miércoles, 11 de noviembre de 2020

Arquitecto pedante, fracasado

Vaya unos días que llevo: Resulta que la penúltima entrada de este blog, la titulada "Todo tan mal", ha tenido un éxito inesperado e indeseado para mí.

Reconozco que me gusta que la gente lea mi blog, cómo no. Pero normalmente cada entrada la leéis unas ochocientas personas, a menudo mil, y algunas que tienen éxito llegan a dos mil o incluso más. Esta a la que me refiero va ya por más de treinta y una mil visitas, aunque afortunadamente el tsunami ya está terminando. Todo a partir de que alguien la resaltó en un sitio que se llama menéame, donde la leen muchísimas personas a quienes no les interesa especialmente este asunto, pero que opinan desaforadamente. Y ya lo creo que le dieron un buen meneo: Allí tiene cientos de comentarios que no he osado mirar, pero algunos se han tomado la molestia de venir aquí a hacerlos también, y me llaman la atención tanto los demasiado favorables y entusiastas como los muy denigrantes; en especial los que vuelven al eterno sonsonete de que los arquitectos (sobre todo yo) somos unos prepotentes, faltones, déspotas e incapaces de la menor empatía con los clientes que nos dan de comer.

No quiero regodearme en el dolor: Si os apetece, aquí al lado tenéis los comentarios a esa entrada en este blog, y si tenéis ya una curiosidad malsana podéis ir a ese sitio de éxitos y vanidades a leer muchos más y mucho más fuertes, según lo que me han contado. Pero tenéis que daros prisa, porque la vanitas vanitatis es tan fulgurante que igual que te suben a la cresta de la ola un día, al siguiente ya te han sumido en lo hondo del piélago y has desaparecido.

Este blog no tiene publicidad. No saco nada en limpio (ni en turbio) de que mis entradas se lean mucho o poco. Tan solo la vanidad, la maldita vanidad. Y cuando parece que tengo algún motivo para sacarla a pasear y gallearme con ella me calzan un guantazo que me tiran de espaldas, así que hay que ser tonto para seguir con este afán.

La vanidad o, como diría Cyrano, mon panache (que es muy bonito, porque más que a la vanidad se refiere a la dignidad: Sí, un tanto arrogante, pero ya que nos ponemos...). Aunque, en definitiva, tener vanidad por el éxito de una entrada que concluye precisamente en que soy un vanidoso y un prepotente no es que tenga mucha gracia.

Pensando en esto y burlándome de mí me he insultado con un "arquitecto pedante, fracasado" que me ha salido espontáneamente y me ha sonado bien, y es porque (luego me he dado cuenta) sin querer he hecho un endecasílabo. Y entre eso y que estoy pensando en Cyrano me he puesto poético y desvergonzado y me ha salido este soneto casi al vuelo. (Ya, ya sé que no tengo pudor. Podéis decirme lo que queráis):


Arquitecto pedante, fracasado,
burlador de quien te nutre y paga,
escoria sin razón, basura, plaga,
infame pintamonas desnortado.

No juzgues al cliente, so atontado.
No digas tú que al dibujar divaga.
¿Lloras porque tu habilidad no halaga?
¿Sufres porque sin ti lo ha dibujado?

Pues pégate una ducha de agua fría,
date un tripazo y espabila, tonto.
Intenta serle útil, no una arpía.

Parece que solo te preocupa el monto
y dices que eso que ha hecho es porquería.
Pues cámbiate ya el chip; cámbialo pronto.

--------------------------------------------------------------------------

Ya está. Con eso bastaría. Esta entrada no pretendía más que poneros ese soneto. Pero me ha quedado un poco corto, ¿no? Así que ya que estoy raro y ambivalente me da por pensar por qué quise ser arquitecto sin saber dónde me metía. Muy claro no lo tengo, pero ahora mismo recuerdo dos cosas:

La primera es que mi padre no pudo estudiar en la universidad y eso siempre le frustró. Su gran ilusión habría sido ser ingeniero de telecomunicaciones, y de una forma natural, sin forzar nada, yo asumí de niño que lo sería por él.

Él había sido muy buen estudiante, pero ni siquiera pudo terminar el último curso de bachillerato porque tuvo que ponerse a trabajar. Mis abuelos no podían permitirse que siguiera estudiando. Así que consiguió un trabajo de celador en Telefónica y se vino a Madrid, de adolescente, a una pensión.

La empresa formaba y promocionaba a sus empleados, y aún lo hace, y mi padre fue ascendiendo paso a paso, año a año y década a década, estudiando por las noches, y se jubiló siendo jefe de negociado de radio. Era una especie de ingeniero sin título, de ingeniero chusquero. Su sueño era que yo siguiera su camino pero mejor que él, que yo fuera lo que él no pudo ser y que entrara como ingeniero (naturalmente, en la Telefónica) sin pasar tantas fatigas como él había pasado.

Ya digo que aunque él tenía ese sueño nunca me forzó a nada. Lo que pasa es que a mí también me parecía mi destino natural. Pero mientras hacía el COU, y teniendo ya que elegir carrera, le dije que prefería ser arquitecto porque me gustaba mucho dibujar. Era bueno en matemáticas y física, sí, y creo que podía tener pasta de ingeniero, pero me gustaban otras cosas de otra manera. Nunca he sabido explicar esto, y sigo sin saberlo. Lo dejaremos en que me gustaba dibujar.

(Ingenuo y tonto de mí: Como sacaba buenas notas en dibujo creía que dibujaba bien, pero no era verdad. Cuando entré en la escuela de arquitectura me di cuenta a golpes de que no sabía en absoluto. Nunca he sido de los buenos, pero como en esta vida hay que hacer lo que a uno le apasiona y no solo lo que sabe hacer -suponiendo que uno sepa de verdad hacer algo- sigo dibujando y pintando).

La segunda fueron todas las novelas y películas de aventuras fascinantes con pasadizos secretos, con habitaciones ocultas, con trampillas, con rampas, con pasarelas. Fue Errol Flynn peleando contra Basil Rathbone en una escalera sin barandilla que rodeaba un cilindro de piedra.


Saltar de un espacio a otro, colgarse de la lámpara, cruzar una puerta y encontrarse en un túnel, esconderse en un doble fondo... Pasaban cosas que me fascinaban. El espacio se plegaba o se trenzaba. (Es cierto que en el cine, como en los sueños, hay trampa y los espacios contiguos no tienen por qué casar). Había una aventura en las configuraciones del espacio que apenas era capaz de intuir muy vagamente. Existían sitios con doble o triple altura a los que se asomaban otros lugares. No sé cómo decirlo: En mi casa no pasaban esas cosas, ni en las de mis amigos. En otros lugares había "otra clase de espacios". La imaginación, la vida, la aventura, ocurría en espacios.

No lo pensaba así conscientemente, ni mucho menos, pero recuerdo que todo aquello me llamaba mucho la atención. (Hoy, tras bastantes años de estudio y de profesión, sigo sin saber lo que quiero decir).

No tenía ni idea de lo que era la arquitectura, y creo que, aunque hace muchos años que me dieron el título, y la papeleta del proyecto fin de carrera me la firmó(1) el mismo Oiza -sí, ese que decía que llega un momento en que el estudiante sabe lo que es y lo que no es arquitectura, y entonces tiene que salir de la escuela porque ya es arquitecto-, sigo sin saber qué es arquitectura, y salí a la calle sin saberlo. Y me he pasado media vida dedicado a recibir croquis de mis clientes(2), dibujados con mano temblorosa en papel cuadriculado y a pasarlos a sucio.



(1).- Mentira: No me la firmó. Era un sello con la forma de su firma. A saber quién lo estampó en mi papeleta.

(2).- Cuando mis pretensiones económicas les han parecido aceptables y me han contratado.

11 comentarios:

  1. Cuatro apuntes:
    - Otra entrada extraordinaria.
    - Un soneto espectacular.
    - Siguiendo una premisa de la mayoría de las teorías de liderazgo, en cuanto tienes una posición de responsabilidad o poder (y aquí considero un blog propio como una atalaya de poder), siempre habrá más gente que te critique que la que te alabe.
    - Parafraseando al Prof. Keating cuando habla con Neil Perry tras su actuación teatral y pese a saber que su padre no quería: ¡Tienes que seguir escribiendo!

    ResponderEliminar
  2. Te entresaco unos versos de un poema, "Palabras para Julia" de J. A. Goytisolo, que estoy seguro que conoces pero que a veces es bueno recordar.

    Tú no puedes volver atrás
    porque la vida ya te empuja
    como un aullido interminable.
    ....
    Otros esperan que resistas
    que les ayude tu alegría
    tu canción entre sus canciones.
    ....
    Nunca te entregues ni te apartes
    junto al camino, nunca digas
    no puedo más y aquí me quedo.

    ResponderEliminar
  3. J.Vidal Sanchez-Biezma11 de noviembre de 2020, 22:37

    Por la valentía de relatar en este blog tus vivencias y pensamientos, tanto profesionales y como personales, exponiéndote a la crítica (ya sea esta fundada o no): Todo tan bien.
    Por hacerlo con esa impecable prosa y forma de contar la cosas, producto de tu sensata cabeza y extensa cultura: Todo tan bien.
    Por dejar constancia del día a día de la profesión de arquitecto, con sus alegrías y tristezas, sinsabores y satisfacciones, sin pudor y sin tapujos: Todo tan bien.
    Por encontrar siempre un asidero para amar este oficio, pese a la ya larga y difícil situación profesional: Todo tan bien.
    Por.... En fin, me ha gustado especialmente esta entrada. Esperando ya la siguiente. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. quizás la arquitectura solo fue el camino para llegar a poeta ;)

    ResponderEliminar
  5. No sé si de la mayoría, pero reflejas fielmente el sentir de tus compañeros de profesión, y además como dicen los anteriores comentarios, contado y escrito con sensatez y hasta ingenuidad.

    ResponderEliminar
  6. Realmente admirable y, para mi, plenamente identificable.

    ResponderEliminar
  7. Siempre me siento identificado con lo que escribes. Están real y un poco triste que muchos arquitectos pasemos por estas cuestiones y que se nos trate de soberbios o arrogantes solo por no aceptar un encargo que sabemos que no tiene ni pies ni cabeza.

    ResponderEliminar
  8. ¿Cómo?, ¿Sherlock Holmes se batió en el arte de esgrimir con Errol Flynn?, por lo demás certera y entretenida entrada, gracias.

    ResponderEliminar
  9. Estoy seguro que tu padre esta orgulloso de tu elección, y bueno lo importante no es que hablen mal o bien de ti, lo importante es que te mencionen.

    ResponderEliminar
  10. SIGUE ASÍ.
    MIENTRAS LADRAN, QUIERE DECIR QUE CAMINAS.
    ÁNIMO VALIENTE

    ResponderEliminar
  11. La ira de tantas personas es una reacción natural de muchas personas en pleno pánico ante todo lo que nos está ocurriendo, y sobretodo a la incapacidad de comprender porqué. Una de las cosas en las que tienen razón en sus críticas no es precisamente nuestra falta de buenas intenciones y deseos al realizar nuestro trabajo, es lo difícil que exponemos nuestros puntos de vista, nuestras opiniones, nuestros consejos, nuestra opinión técnica, y no por falta de voluntad por nuestra parte, sino porque en la mayoría de los casos nos han enseñado a hacerlo así. Lo que más creo que nos reclaman ahora es: sed más sencillos para que os podamos entender, nunca antes os hemos necesitado tanto a todos los titulados y doctorados. Por favor, hagamos un esfuerzo todos para que la comunicación sea fluida, sencilla y accesible para cuanta más gente posible mejor. Quizá es tiempo de tracutores, difusores, comunicadores, y sobre todo, arquitectos que entienden mejor que nadie lo que significará estar confinado en un cuarto diseñado por un mal interprete de Le Corbusier, osea, para personas como yo que no miden ni 1 metro y medio. Un fuerte abrazo esperanzado.

    ResponderEliminar