martes, 8 de febrero de 2011

Coleccionismo arquitectónico

En los últimos años boyantes, antes de la crisis, se llegó a rizar un extraño rizo: Se pasó del afán hormigonero al éxtasis arquitectónico. Quizá fue una catarsis, o una revelación, o un acto final de sacralización y purificación, una justificación y una dignificación de la pasta gansa. Probablemente los beneficiarios del truco del almendruco de comprar por cien, menear el cotarro y vender por mil, acabaron creyéndose su propia magia, e invocaron a la sacrosanta arquitectura como sacerdotisa de esa nueva religión del pelotazo cósmico.
El caso es que se hablaba de arquitectos (no tanto de arquitectura, pero algo es algo).
Bueno, pues no estuvo mal que de tan sorprendente actividad económica se desprendiesen el interés y la atención por los arquitectos (aunque fuese de manera anecdótica, lateral y hojarrabanil).
Por todas partes se hablaba de los "arquitectos-estrella", y de su poder mágico y curativo para resolver todos los problemas urbanos, estéticos e incluso sociales. La gente conocía nombres de arquitectos no tanto como los de futbolistas (qué más quisiéramos), pero al menos como los de pintores y escritores, algo nunca antes pensado.
Se hacían chistes sobre arquitectos porque se sabía que el público los iba a entender.
(Este fenómeno, aunque característico de España, ocurría en todo el mundo).


El poder mágico hizo que la sola invocación de un nombre famoso ya significara de antemano que cualquier difícil problema urbano se iba a solucionar. Y la verdad es que así fue muchas veces.
Los alcaldes y los presidentes de comunidad hablaban de Rafa, de Zaha, de Jean, de Rem, de Arata, de Álvaro, de Norman o de Santi (sobre todo de Santi) como de amigos íntimos y valedores glamurosos. Se convirtieron en coleccionistas arquitectónicos como otros se hacen (nos hacemos) coleccionistas numismáticos.
Hay que reconocer que se trata de grandes arquitectos y que han hecho una gran labor.
Uno de sus mayores éxitos como “colectivo” ha sido la ciudad de Bilbao.

Bilbao era una ciudad hosca, dura, con una salida cutre a la ría y con unos problemas urbanísticos muy serios. Y ahora es una delicia y una preciosidad. Eso hay que decirlo.
En Bilbao (y cito de memoria) hay un Frank Gehry, un Rafael Moneo, un Norman Foster, dos Santiagos Calatravas, un Álvaro Siza Vieira, un Arata Isozaki… y el vicio sigue. Y como el coleccionismo arquitectónico no es privativo de la administración pública, las grandes empresas también se suman.
Una de las cosas malas del coleccionismo es que uno se harta de los "repes" y los cambia o los tira. En Bilbao hay una larga tradición arquitectónica abanderada por Ispuzúa, Galíndez, Smith... Racionalismo arquitectónico de los años veinte y treinta que ahora está de más, que tal vez recuerda a aquel Bilbao industrial, hosco, duro, que hay que olvidar.
Y la piqueta tira por tierra un grandísimo edificio de Ispizúa (Ideal Cinema, en verano de 2005) y ahora quiere tirar el edificio RAG, de Diego Basterra, con idea de que hiciera un edificio de viviendas Jean Nouvel. Al final no está claro que Jean Nouvel lo haga, pero el RAG se tira igualmente. Coleccionismo: "sile, nole, nole, sile". De Basterra tengo muchos repes, pero de Nouvel me faltan.
Del RAG escribiré una entrada aparte. Por ahora sólo me hago dos preguntas:
Primera: ¿Qué criterio hay para tirar unas cosas y no otras? ¿Por qué algunos ayuntamientos obligan a mantener una insulsa fachada de ventanitas y permiten tirar un Basterra o la pagoda de Fisac?
Segunda: ¿Qué extraña razón hace que un pueblo tan nacionalista, tan apegado a sus tradiciones y a sus gentes, destruya sistemáticamente la obra de sus arquitectos para sucumbir ante japoneses, canadienses e ingleses? (Que conste que yo soy partidario de la arquitectura, del arte y del pensamiento  internacionales, pero no me pega con el nacionalismo de los vascos).
Este post, y el que sigue, están dedicados a mi amigo Francis, que me lee y que espero que intervenga para decirme algo y corregirme mucho. (La noticia del RAG me la ha dado él. Ahora voy con ella).

2 comentarios:

  1. Gracias por la dedicatoria, amigo Mon.
    No tengo suficientes conocimientos para contestar a tus preguntas, pero mi intuición me dice que los ayuntamientos (y en general las instituciones) se rigen sobre todo por criterios económicos y de tráfico de influencias: "yo te dejo que lo derribes y construyas unos pisos aquí, pero tú ...". Y también políticos: el ejemplo es que hasta que no ha surgido una "guerra" entre Gob.Vasco (PSE) y Diputación Foral (PNV) con el tema del Guggenheim-2 en Urdaibai, han estado a punto de derribar el edificio de las Colonias veraniegas de la BBK en Pedernales, obra de Ricardo Bastida, con total impunidad. Es un edificio que me encanta, con muchas connotaciones para miles de vizcaínos, y en un paraje de extraordinaria belleza. Si puedes, ponnos una foto.
    Y, por cierto (ironías de la vida), el solar que antes ocupaba el Ideal Cinema, ahora es el Hotel Ibis (donde se alojó un amigo tuyo...)

    Un saludo
    Francis

    ResponderEliminar
  2. ...y hablando del "coleccionismo arquitectónico", tenemos un gran ejemplo en el ahora malogrado proyecto de Hadid para la estación de Durango (Vizcaya). Se trataba de una obra digna de faraones, para una ciudad de menos de 30.000 hab., a la que se sumaban además varios rascacielos. Yo fui a ver las maquetas porque no me lo podía creer (me lo contó un amigo de allí). Sería en el 2004 ó 2005. Me quedé anonadado.
    El año pasado decidieron que con la crisis aparcaban el asunto.
    http://www.zaha-hadid.com/transport/new-eusko-tren-central-headquarters
    http://images.arq.com.mx/noticias/articulos/425-Hadid_du_04.jpg
    Yo podría ser uno de esos, pero con más cara de "pasmado"...

    Un saludo
    Francis

    ResponderEliminar