domingo, 19 de marzo de 2023

Padre

Desayuno muy a menudo en una churrería que lleva un antiguo futbolista local con su familia. Es un sitio pequeño y antiguo (por no decir viejo). Como además hacen unos churros y unas porras excelentes suele estar muy lleno a la hora crítica.

La zona de atención al público es de planta rectangular y tiene una barra de lado a lado justo enfrente de la puerta de acceso. En las otras tres paredes hay una pequeña repisa corrida donde apoyar el desayuno, que se trae uno mismo desde la barra.

La repisa tiene pocos centímetros de anchura. Tan pocos que el plato de las porras queda en voladizo
(pero por lo menos su centro de gravedad está dentro)

Las paredes están alicatadas hasta algo más de un metro y medio de altura con azulejos marrones veteados de forma lobulada, que hablan de otros tiempos y que hoy, tras haber rebasado ya la categoría de "horteras" han entrado por derecho propio en la de "vintage".

He dicho que el churrero fue futbolista y se nota: Todas las paredes están llenas de fotografías rancias y emocionantes del equipo de fútbol. El churrero, hoy setentón, aparece en muchas de ellas de jovencito, cuando era el brillante delantero centro del equipo. Se ven también formaciones de otras épocas, pero son las menos.

Un día estaba terminando de desayunar en la barra y llegó un hombre algo más joven que yo a pedir su desayuno. Había algún hueco libre en la repisita perimetral, pero en la barra estaba todo lleno. Cuando le pusieron lo que había pedido yo le di al churrero un billete de diez euros y esperé mis vueltas. El hombre que estaba detrás de mí estiró su brazo para llevarse el desayuno y le dije que en un momento me iba y le dejaba el sitio libre.

Me contestó que gracias, pero que iba a desayunar con su padre, y me señaló un rincón. Pero allí no había nadie.

Me vio la cara de despiste que puse y me aclaró:

-Siempre desayuno ahí. Mi padre está en esas fotos. Vengo a esta churrería por eso.

Tomó en una mano el platito con el café y en la otra el de los churros y se fue allí. Yo recogí mis vueltas, me las eché al bolsillo y me dispuse a salir.

De pronto, y no sé por qué -porque soy buen conversador (e incluso demasiado hablador) con mis amigos, pero seco y lacónico con los desconocidos-, me sorprendí a mí mismo yendo al rincón en vez de a la puerta de salida. He estado en ese sitio cientos de veces (voy casi a diario y llevo un montón de años, así que, día a día, me ha ido tocando desayunar en todos y en cada uno de los puntos del local), y he visto esas fotografías otras tantas.

-¿Quién es su padre? -le pregunté.

-Este de aquí. Y este. También está aquí -y me lo iba señalando en cada foto.

Aprovechó también para decirme algunas otras cosas de su padre, relacionadas con su labor en el club y en el deporte de la ciudad después de dejar de jugar, de las que también estaba orgulloso y -no sé cómo decirlo- sentí que en una ciudad de ese tamaño el fútbol es el alma de muchas cosas. Hay un alma futbolera, y el club, de tercera división, es un hito en la historia del lugar. La gente conoce y ha conocido a sus jugadores, pero también a sus presidentes y a sus tesoreros, y ha sufrido los sinsabores de la gestión de todo aquello, y lo exhiben como sus señas de identidad.

Estaba orgulloso de su padre y sé que ese orgullo debió de ser mutuo.

Le di la enhorabuena y salí de la churrería impresionado, pensando en eso y evocando (de nuevo) que yo siempre estuve orgulloso de mi padre y él también lo estaba de mí y de mis hermanos.

También pensé que desde hace bastantes años yo también soy padre, y me pregunté qué pensarían mis hijos de mí. Nos queremos mucho, sí, pero qué pensarán, qué sentirán. No pretendo que estén orgullosos de mí. Me vale con que estén razonablemente satisfechos.

Así que ser padre era eso.

2 comentarios:

  1. Me hago a veces la misma pregunta, aunque barranco la respuesta. Mi padre sigue estando en muchas de las cosas que hago, y mi hijo hace cosas que hacía yo a su edad. Es una rueda, José Ramón, y gira perfectamente engrasada. Preciosa entrada, me ha emocionado

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  2. Que recordemos y reconozcamos a nuestro padre (o a nuestros padres) cuando ya no vive, y cada vez más, al menos esa es mi experiencia, creo que nos dignifica mucho. Acaso algún día, cuando ya no estemos, suceda lo mismo en el sentimiento y la emoción de nuestros hijos, Gracias por el artículo. La vida es eso.

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