martes, 15 de marzo de 2022

El premio

Nos acabamos de enterar de que le han dado el Premio Pritzker (sí, ya sabemos: "El Nobel de la arquitectura") a Francis Keré (Diébédo Francis Keré, para ser más completos), y nos ha hecho mucha ilusión, en general, a todo el colectivo de arquitectos. (Vamos, yo hablo de lo que estoy viendo por aquí).


Soy un ignorante. Confieso que no había oído hablar de este ilustre arquitecto hasta hace nada, hasta 2018, año en que el Museo ICO le dedicó una estupenda exposición (como todas las suyas).

Aparte de la indiscutible calidad de su arquitectura, lo que nos llama la atención y nos enamora es su película: Nacido en el pueblo de Gando, en Burkina Faso, en 1965, era hijo del jefe de la tribu, y su padre tuvo la suficiente lucidez como para mandarle a la escuela para que aprendiera a leer y así pudiera descifrarle las cartas que le llegaban y además saber algo de cuentas, que siempre viene bien.

Lo malo era que Gando no tenía ni escuela, así que a los siete años de edad tuvo que dejar su pueblo y a su familia y marchar a la capital del país, Uagadugu.

Tras terminar sus estudios primarios obtuvo una beca de una entidad alemana, unas cosas llevaron a otras, el asunto se fue liando y el niño que había ido a aprender a leer y las cuatro reglas terminó completando estudios secundarios en Alemania y entrando después en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Técnica de Berlín.

(Total: Que a su padre seguían sin leerle las cartas).

La película termina cuando el joven arquitecto vuelve a su pueblo y construye la escuela. Una música emotiva va subiendo de volumen y se ve a los niños entrar, sentarse y atender a la maestra, mientras que el arquitecto, en un plano superpuesto, saluda y sonríe. Fin. Todo hace presagiar que la creatividad y el servicio a la sociedad seguirán creciendo.

F. Keré. Escuela de enseñanza primaria. Gando, Burkina Faso.

Y así fue. El colegio cuajó y prosperó, y pronto hubo que ampliarlo.

F. Keré. Extensión del colegio. Gando. Burkina Faso.

E incluso años después Keré proyectó unas residencias para los profesores.

F. Keré. Alojamientos para docentes. Gando. Burkina Faso.

La arquitectura de Francis Keré era muy imaginativa y al mismo tiempo muy sencilla, muy sensata y muy barata. Estaba pensada para ser construida con muy poco dinero y también con una técnica que los trabajadores locales supieran realizar, y con unos materiales que se encontraran en la zona.

En este blog siempre he despotricado de los arquitectos estrellas que solo construyen monumentos a su ego, cuesten lo que cuesten y aunque tripliquen los presupuestos previstos, y a quienes no les importa nada arruinar todo lo que tocan con tal de enriquecerse ellos y pasar a la frívola posteridad por sus extravagancias autocomplacientes. Francis Keré no es nada de eso, y su actitud ética y profesional me parece admirable. Pero es que además hace cosas muy buenas y muy atractivas, que le han valido el reconocimiento mundial.

Los habitantes de este primer mundo supertecnológico y, como acabo de decir, narcisista y exhibicionista, tenemos mala conciencia, sentimiento de culpa, y por eso aprovechamos cuando podemos para aplaudir al héroe pobre, al adalid de los desnudos y los marginados, y entonces le colmamos de honores para acallar un poco nuestro amargor y volvernos, algo más reconfortados, a nuestras casas y escuelas de lujo. Anodinas, tontas, pero aun así de lujo comparadas con estas admirables obras de Keré.

Keré nos emocina con sus hallazgos de la (permítaseme) "tecnología del botijo" y nosotros le aplaudimos mientras abrimos el frigorífico para sacar una cerveza fría. Sí, el botijo es un invento ancestral, un monumento al ingenio humano, pero el frigorífico eléctrico también lo es y además enfría más. De acuerdo, el botijo es más respetuoso con el medio ambiente, no consume energía y no produce gases contaminantes, y por eso nuestra hipócrita respuesta es que los pobres nos limpien el mundo con sus botijos mientras nosotros damos sin parar al botón de escupir cubitos de hielo de nuestra fastuosa nevera king size y superconsumidora.


Un poco de esto hay también en el premio. De repente nos damos cuenta de que tenemos que ser éticos. Ya se notó en la anterior edición, cuando se lo dieron a Lacaton y Vassal, y aun en la anterior, con Grafton Architects, lo que muestra una muy interesante deriva.

(Aunque de todos los premios hay que decir lo mismo: Cuando se los dan a alguien que no nos gusta son una porquería, están vendidos a lo comercial, son de muy mala calidad, prostituidos, etcétera, y cuando premian a alguien a quien admiramos son premios muy importantes, de gran repercusión y todo lo demás).

Nuestro héroe, terminada ya la emotiva película, siguió con una trayectoria intachable, aferrado a sus principios, pero también tocó el éxito, la fama y el oropel, y se ha dado el gusto de hacer alguna obra de puro lucimiento.

Pabellón Serpentine. Londres. 2017


Pabellón Tippet Rise Art Center, Montana, EEUU, 2019

Pero incluso en estas obras de lucimiento sensual y de lujo su forma de trabajar y de pensar sigue siendo la del apego al material y a las técnicas imaginativas pero directas y sencillas, y sabe lograr una gran riqueza sin exabruptos ni disparates, y con una lógica formal y constructiva.

Celebremos, pues, este premio y a este arquitecto, uno de los más brillantes y creativos, y también más coherentes, del panorama mundial.

2 comentarios: