Papá, pásamela, chupón!
(Los del equipo contrario flipaban: "Chaval, ¿el nueve es tu padre?")
Años después coincidió con sus dos hijos, pero ya en un torneo de verano. Y tanto él como sus hijos siguen ligados al fútbol, organizan torneos de chavales, entrenan... Han hecho de esto una forma de vida, de formación y hasta de filosofía vital.
Quiero agarrarme a  este tipo de gestos como a un clavo ardiendo para ver algo positivo.

He mencionado a Albert Camus como a un gran intelectual que jugó al fútbol y a quien el fútbol le educó.
Hay más.
A vuelapluma diré algún célebre arquitecto, artista e intelectual que tuvieron una brillante juventud futbolera:

El arquitecto Luis Gutiérrez Soto, delantero en el Real Madrid. (Se ganó en mote de "Pichichi" para toda la vida, en honor y emulación del célebre futbolista del Athletic).

Gutiérrez Soto, de pie, segundo por la izquierda (el de los brazos cruzados).
Hacia 1920. Jugadores del Real Madrid y de la Gimnástica.
(Sentado, segundo por la izquierda, Santiago Bernabéu).

El genial escultor Eduardo Chillida, portero de la Real Sociedad de San Sebastián.

Chillida como portero de la Real Sociedad. Foto: Marca.

Paradón de Chillida en 1943.
Portada de Nueva Forma, nº 51, abril de 1970.

Siguiendo en la Real Sociedad, el productor de cine Elías Querejeta fue atacante por la banda derecha, a veces como extremo y otras como interior.

Elías Querejeta

¿Podrías decirme alguno más?

Por su parte, hay célebres futbolistas que son además grandes intelectuales. Hay que citar obligatoriamente a Miguel Pardeza y a Manolo Sanchís, ambos de la famosa "Quinta del Buitre". El primero, lector vastísimo y doctor en Filología Hispánica hizo una célebre tesis doctoral sobre el escritor César González Ruano, de cuya vida y obra es considerado una autoridad. El segundo es coleccionista de arte y mecenas de arquitectura.

Capilla en Valleacerón, Almadén (Ciudad Real).
Promotor: Manolo Sanchís.

Supongo que seguirá habiendo futbolistas que lean, que estudien, que piensen, en medio de tantos zopencos estúpidos, estupradores, defraudadores y gilipollas. Pero cada vez me cuesta más. Cada vez me da más asco el fútbol y toda la basura que lo rodea.
Tengo que hacer un esfuerzo, acordarme del fútbol de mi infancia, de aquellos grandes futbolistas(*) no tan ricos, llenos de barro y de algo que me parece que tenía algo que ver con el heroísmo.
Y tengo que pensar en mi hijo entrenando bajo la lluvia, o, mejor aún, hablar de fútbol, siempre, con mis amigos Francis, Emilio y Pedro Luis, para así recordar que aquello tan famoso que escribió Camus sobre el honor tiene algún sentido. En estos sí lo tiene. De verdad. Lo sé con la mayor certeza.


(*) Por ejemplo, y a bote pronto: Betancort, Iríbar, García Remón, Sadurní, Reina, Migueli, Rifé, Benito, Camacho, Pirri, Del Bosque, Asensi, Rexach, Amancio, Juanito, Ufarte, Luis, Gárate, Santillana, Rojo, Gento...

3 comentarios:

  1. Querido escritor, arquitecto, amigo y sobre todo... COMPAÑERO,
    No tengo más remedio que rendirme a la evidencia y reconocer que llevas toda la razón en tus sabios comentarios. Gracias por lo que me toca y como tú, seguiré atento mientras pueda a todo lo que se mueve para ver si mejoramos un poquito y nos parecemos a esos protagonistas a los que haces mención en tu acertado artículo.
    Te he dicho alguna vez que eres un CRACK y que me siento muy orgulloso de formar parte de tu vida?
    Un abrazo enorme!!!!

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  2. (Este comentario es de wallace97, que tiene problemas técnicos para publicarlo y me pide que lo ponga yo. Lo transcribo al pie de la letra).

    Es que una cosa es el deporte, y otra muy diferente es el deporte profesional. Mientras que el primero puede ser entretenimiento y salud mental y física, o -como muy bien dices- “una forma de vida, una disciplina, un sentimiento de equipo y de solidaridad con sus compañeros, una fuente de amistad y de diversión ligada al rigor”, el segundo es una contradicción aberrante, un subproducto de la especulación salvaje de determinados especímenes humanoides que desde la ausencia total de escrúpulos promueven la enajenación mental de un batallón de no pensantes capaces de cualquier cosa por sus ídolos y sus titiriteros, y han recolectado los pingües beneficios que aporta esa actitud borreguil de personas incapaces de procurarse una identidad propia: los forofos.
    Y ese mismo mecanismo se extrapoló a la mal llamada política por parte de los que manejan a los mal llamados políticos, para recolectar los pingües beneficios que les aportan las legislaciones hechas a su medida en esta mal llamada democracia, y avaladas por los mal llamados electores.
    No es casualidad que los contratos que más pasta mueven en el mundo entre dinero público y privado se firmen en los mismos despachos: los palcos de los grandes estadios de fútbol.

    wallace97

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  3. Al hilo de lo que dice el compañero Wallace, habría que señalar cómo el fútbol se convierte en la versión moderna del "opio del pueblo" a raíz de que la pequeña burguesía se apropió de otro elemento de la cultura de la clase trabajadora.
    Como cuenta Owen Jones en su libro "Chavs. La demonización de la clase obrera", desde sus orígenes el fútbol estuvo profundamente ligado a la clase trabajadora; eran trabajadores los que fundaban los clubs, los que llenaban las gradas, los que suministraban los jugadores. Había una profunda simbiosis entre el club de fútbol y su barrio. Desde luego, en aquellos momentos los futbolistas no eran ni millonarios ni los seres alienados en que se han convertido hoy.
    Este estado de cosas no es tan lejano, en los años 60 un futbolista profesional podía ganar menos que un oficial de un oficio.

    Después llegó el Capital y robó oto elemento de la cultura trabajadora, transformándolo en una máquina de crear alienados, con los clubs de fútbol totalmente desconectados de sus comunidades, de sus barrios y de las vidas de sus aficionados. También robaron otros elementos de la cultura trabajadora, como su música (hoy día tenemos la aberración de ver a toda la aristocracia, nobleza y burguesía colmando los conciertos de los Rolling Stones, de Bruce Springsteen, y lo harían con los Beatles si no hubieran desaparecido...y desde luego ésta era la misma gente que abominaba de ellos cuando aparecieron). Hasta no hace mucho, los ricos tenían su propia "cultura" (iban a la ópera y cosas así), después descubrieron que la de los trabajadores era mejor, se la robaron y la transformaron. Otro paso más en su política de hacer que las cosas pierdan su significado a base de utilizar los símbolos de los que se te oponen (ejemplo reciente de ésto fue ver la noche de las elecciones a los adeptos del Partido Popular gritando en Génova 13 "¡Sí se puede!"...).

    Desde luego que hoy día en el mundo del fútbol, de lo que menos se habla es de fútbol. Y por eso es cada vez más difícil ver un buen partido, ya que se premia el fútbol rácano y resultadista por encima del espectáculo y la belleza del juego. Vamos, que muchos partidos de primer nivel son un tostón. Y luego tenemos el circo mediático o la máquina del fango, con sicarios mediáticos en programas ridículos (Josep Pedrerol es el number one) donde sólo enmierdan el deporte, la decencia y el buen gusto.

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