miércoles, 30 de diciembre de 2020

Blanquear dinero

El cartero acaba de traerme estas acuarelas de Ekain Jiménez, amigo, arquitecto y dibujante-pintor.


Ekain Jiménez Valencia, Niu Yor, acuarelas

Pensando en hacer un regalo de Reyes Magos le pedí que me mostrara qué tenía por ahí disponible y que me dijera precios.

Me mandó algunas imágenes por WhatsApp y un enlace a su Instagram, y mi mujer y yo nos pasamos un rato diciendo: "Qué buena esta". "Mira esta otra". "Qué bonita esa".

Al final preseleccionamos unas cuantas, y en una segunda vuelta nos quedamos con dos: una para el regalo "externo" que teníamos pensado y otra para autorregalo nuestro.

Luego empezó la parte más difícil: Los precios. Ekain sabe lo que es vender dibujos y acuarelas; no es un novato en esto, pero le queda una especie de pudor de pedir dinero por algo que hace como un desahogo, como un capricho y con una facilidad pasmosa. (Algunos de sus dibujos son elaboradísimos y muy muy minuciosos, pero otros son un pis-pas). Y ya empezamos: "¿Cuánto te cobro?" "Es que no sé qué decirte". Etcétera.

(Ahí hay un momento delicado, entre el "pero si yo hago esto sin ninguna intención económica" y "una buena acuarela hay que valorarla; no es ninguna tontería". Y de ahí podríamos pasar a la posible situación incómoda de que finalmente me dijera un precio mucho mayor que cualquiera que yo hubiera previsto, y en un punto en el que ya no habría una marcha atrás cómoda. En definitiva, una negligencia por su parte; con lo fácil que es hacer una web y tenerla actualizada con las cosas que tienes y sus precios. Así podría mirar quien quisiera, sin compromiso alguno, y comprar lo que le apeteciera. Tengo más amigos arquitectos-artistas y todos son un poco así. Y mira que me ofrezco a ser su marchante y a tenerles trabajando a base de látigo y con unos precios bien claros, pero no hay manera. Entre que de lo que ya les va quedando más "bonito" se cansan para empezar nuevos caminos, que no se ponen a ello con constancia y que cuando tienen algo bueno no saben ni cuánto dinero pedir por ello no hago carrera de ellos. Es que son muy tontos).

El caso es que finalmente nos dio un precio por acuarela, nos pareció bien y nos atrevimos a preguntarle si nos haría un barato por comprarle tres. Debió de pensar que ya nos estábamos pasando un poco, pero nos lo hizo. Y hoy por fin han llegado a casa.


Y con estos abetos de regalo

Qué sensación rara la de Ekain de ponerle precio a algo que hace por puro placer, por puro juego y que no es de lo que vive, la de valorar lo que es un puro don. Sí, es incómodo, pero una vez que cruzamos dos palabras nos damos cuenta de que es justo al revés: Creo que las acuarelas de Ekain, como muchas otras cosas, limpian el dinero, dignifican el vil metal.

Yo me he ganado siempre la vida haciendo casas con balaustradas, canecillos y cosas así. No me avergüenzo, pero sé que mi obra no tiene calidad arquitectónica. Sí que afirmo sin falsa modestia que siempre la he hecho lo más dignamente que he podido, y ante los gustos de mis clientes he intentado dar una buena solución técnica, calcular bien la estructura y las instalaciones, visitar las obras con diligencia y pelearme con los constructores lo justo para defender a quienes me pagaban. Pero también afirmo que mis mejores obras son anodinas, y las peores son horribles.

Si alguna vez me he sentido un poquito avergonzado de la pésima calidad de mi arquitectura me he consolado enseguida considerando el dinero que he cobrado con ella; un buen dinero honradamente ganado con mi esfuerzo, mi inteligencia y mi aplicación, con los disgustos y las malas noches, con los problemas irresolubles y sus soluciones milagrosas en obras confusas pero muy trabajadas. Y cuando el destino de ese dinero ha sido la ortodoncia de mis hijos o la matrícula de sus cursos me he sentido no solo orgulloso, sino incluso pletórico.

Pero, sobre todo, cuando ese dinero nacido de la honradez pero también de la mediocridad me ha permitido adquirir algo verdaderamente bello o elevado he sentido esa alquimia que transmuta el plomo en oro. He conocido realmente lo que es purificar el dinero, blanquearlo, y más allá de suponer que un delincuente económico compra arte para hacer enjuagues fiscales con los precios declarados y los verdaderamente invertidos, quiero creer que el blanqueamiento de esa operación financiera consiste más bien en purificar el delito diluyéndolo en el elixir de la belleza, instilando cada gota de suciedad en el alambique del arte para producir el precipitado luminoso, el destilado esencial y sublime.

El insigne arquitecto Luis Moreno Mansilla decía que nos ganamos la vida con lo segundo que mejor sabemos hacer. Ekain se la gana como arquitecto, y es un buen arquitecto, pero probablemente sea aún mejor dibujante y pintor, y con eso sí que no se la puede ganar. Yo me la gano como mal arquitecto, y si eso (tan malo) es lo segundo que mejor sé hacer es porque en lo primero (¿tal vez escribir?) tampoco soy muy bueno y, desde luego, es imposible que me pueda ganar nada con ello.

¿Por lo tanto estamos todos condenados a cobrar por lo que no nos apasiona tanto y a no saber cómo reaccionar cuando alguien quiere pagarnos por lo que nos vuelve locos? Quién sabe.

Una vez el soberbio e insoportable (pero genial arquitecto) Frank Lloyd Wright le preguntó muy indignado a otro arquitecto por qué había hecho una bazofia de casa. ¿Por qué? ¿Por qué?


El pobre interpelado le contestó: "Porque tengo que vivir", y Wright le repitió: "¿Por qué? ¿Por qué?"

¿Por qué tienes que vivir? Qué cruel, qué cabrito. (Él también se avergonzaba de la casa que le hizo a su vecino Nathan G. Moore, y que le tocaba ver a diario con sus ventanitas neogóticas y sus chorradas impostadas y eclécticas. Se propuso no volver a traicionar su sacrosanta misión nunca más. "Esa fue la última vez que pensé que mis hijos necesitaban zapatos", dijo).

Frank Lloyd Wright, casa Nathan G. Moore, Oak Park, Ill, 1895

Con esa afirmación Wright nos pone a todos los demás a caer de un burro, y se yergue como un gigante egoísta y cruel que no piensa en nadie ni quiere a nadie ni se preocupa de nada más que de su obra. Mientras tanto, los demás "tenemos que vivir" ("¿Por qué?") y lo vamos haciendo, y a veces nuestro humilde dinero se blanquea con unos buenos zapatos para nuestros hijos, un libro fascinante o unas magníficas acuarelas.

2 comentarios:

  1. Extraordinario. Coincido completamente con lo que dices.
    Te deseo que tengas un 2021 lleno de paz, creatividad y salud, mucha salud.
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
  2. Coincido con Francese. Felíz 2021 para todos.

    ResponderEliminar