martes, 28 de diciembre de 2021

El Quijote peludo

A lo mejor publicar esto un 28 de diciembre os hace pensar que es una broma y no os creéis nada, pero os aseguro que esta historia es real. Es tan real como pueden serlo las cosas reales, las manías de la gente, sus decisiones incomprensibles, sus rasgos morbosos de mal gusto y de sentimentalismo más kitsch y más siniestro.

(Si no os fiáis de mí os invito a navegar por internet y, sobre todo, a leer el artículo que enlazo en la nota final. Hay muchos testimonios de lo que sigue).

Le Corbusier tenía un perro al que llamó Pinceau (que podríamos traducir como "Pincel", "Brocha", o algo así, y que desde luego tiene relación con su pelaje).

Hay fotos en las que se le ve en actitud cariñosa con su perro, al que le tenía mucho cariño.



Aquí también está Yvonne, la esposa del arquitecto

Parece que hay un tipo bastante recurrente en la historia de la literatura que es el de "escritor con gato", y que no sé si implicará algún estilo o querencia en concreto. También podríamos establecer la de "arquitecto con perro", pero no es esta mi intención, al menos en este momento. Baste saber que Le Corbusier tenía perro y lo quería mucho.

De lo que va esta entrada es de que tal vez lo quería demasiado, o al menos de una forma desaforada.

Los perros viven bastante menos que las personas, y en este caso también fue así y el cariñoso Pinceau falleció el día 6 de noviembre de 1945. Père Corbu se sumió en la angustia y en la desesperación y no se resignó a separarse de él del todo y para siempre, así que se quedó con un recuerdo.

Le Corbusier siempre tenía a mano una edición de Don Quichotte en dos tomos. Una buena edición sobada y leída muchas veces. Le gustaba como texto y como objeto acariciable. Disfrutaba mucho con su lectura, pero también con su contacto, y la llevaba consigo a menudo.

Pues sí: Cuando Pinceau murió su amo hizo retapar los dos tomos con su peluda piel.





Qué cosa más bonita, qué detalle tan sentido. Qué manera más sutil de seguir acariciando el pelo de su amigo, haciéndolo al paladear la lectura de su libro preferido.

Y es que cuando uno es artista lo es en todo. Qué finura, qué elegancia, qué cosa tan sensible y grata.

Uno ve esta prueba de amor y se retrotrae a otros ejemplos de lucha contra la muerte, de ansia por el recuerdo:

Pero en todos ellos se intenta mantener al muerto con su misma forma, con su identidad. Le Corbusier podría haber hecho disecar a Pinceau. Sin embargo, esto que hizo es una cosa aún más rara. Es una especie de transmutación o de transubstanciación: Es querer convertir al perro en libro, al animal en historia, a la vida en mito.

Ahí, en mi opinión, hay algo de reliquia mágica, capaz de operar alguna suerte de milagro. La mera proximidad del objeto, su mero contacto, comunica cualidades y propiedades deseadas. 

La mano incorrupta de Santa Teresa

Reliquias santas que se llevan encima como talismanes, y a las que se recurre como auxilio en los momentos de zozobra y en las tomas de decisiones; una ayuda en las dudas, un consuelo, incluso una inspiración.

¿Acariciaba Le Corbusier su Quichotte peludo, su reliquia de Pinceau cuando proyectaba la Unité de Marsella, o cuando imaginaba la cubierta alabeada de Ronchamp? Seguro que sí. Siempre tenía a mano los tomos. ¿Recurriría a la caricia del pelo de Pinceau cuando estaba estresado? Es muy posible.

¿Dejará alguna vez de sorprendernos este hombre? Seguramente jamás.


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NOTAS:

*¿Qué hizo Le Corbusier con el resto de Pinceau no empleado en la encuadernación? ¿Lo enterró incompleto? ¿Lo enterró a medio desollar? Esto me da todavía más grima que lo otro.

* He puesto el cartel de El Jorobado de la morgue, película de Paul Naschi rodada en buena parte en Seseña (en la cueva de Antonio y Marisol). El protagonista trabaja en el depósito de cadáveres. Muere su amada y pretende que un científico loco la resucite. ¿Quién puede negarse a este pepinazo? Además hay una escena formidable con ratas, pero eso no sé si lo contaré algún día.

Paul Naschi en la cueva de Antonio y Marisol

* Mucho más serio y fundamentado que esta entrada del blog es un artículo de Miquel Lacasta en el que reflexiona sobre ese Quichotte forrado de Pinceau y medita sobre los conceptos de "lo bello y lo siniestro" en relación también con "lo bello y lo sublime". Menciona a su vez la tesis doctoral de Ernest Ferré. (Lo podéis leer clicando aquí).

1 comentario:

  1. Quiero creer que la anécdota es apócrifa. Ni siquiera me han quedado ganas de contrastarlo, no vaya a ser verdad.

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