martes, 3 de agosto de 2010

La emoción de lo imperfecto

(Dije que me iba a relajar, pero es que tengo más tiempo que nunca para escribir, y veo que seguís visitando el blog; así que sigo lanzado).

Os presento un vídeo de mi saxofonista favorito: Ben Webster. Por favor, vedlo y escuchadlo completo antes de seguir leyendo.




A Ben Webster siempre le suenan mucho las cañas, le babea la embocadura, y seguramente cualquier profesor de conservatorio (menos el catedrático del de Madrid Pedro Iturralde) le suspendería continua e irremisiblemente, convocatoria tras convocatoria.
Aquí le vemos en una actuación en un pequeño club europeo en mayo de 1970, con el pianista Teddy Wilson (y Hugo Rasmussen al contrabajo y Ole Streenberg a la batería).
Toca Old Folks (Viejos Amigos).
Ben Webster está sentado porque se rompió el tobillo hace ocho meses y aún se resiente. (Está ya mayor). Está incómodo. Está solo. No conoce demasiado a sus compañeros ni tampoco esa extraña ciudad europea, donde se gana la vida como un exiliado.
Marca un tempo lento (0:03), más lento del que quería darle el pianista. Empieza a tocar, y parece como si no le fuera bien la boquilla. Este hombre sobrio, que no gesticulaba ni hacía aspavientos, se pasa el tiempo revolviéndose en la silla (ej. 0:56) ajustándose la boquilla a la boca con un giro de cabeza (1:04), sacándosela y negando (1:20). Incómodo, termina su primer solo y recibe un aplauso un tanto desganado e inoportuno (2:18). En el jazz se aplauden siempre los solos, pero éste no es uno de esos de lucimiento y desafío. Éste ha sido una cosa muy íntima y muy sentida, y los espectadores se sienten intrusos en esa intimidad y aplauden con miedo. Efectivamente, los aplausos sobran.
Como mandan los cánones, ahora toma el mando el pianista. Es su turno. Tiene la mano derecha cansada y dolorida (2:48), seguramente después de un buen rato de tocar y tocar. Pero sigue. Conoce su oficio divinamente.
Mientras tanto, Ben Webster está como reconcentrado (3:01). ¿Qué piensa? ¿Qué siente? Parece abrumado (3:07).
En 3:26, parece que Ben Webster da por terminado el solo del piano y se acerca el saxo, pero mira hacia su izquierda. ¿Le han hecho alguna seña? El piano sigue.
Me da la sensación de que Teddy Wilson comete un pequeño error hacia el final de su solo (3:54). Más que fallar una nota me parece como si desmayara o desmadejara un poco el tema. No sé. En cualquier caso, tiene oficio y talento de sobra para que quede bien y no se note nada. Pero me da una vaga sensación de despiste o de cansancio.
En 4:09 vemos un primer plano de Ben Webster. Frog (la Rana), con sus ojos saltones y su sombrerito de costumbre no tiene la cara de hormigón armado de siempre: Está llorando.
Aplauden también desganada e innecesariamente a Teddy Wilson (4:16) y Ben Webster le felicita con un gesto y emprende su solo definitivo. Antes de salir le han dicho que su gran amigo Johnny Hodges acaba de morir en Nueva York. Es toda una vida de recuerdos, desde sus comienzos en la banda de Duke Ellington, en la que Hodges era el primer saxo, irreempazable, el auténtico sonido de la banda. Aprendió todo de él, y años después, cuando se fue, le tocó reemplazarlo.
Ha tocado su primer solo como ha podido, y en el descanso central, mientras tocaba el suyo el pianista, ha rememorado toda su vida, y su inexplicable supervivencia en clubes de Escandinavia, y su soledad allí perdido. Y toca el último solo de esa canción que precisamente se titula Viejos Amigos. Y él ya sólo tiene viejos amigos: viejos amigos muertos, viejos amigos alejados en los pliegues de su casi olvidada juventud y de su casi olvidada Texas. Y llora.
Ben Webster se va a morir tres años después en Copenhague, donde siempre le apreciaron y respetaron más que en su país. Pero no hay derecho a eso. No hay derecho a morirse tan lejos y tan solo.
Y toca llorando para su amigo Johnny Hodges y para sí mismo, y para su propia soledad. Quedan dos minutos de sufrimiento y de gozo.
La boquilla parece que le sigue molestando, y algún chirrido (5:22) no sólo no es inoportuno, sino que oportunísimamente nos dice que el saxo de verdad se toca con las tripas.


(Le cae un enorme lagrimón en 6:25. Es una actuación deficiente técnicamente. Los músicos no se han entendido muy bien, y el propio Webster no ha exhibido su mejor técnica. Pero decidme si no es emocionante y si no está toda la actuación llena de vida, y de talento, y de sabiduría. Lo relaciono (erre que erre) con el virtuosismo vacuo del post-manierismo, con los oropeles del high-tech y del tardobarroco, y, como siempre, os lo pongo como ejemplo de imperfección).

2 comentarios:

  1. Añado que, por el contrario, el aaroniano Kenny G tiene una técnica fabulosa pero no siente nada.
    En sus conciertos aparece tras la última fila del público, en el tercer anfiteatro, y desde allí va al escenario tocando sin parar, con la dificilísima respiración continua o circular. Es un prodigio de técnica, y tiene una limpieza de sonido sencillamente perfecta. Lo único es que su "música" sólo sirve para la sala de espera de un dentista. Eso es puro Aarón.

    ResponderEliminar
  2. Te felicitamos por el éxito que está teniendo tu blog.
    Besos de Diego y míos.

    ResponderEliminar