sábado, 20 de febrero de 2021

"Aarón" Johnson

Dedicado a Josefa Blanco Paz y a Rodrigo Almonacid
Canseco
, que me proporcionaron material gráfico y datos
básicos para esta entrada, pero que no comparten necesariamente
las opiniones que vierto aquí.


No le tengo ninguna simpatía a Philip Johnson. (Ya está. Ya lo he dicho. Se queda uno mucho más a gusto así: Declarando sus fobias para que queden claras desde el principio y escribiendo luego sin más tapujos).

Fue un joven rico y muy listo, incluso demasiado rico y demasiado listo, que sintió una gran atracción por el nazismo, cosa bastante difícil de entender en un homosexual, pero yo ya estoy curado de espanto, y a estas alturas tampoco me tiraría de espaldas una asociación de toreros afiliados al PACMA o incluso otra de futbolistas no tatuados. En este mundo hay de todo.

Philip estudió filología. Se sentía fascinado por las ideas potentes y rotundas, por el arte y supongo que por los uniformes de Hugo Boss y toda esa faramalla que encandiló a tanta gente lista y tonta. Nacido en 1906, a sus veintitantos y treinta y pocos años se propuso impulsar la agenda nazi en los Estados Unidos. Viajó a Alemania y no le pareció mal lo que se estaba haciendo con los judíos. Tampoco se opuso a las burlas al "arte degenerado", aunque él sí que admiraba a muchos de los artistas de vanguardia e incluso a algunos los ayudó a salir del infierno.

De alguna forma quería conservar una vergonzante apariencia de dignidad y de hipocresía. Era un mal bicho, pero un hombre inteligente y astuto. Cuando el partido nazi estadounidense que estaba auspiciando y en el que incluso tanteó hacer carrera política no llegaba a nada, cuando en Europa la locura del Tercer Reich se veía que no iba a triunfar, pero sobre todo cuando toda la gente guapa de Nueva York le hacía ascos a esa brutalidad, dio un descarado giro de timón, pasó a otra cosa, mariposa, y olvidó todo eso. Las ideas son hermosas cuando tienen aspecto de triunfar, pero se vuelven intolerables cuando fracasan. A él le podía valer cualquier ideología, menos la de perdedor.

En Europa le había llamado muchísimo la atención la arquitectura moderna, y a su vuelta a casa se convirtió en un ferviente divulgador y promulgador de ella. Se le escuchaba y se le atendía. También se le temía. En poco tiempo fue uno de los más influyentes popes del Movimiento Moderno. En 1930, con solo 26 años de edad, se convirtió en el primer director del recién creado Departamento de Arquitectura del MoMA. En 1932 organizó y dirigió junto al historiador Henry-Russell Hitchcock una fantástica exposición sobre arquitectura moderna en su departamento del MoMA y escribió con él su catálogo, que se convirtió en la piedra fundacional del Estilo Internacional y cuyas tesis marcaron el rumbo de la arquitectura mundial durante décadas.

En 1940, ya con treinta y cuatro años, comenzó a estudiar arquitectura. Lo hizo en Harvard, claro, y con Walter Gropius como profesor. Era lo mínimo para él.

Estaba obsesionado con Mies van der Rohe. Tanto que en cuanto el maestro alemán se puso a construir la casa Fransworth él se hizo la suya imitándolo (pero peor: Cuentan que el propio Mies pasó una noche en ella sin poder dormir por lo mal resueltos que estaban a su juicio los soportes de esquina).

Johnson escribió la primera monografía sobre Mies y le abrió las puertas de la alta sociedad estadoundiense. Puso todas sus influencias al servicio del alemán, y en 1954, finalmente, proyectó con él el edificio Seagram. (Entiendo que estuviera deseando trabajar con su admirado maestro, ¿pero por qué iba a querer Mies admitirlo como coautor? Nada de colaborador, o ayudante; no, no: coautor. ¿Tal vez porque el rico e influyente Johnson había sido quien había conseguido el encargo convenciendo a los propietarios de las bondades de Mies? Pues sí, claro; naturalmente).

Mies van der Rohe y Philip Johnson con la maqueta del edificio Seagram

No sé cuánto hay de Johnson en el proyecto(1). En todo caso se ve el talento y la finura de Mies en cada detalle, en cada tornillo. (Esto es literal: Me contaron que los miles que fijan los junquillos de las carpinterías de fachada tienen todos -todos- la ranura paralela al plano del vidrio).

En 1955 el aprendiz diseñó la casa Leonhardt, en Lloyd Harbour, Long Island, con algo más que una influencia de su maestro:




Tal vez más que "inspirada" en un croquis de 1934 de Mies para una no construida casa de cristal en una colina.

Croquis de Mies van der Rohe

La casa de Johnson y el croquis de Mies

Esto no está nada mal. Incluso es admirable. Que el discípulo emule al maestro, que tome cada croquis suyo como un motivo de inspiración, e incluso como un tesoro, es lo normal. Una generación aprende de la anterior. La semilla del maestro germina.

Lo malo no es que Johnson copiara a Mies. Lo malo es que dejara de copiarlo.

A ver: Lo bueno es que el discípulo llegue a su madurez y recorra su propio camino, y que busque su propia voz y "supere" al maestro. Pero es que Johnson no dejó de copiar a Mies porque hubiera encontrado una línea de trabajo propia, sino porque cínicamente vio que había otros estilos donde picotear y de los que sacar más partido, y se lanzó a ellos de una forma desvergonzada y frívola, no en una línea evolutiva, sino en unos saltos caprichosos y veleidosos, oportunistas e incluso diría que malvados.

¿Cómo es posible que Aarón, hermano y colaborador de Moisés, que había estado en el centro de todo el proceso de liberación y salida de Egipto, que había asistido a los prodigios de las plagas, de la separación de las aguas del Mar Rojo, que había conocido de primera mano todo el plan de salvación de su pueblo, se desvinculara de todos los mandatos y enseñanzas de su dios y de su hermano y se lanzara con frenesí a fundir un becerro de oro y a adorarlo en cuanto lo dejaron solo? Apenas se descuidó Moisés un momento en el Sinaí, apenas estaba Yahveh dictándole sus mandamientos, se puso a adorar el ídolo que él mismo había hecho.

Una de dos: O era un completo idiota que no se había enterado de nada o era un malvado traidor, un miserable con un diabólico plan en la cabeza.

De Aarón tiendo a pensar que era un pobre gilipollas. De Johnson no: No tenía ni un ápice de tonto.

Johnson postmoderno con el edifico AT&T.

Jonshon postmoderno y neogótico (o neoalgo)
con la torre PPG en la cabeza.

En 1959, nada más terminar la obra del Seagram, Johnson declaró en una reunión del American Institute of Architects: "La arquitectura moderna está acabada". Y se lanzó al abismo del todo vale porque nada vale ya: La pagoda barroquizante de la iglesia de New Harmony, la severa torre Kline de la Yale University o el teatro Lincoln Center, académico hasta un extremo nauseabundo(2).

Siempre fue el más influyente, el más temido, el que podía llevar a cualquiera al éxito o al fracaso. En su caída desvergonzada al abismo del chafarrinón y de la falsía perpetró una bazofia tras otra, pero no por ello dejó de ser admirado y aplaudido. Había que hacerle la pelota.

Él mismo dijo de sí: "Soy una puta", y si alguien se lo decía también (y desde luego fueron muchos quienes se lo llamaron) se cuidaba muy mucho de hacerlo en voz baja y en soledad.

Naturalmente (¿hacía falta decirlo?) ganó el primer premio Pritzker. Ganó lo que quiso. Vivió noventa y ocho años, y desde su primera juventud todos hacían lo que él quería y le halagaban de todas las formas posibles.

A pesar de que ya no hacía más que mamarrachadas le seguían publicando revistas y libros monográficos. Nadie tenía el valor de hablar del nuevo traje del emperador. En realidad ya nadie sabía qué traje estaba bien y qué traje estaba mal. Él sí que lo sabía, pero sobre todo siempre supo qué traje le convenía.


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(1).- Había redactado con gran petulancia: "No sé cuánto hay de Johnson en el proyecto. Creo que nadie lo sabe", pensando que lo que yo ignoro lo ignora todo el mundo. Qué desvergüenza. En seguida Rodrigo Almonacid me ha aclarado que Johnson en ese edificio tan solo acondicionó el restaurante Four Seasons. Hizo un buen trabajo, pero solo de interiorismo. Me dice que eso lo cuenta muy bien Phyllis Lambert en el apasionante libro Building Seagram.

(2).- Lo de "pagoda barroquizante", "severa torre" y "académico hasta un extremo nauseabundo" son palabras de Bruno Zevi en su Historia de la Arquitectura Moderna. Y eso que cuando Zevi las escribía aún no había empezado lo peor. A Johnson le quedaban sus mayores horrores por ejecutar.

4 comentarios:

  1. Philip Johnson entendió muy bien la mitología del movimiento moderno. Como dices, ayudó a establecerla cuando eso vendía. Hasta que dejó de vender, y entonces se buscó otra narrativa para justificar las formas de moda. Es la historia de los estilos, desde el neoclasicismo al neogótico o el art nouveau, todos han justificado sus formas con mitologías. Lo mismo con el movimiento moderno o 'estilo internacional'. De vez en cuando los arquitectos-emperadores se cambian de traje para justificar sus modas. El traje 'moderno' es, en definitiva, igual de mamarracho que el 'postmoderno' o el de cualquier otro estilo.

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  2. Para el Sr. Tronchamulas la obra de Philip Johnson al que insulta como si le debiera dinero es arquitectura degenerada. Y lo dice aquí el amigo de la caca Manzoni,del horror pleni y de cualquier nadería o chatarra transubstanciada eucarísticamente en el pedestal de los tontos. Cuando la zorra no llega a las uvas dice que están verdes.

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  3. Gracias por tus divertidos artículos, amigo, pero si te tengo que ser sincero, este mismo nauseabundo peloteo sigue produciéndose en nuestros días. Ayer mismo en un periódico nacional se publicó un artículo alabando las dos últimas "maravillosas torres" de Señor Ghery, que lleva años construyendo bodrio tras bodrio y contra todo pronóstico, superándose en cada nueva ocasión que se le pone a tiro...Sin hablar de otros ilustres colegas de altos vuelos, a los que espero que retiren de una vez.
    Es el mundo de lameculos que nos ha tocado vivir.

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