domingo, 12 de octubre de 2025

Todo se muere

Estoy leyendo un libro sobre jazz que me está gustando(1). El prólogo(2) es una declaración nostálgica de la que extraigo estos fragmentos:

"Durante décadas el jazz pasó de un acompañante a otro como una enorme cadena de vida, una tradición oral; uno aprendía de los mayores y pagaba por este privilegio demostrando su valía en la gran comunidad del jazz. Hoy en día, el jazz se enseña principalmente en las escuelas".

"Para aprender a tocar, se empleaba el método de prueba y error".

"El jazz es hoy, por encima de todo, un ejercicio académico, una música artística antes que la música de un pueblo".

La banda de Joe "King" Oliver en 1923

"Paradójicamente, en muchos sentidos, podría decirse que la música está 'mejorando'".

"... a lo que se está refiriendo [el autor] es a la quiebra en la continuidad de esa tradición. No es la música de jazz per se lo que está en peligro; es la tradición que dio sentido a esa música -y a las vidas de aquellos que vieron en ella un modo digno de pasar por este mundo- lo que está desapareciendo ante nuestros ojos".

"No se trata de si la persona es capaz de seguir juntando las notas sino si esto, al fin y al cabo, significa algo..."

Veo claramente que este pensamiento, que comparto, se da en el jazz y en cualquier otro ámbito de la vida. Todo se muere.

El autor y el prologuista del libro comparten el mismo amor y la misma opinión sobre el jazz: "El que yo amaba se ha muerto. Lo que fue mi gran pasión ya no existe". Observad que señalan (hago solidarios al prologuista y al autor del libro) que aunque el mundo tradicional del jazz -la enseñanza en cadena de tradición oral, el método de prueba y error, e, implícitamente, la miseria y la ignorancia de un pueblo marginado y oprimido- haya muerto, ahora en muchos sentidos la música ha mejorado. Pero, en conclusión, no se trata de juntar notas, sino de si esto significa algo. ¿Y qué significa el jazz? La tradición de un pueblo, dicen. Y yo añado que una heroica protesta contra la injusticia y la pobreza, una denuncia y una rebelión que se idealiza.

Escribo esto y pienso lo mismo de casi todo: En mis tiempos...

¿Y qué pasa con la arquitectura? Exactamente igual. Mucho BIM y muchas nuevas tecnologías, pero se ha perdido la "esencia", el "sentido". Es curioso: ¿qué esencia?, ¿qué sentido? "Es que ahora solo se hacen mamarrachadas". Vamos a ver: mamarrachadas se han hecho siempre, y muchísimas más que obras estimables porque hay muchos más mamarrachos que clientes y arquitectos estimables.

Ahora somos capaces de hacer grandes mierdas con estupendos medios técnicos. Claro: los medios técnicos cada vez son mejores, y la vocación de hacer grandes mierdas es eterna. Pero cuando alguien bueno hace algo bueno es muy muy bueno.

Lo que sí es cierto, y me da mucha pena, es que cosas que he querido mucho se acaben. Campos enteros, materiales e inmateriales, que han despertado mi amor y mi entusiasmo ya no van a existir más, y eso me produce una desazón enorme. El mundo se me hunde bajo los pies. Pero es como añorar los zapatos Gorila mientras reconozco que eran muy resistentes, sí, pero incómodos y nada versátiles, mientras que el calzado actual es mil veces más eficiente. Lo que añoro es la cantidad de horas que podía estar yo jugando al fútbol, retinto (carirrojo), sudoroso, pletórico, enfervorecido, dando punterazos con esos zapatones descuadrados.

También echo de menos los sínguels y los elepés en tocadiscos monoaural en los guateques. A ver si lo que echo de menos son los guateques, donde descubríamos que en el mundo había chicas, y que eran seres rarísimos y fantásticos. Y un cigarrillo y medio cubata a escondidas mientras bailábamos el Puente sobre aguas turbulentas, de Simón y Garfúnquel, o Michel, de Los Bítels. ¿Es por tanto la música de los sínguels y los elepés mejor que la de espotifai? Para mí sí. Pero no es que lo sea objetivamente: lo es para mí, aunque solo sea por las carátulas y los cuadernillos con fotos y con las letras de las canciones. (¿Pero qué digo, si teníamos dinero para tener dos o tres elepés como mucho, y todo eran cintas de caset grabadas y regrabadas que rebobinábamos con un boli BIC?)

He leído unas recientes declaraciones de Woody Allen diciendo que ya no va a hacer más películas porque ha perdido la ilusión. Dice: "La industria ha cambiado tanto que ya no es divertida. Antes tenía glamour, pero ahora todo es televisión y streaming, y las salas de cine están en decadencia. Cuando empecé, buscaba la aprobación de Bergman, Fellini, Truffaut. Eso terminó. Y mis amigos se han ido".

Lo comprendo perfectamente. Su nostalgia de las salas de cine ante el streaming es la misma que acabo de decir mía de las carátulas de los discos ante el espotifai. También es, en el fondo, la nostalgia de lo físico frente a lo virtual, y la de convivir con los amigos de una cierta manera. Pero yo no digo que lo de ahora sea peor, sino que lo que yo amaba ya no existe, y eso me da mucha pena. Digamos que no me importa demasiado que las cosas ahora también sean buenas: es que no son las que yo amaba. Y ante eso no hay más argumentos.

Fijaos qué casualidad, que para toda la gente a lo largo de la historia, el mundo se ha ido a la mierda justo cuando ellos han cumplido una edad. Qué curioso. A ver si no va a ser el mundo.

Vuelvo al principio: El jazz se estudia ahora en los conservatorios en vez de en los callejones, en los garajes y en los burdeles. Las armonías cada vez son más sofisticadas. La música es mejor. Pero ya no es MI jazz. Ya no es el jazz DE SIEMPRE.

Pues sí: todo se muere. Pero es porque todo resucita, todo se transforma y todo se renueva. Otra cosa es que a mí me pille ya cansado y fuera de juego. Tengo derecho a estarlo, pero a lo que no tengo derecho es a decir que ya nada vale nada y que las ilusiones de los jóvenes actuales ya no tienen objeto sencillamente porque ya se pasaron las mías. Eso sí que no puedo decirlo; de ninguna manera. Hasta ahí podríamos llegar. Para los jóvenes todo está por descubrir y por disfrutar.



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(1).- GARCÍA MARTÍNEZ, Chema, Tocar la vida. El músico de jazz: vueltas en torno a una especie en extinción, Alianza Editorial, Madrid, 2019, pp. 516.


(2).- El prólogo es de Ben Sidran, "LOS ESPACIOS ENTRE LAS NOTAS. El músico de jazz como especie en extinción". pp. 15-20.

1 comentario:

  1. ... El evangelio. Gracias por estas clases magistrales magistrales que aunque las pagues baratas las recibo como carísimas

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