Una famosa imagen que cualquier buen conocedor de la arquitectura moderna sabe identificar es esta:
Pero si no has sabido no te preocupes. No pasa nada. Para eso estoy yo aquí. Este blog cumple una admirable (no es porque yo lo diga) función social, aunque hasta la fecha no haya sido reconocida por el gobierno, el parlamento europeo, la otan ni la academia sueca. Ya sabéis: las cosas. La vida injusta.
Esa foto pertenece a la casa que le hizo Le Corbusier en 1923 (la terminó en 1924) a su señora madre -Marie Charlotte-Amélie Perret (dite Jeanneret-Perret)- en Corseaux (Suiza), en la orilla del lago Léman.
Fue una de las primeras obras del arquitecto, quitando sus iniciales y afortunadamente muy escasos chaletones suizos -por más que Colin Rowe(1) se quiera emocionar con alguno de ellos-, y ese rincón de la fotografía es formidable: Una tapia de piedra que tiene un agujero rectangular por el que se ve el lago. Ante ese agujero hay una mesa de hormigón con una pata y dos bancos de estructura de acero y tablas de madera.
Un hueco casi monástico. Un rincón para mirar, pero también para charlar, comer o leer. La disposición de la mesa y los bancos permite todos esos usos deliciosos. Y siempre el lago.
El muro de cerramiento tapa la vista de lo más valioso del entorno. Todo ese paisaje, toda esa amplitud, toda esa luz, toda esa limpieza azul. Ese hueco abierto al horizonte es una necesidad, un grito de libertad. El muro de la prisión desaparece en ese recuadro y el espacio se abre y se expande. Un gesto de pura arquitectura, de puro control de espacio.
Pero espera, espera, espera. No sigas por ahí. ¿Cómo que ansia de libertad y de horizontes abiertos? No, no. De eso nada. Toda la parcela de la casa da al lago en un frente abierto; abiertísimo.
Le Corbusier practica ese agujero para liberar a su madre de una prisión que ha impuesto él mismo. Ante el inmenso lago, ante la libertad del paisaje, ha construido un trocito de muro innecesario y encorsetador, solamente para poder abrir en él una ventana. Pero si todo estaba abierto ya, pero si las vistas estaban dadas de antemano. ¿Por qué negarlas para luego permitirlas? ¿Por qué imponer una prohibición solo para poder saltársela? No tiene mucho sentido, ¿verdad?
Lo primero que me sugiere eso es compararlo con ver una película de terror, que no quieres verla pero la quieres ver, que te proteges de ella pero te abres a ella, que haces un muro opaco con tus manos pero separas dos dedos para mirar entre ellos.
¿Por qué hace eso Le Corbusier? Creo que porque quiere teatralizar el paisaje, hacerlo artificial. El lago está allí, y las montañas del fondo también. Y están desde siempre. Y se ven desde cualquier punto. Lo presiden todo y llega un momento en que se hacen invisibles para los habitantes de esa zona. ¿Cómo volver a darles interés? Tapándolos; y, una vez tapados, abriendo un agujero que permita mirarlos. Ya no es ver, sino mirar. Ya no es recibir pasivamente el paisaje en los ojos, sino buscarlo con la mirada, que es una cosa muy distinta.
Le Corbusier es un escenógrafo, y con ese gesto tan elemental y tan sencillo (pero nada simple) domina el paisaje, lo llama para que acuda a su madre. Es un gesto de pura arquitectura, de puro control del espacio. Un muchacho tan joven ya demuestra ser un maestro. Y también un manipulador.
No creo que tenga mucho que ver, pero lo asocio por ejemplo con esto:
Esta es una puerta que veo a menudo, y por la que paso. Es un resto del patio o plaza de acceso al antiguo Cuartel de Pavía(2) de Aranjuez. Cuando fue cedido al municipio, ese patio se abrió y quedó como plaza ajardinada de la ciudad. Se derribó la tapia que lo delimitaba, y tanto las garitas de vigilancia como la puerta monumental de acceso quedaron exentas, como esculturas en el borde del jardín.
Pues bien: hoy se puede acceder a ese espacio urbano por cualquier punto, ya que, como digo, no hay tapia alguna. Pero una gran cantidad de gente, entre la que me incluyo, entra por esa puerta. ¿Por qué? Es un gesto algo más incómodo que pasar por fuera, ya que te puedes cruzar con alguien y sentir cierta estrechura. Pero no obstante pasamos por ese hueco que veis en la foto.
No tiene ningún sentido práctico ni funcional (es realmente "ponerle puertas al campo") ni ninguna explicación racional. Debemos de hacerlo por puro simbolismo, por subrayar el acto de entrar, y también, como hizo Le Corbusier, por enmarcar ese jardín desde la puerta y verlo desde ella.
(1).- Siempre es un buen momento para recomendar fervorosamente su libro Manierismo y arquitectura moderna y otros ensayos. Y que conste que yo no conocí a ese señor.
Te puede la adoración por el maestro.
ResponderEliminarLa verdad, es que esa foto en la que se ve el paisaje, el muro y ese "pilar-palillo" deja claro que hasta los grandes meten la pata a menudo.
Sí. Respeto muchísimo al maestro, de quien aprendo cada día. Pero mucho mucho mucho no lo adoro. A veces cuento cosas de él que no me parecen bien.
EliminarY tampoco es que pretenda que ese muro, con ese hueco, esa mesa y esos bancos sean su obra maestra absoluta; tan solo intento interpretarlo.
Gracias por el comentario.
Me recuerda algunas de las cosas que dice Christopher Alexander en «A Pattern Language».
ResponderEliminarPor cierto, será Fernando VI, ¿no?
Muchas gracias. Sí. Es Fernando VI. Tomé la información de una web y copié sin comprobar. He mirado ahora en otros sitios y, en efecto, fue durante el reinado de Fernando VI. (La fecha 1752 es correcta). Muchas gracias por la corrección. Ya lo he cambiado en la entrada.
EliminarEs que Le Corbusier no era tan " rancionalista" . Usaba el color como trampantojo aunque anteponía la forma a este y le gustaba la escenografía. Esa intervención se puede entender como una escultura, de ejecución sencilla pero con valores poéticos, simbólicos y narrativos . Algo lúdico también. Una paradoja, un oxímoron,una ventana a un paisaje abierto. Otra opción sería que fuese un vestigio que al igual que esas puertas exentas que podemos apreciar en otras ciudades dan testimonio de lo que allí hubo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Estoy de acuerdo en que Le Corbusier era mucho más "simbolista" y complejo que lo que parece.
EliminarY tanto, aún estoy esperando que alguien me explique que ven todos mis compiscuos colegas en Ronchamp para ponerse de rodillas como si se tratase del monolito de odisea en el espacio...
ResponderEliminarQué artículo tan interesante, José Ramón. Me ha encantado.
ResponderEliminarEs una ventana al campo. Un oxímoron, una antinomia .Las ventanas son puertas de luz enlaces con el mundo exterior, pero aquí todo es exterior. Desaparece el binomio fuera/dentro. Pero,ojo, no cumple sólo una función poética, también genera un espacio con sombra y más seguro a la par que ofrece unas vistas más privilegiadas que las del interior de la casa.Curioso, como muchas puertas exentas y descontectualizadas, la de un desaparecido hotel en el Parque del agua de Zaragoza o la Puerta del Carmen,por ejemplo. Pero no mucho más
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