domingo, 20 de febrero de 2011

Ha muerto Antonio Miró

El pasado día nueve de febrero ha muerto el arquitecto Antonio Miró. (Y yo me he enterado ayer, diez días después, porque ha tenido a bien publicar su obituario EL PAÍS. Espero y deseo que su tocayo modisto viva muchos años; pero, si acaso muriera, ¿cuánto tardaría un periódico como EL PAÍS en publicar su necrológica? Seguramente saldría en los noticiarios de la televisión y todo. Perdonad esta reflexión amarga sobre la insignificancia de la arquitectura).
Su nombre ha ido ligado durante muchos años al de su compañero Fernando Higueras, fallecido hace tres años (30-1-2008). Se perpetúa el concienzudo cliché de la pareja de arquitectos en la que uno es el artista creador más o menos loco y disparatado y el otro es el racionalista sensato. Dejémoslo así: es un cliché que funciona. Higueras era creativo, barroco, exuberante, salvaje... y Miró era racional, trabajador, metódico, aplicado... Pues bueno. El caso es que juntos hicieron obras notables.



 ("Corona de espinas" de la ciudad universitaria de Madrid, concurso en Montecarlo y viviendas para militares en la glorieta de San Bernardo, de Madrid).


No hablaré de su arquitectura precisa, orgánico-geométrica y potentemente plástica. Casi me apetece más hablar de su bigote.
Tuve el placer de conocer a Miró en clase de Fullaondo, en la que estaba su hijo como alumno y a la que él fue unos días a explicar algunos proyectos suyos. Como colofón nos llevó a su estudio una tarde. Un hombre amabilísimo, con un estudio fabuloso. Era muy cercano, muy amable, muy cariñoso, y tenía un potente bigote que dividía en dos su cara alargada y bonachona.
Hablaba muy bien, y transmitía amor por la arquitectura, sabiduría y seguridad.
Fullaondo nos contaba, supongo que en broma, que Higueras y Miró se conocieron haciendo la mili como alféreces, haciendo desfilar en la instrucción a las filas más curvas y serpenteantes de reclutas que uno podría imaginarse. Los calificaba, entre risas, como los peores alféreces del mundo, entregados siempre a la línea orgánica, a la curva natural, más que a las rectas líneas militares. Según Fullaondo, la mutua y recíproca constatación de su ineptitud militar fue la que les hizo amigos.
Las historias que contaba Fullaondo siempre tenían una verdad escondida o de segunda vuelta. Por eso repito aquí esa broma.
Higueras murió de una forma un tanto lamentable, entre broncas de justa indignación, enfrentado a todo y a todos. Miró ha muerto discretamente, silenciosamente, me imagino que con la suave sonrisa tímidamente escondida tras su espeso bigote. Así le recuerdo.

1 comentario:

  1. Hace aproximadamente 20 años cojimos un amigo ( Higinio el del volante ) y el que escribe el coche para ir a ciudad universitaría a enterarnos de que se estudiaba en diferentes carreras. Cuando ya nos ibamos de vuelta a casa, vimos el edificio "Corona de espinas" y dijo mi amigo. Para ahí, que vamos a ver que se estudia en ese edificio porque tiene que ser chulo.

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