En el año 1953 los arquitectos daneses Jorn Utzon (1918-2008) e Ib Mogelvang (1919-1993)(1) hicieron unos dibujos a mano alzada y los presentaron al concurso de casas baratas Skansa en Skane (Suecia).
Son dibujos muy buenos, muy agradables, muy cálidos y muy vivos, que aunque están pensadísimos dan una sensación de espontaneidad e inmediatez. Pero lo que muestran sobre todo es versatilidad. Mirad estas plantas:
También la forma de agruparse es versátil y puede adaptarse a distintos tipos de terrenos y ordenaciones.
En una parcela aproximadamente cuadrada, un esquema en ele con las imprescindibles ventanas al exterior bastante pequeñas, y sin embargo muy abierto al patio interior, buscando la intimidad.
Fueron ellos, Utzon y Mogelvang, quienes, para dar fuerza y justificación argumental a su propuesta, se inventaron los diversos (infinitos) habitantes posibles de estas viviendas, y con ellos los variados programas a satisfacer.
Se imaginaron los relatos de sus vidas, de sus aficiones, de sus juegos, de sus amores... Llama la atención, por ejemplo, que en la primera vivienda que he puesto estén construyendo una barca. Y así todo.
Yo he hecho muchas casas para clientes directos, y a menudo he lamentado que no supieran contarme una afición particular, un sueño, una pasión. Es bastante rutinario hacer casas estándar para gente estándar y andar siempre con los mismos clichés. Las (más bien pocas) veces que me contaban algún detalle o punto de vista especial(2) la casa quedaba muchísimo mejor. Quedaba una casa de verdad, dispuesta a llenarse de vida.
Vamos a leer lo que escribió Utzon sobre este proyecto (que acabó dando fruto en el de las casas Kingo y en el de las Fredensborg):
"Me senté e imaginé a varias familias viviendo en esas casas. Hay una casa para una familia con unos padres terriblemente desordenados; tienen todo tipo de trastos y un barco a medio acabar en el jardín: la madre intenta cultivar bayas para hacer la mermelada, pero sus hijos y los del vecino, que corren por todas partes y piden comida en la cocina, lo han echado todo a perder. Todo eso puede verse en los dibujos. Después hay otra familia con la que vive el abuelo, quien tiene un pequeño edificio para él solo. Es un maestro tornero que vive en una parte de ese pequeño edificio, donde también tornea sus cosas, y tiene un garaje abierto al que va para tomar la comida de la cocina; por supuesto también hay nietos, de modo que se trata de una verdadera casa para tres generaciones. En la tercera casa vive una señora a quien le gustaba mucho un joven, y juntos decidieron que sólo construirían un gran dormitorio, una sala de estar y una cocina. Desdichadamente, el joven la dejó por otra mujer, y como a ella se le daban muy bien los pasteles, se construyó una pequeña tahona, criaba aves de corral y así se las fue apañando; de modo que se ve una pequeña tahona que sobresale de la casa. Había gente un poco pirada por sus hobbies; un hombre que criaba abejas y que quería unas plantas concretas y no dejaba que nadie entrara en el jardín; y otro que no quería tener su garaje junto a la calle y lo colocó al fondo del jardín, de manera que había un paso para coches en uno de los laterales del jardín. Todo esto enseña lo más importante: hay que empezar a imaginarse la vida de la gente antes de empezar a proyectar la casa."
Me encanta la idea: imaginarse la vida de la gente antes de empezar a proyectar una casa. (Obviamente este proyecto -como el de un bloque de pisos o el de unos chalés adosados- era para gente desconocida, y por eso se la tenía que imaginar. En uno para clientes tangibles lo que hay que hacer es intentar conocerlos lo mejor posible).
El año que aterricé en la URJC hubo algún pequeño desajuste de encaje con algunas bajas y algunas altas del profesorado, y la coordinadora del grado, Raquel Martínez, me puso provisionalmente a dar Introducción a Proyectos con ella en el segundo cuatrimestre. No era mi especialidad y me defendí como pude, sobre todo gracias a su ayuda y a su guía.
Una cosa que me gustó muchísimo es que les había puesto a proyectar la primera casa de su vida, y para que rompieran el hielo y no se anclaran en las casas convencionales (todos, en nuestros comienzos como estudiantes, hemos tomado siempre nuestra propia casa como Neufert(3) y guía para todo), Raquel les había pedido casas muy especiales para gente muy especial. El retrato (georgesperequiano) de los habitantes era fundamental, y cada estudiante tenía que presentar a los de su casa (llamarlos raritos sería lo más suave) antes de lanzarse a diseñarles una que satisficiera sus necesidades, su forma de vivir, sus aficiones y sus caprichos. El estímulo era enorme y la verdad es que la gente se soltó el pelo e hizo cosas muy interesantes.
Leí que Curro Inza había ido en esa misma línea (o parecida) en la Escuela de Navarra. Les ponía como ejercicio, por ejemplo, el pequeño taller de un reparador de bicicletas con su vivienda encima, y se demoraba en explicar con todo detalle cómo desayunaba antes de bajar a abrir el negocio, cómo colgaba las bicicletas, con qué pachorra atendía a sus clientes, etcétera, para que los estudiantes le vieran y le entendieran antes de ponerse a hacer una propuesta arquitectónica.
A mí eso me parece no solo muy bonito y muy sempeísta, sino muy necesario para hacer arquitectura. La arquitectura es para la vida, y hay que empaparse de la vida para atreverse a aventurar alguna idea arquitectónica.
En esa misma línea seguí con Miguel Barahona, que es un arquitecto con una gran formación en la abstracción como motor formal y espacial, pero que la hace pasar por esta misma idea de la vida, que siempre se impone sobre aquella. Es, por así decir, la vida pidiendo soluciones y la forma adaptándose a esos pedidos. Hicimos buenas cosas con viviendas también atípicas que convivían con negocios, y recuerdo especialmente una vivienda-restaurante deliciosa que él explicó.
El esquema docente se iba aclarando y vino Serafina Amoroso, profesora y arquitecta italiana, para ocupar mi lugar de manera mucho más pertinente que yo, pero convivimos durante un curso en el que se solaparon su entrada y mi salida con la permanencia de Miguel Barahona. Ella tiene un gran dominio de las estrategias de composición formal y espacial a base de módulos sencillos que se articulan, enlazan, prolongan, etc., y del mismo modo esas operaciones geométricas y espacial-volumétricas se disponían para alojar la vida y darle marco y cancha.
Fueron unos años muy productivos y, para mí, muy aleccionadores. Y al leer ahora el texto de Jorn Utzon(4) he recordado con intensidad a mis compañeros y me he dicho que es exactamente así, y que creo que ese es el camino correcto: el que siguen los cuatro. (Los cinco, si incluyo a ese Ib Mogelvang de quien no sé nada).
Estupenda entrada, gracia
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