miércoles, 18 de diciembre de 2019

Bochorno

Desde que nuestras lloradas tarifas de honorarios fueran destruidas y abominadas, a todos nos ha pasado más de una vez que por muy bajos que ofertemos nuestro trabajo siempre damos con un miserable -mal rayo le parta- que se propone como más barato que nosotros y nos levanta el encargo.

Esto me ha hecho pensar más de una vez que qué triste es que otro que pide menos dinero que tú se lleve el gato al agua, pero que aún lo es más que seas tú quien triunfe, porque eso significa que eres el más arrastrado, el más ruin, el más infeliz.
Ahora cualquiera que se quiera hacer una casa (qué digo una casa: y un certificado) da un mínimo de cinco telefonazos a otros tantos estudios y organiza así un miniconcurso exprés de arquitectura en un pis pas: "¿Tú cuánto me cobras?" "¿Y tú?" "¿Y tú?... Y gana el que diga la cifra menor. Si eres el agraciado, inmediatamente te dices que has sido imbécil, que si nadie ha bajado tanto como tú por algo será, que has hecho el primo y que te has estrellado y vas a trabajar mucho por una ridiculez.

Es lo mismo (pero al revés) que pasa en las subastas: Uno puja por un cuadro, una joya, una moneda, pugna con otros interesados y al final se la lleva. ¡Bravo! Pero entonces, inmediatamente, piensa: "¿Por qué nadie ha querido llegar hasta esta cifra?" "¿Habré pujado de más?" Y de repente está seguro: "He pagado demasiado. Esto no vale lo que he ofrecido". Y se arrepiente en el acto.

 -¿Dos mil y pico por ese cromo?

Nuestra profesión se ha convertido en una subasta diaria a la baja, hasta que finalmente cuando conseguimos que nos encarguen algo nos damos cuenta de que hemos sido muy optimistas en nuestras estimaciones de tiempos y de gastos, y de que más nos habría valido perder ese trabajo.
Casi siempre gana algún ser vil y despreciable que se cruza por medio ofreciéndose por una mierda, con lo que nos daña, se daña a sí mismo y daña la profesión y su ya mermadísimo prestigio.

Bueno, pues os tengo que contar con mucha vergüenza que esta vez el ruin, el vil, el miserable he sido yo.

Arquitecto todoterreno y pisacharcos como soy, me llamaron para una emergencia y dije que sí sin pensármelo.
Era en un pueblo al otro lado de mi extensa provincia. Me dieron el teléfono y el nombre de pila (solo el nombre de pila, ojo) de mi posible cliente, quedé con él y fui para allá sin más preparativos.
Cuando llegué, el propietario (un señor mayor y bastante abrumado y superado por los acontecimientos) me estaba esperando acompañado por un constructor factótum que me contó rápidamente lo que había: un crack, fallo estructural, posibles refuerzos, recalces, un laboratorio ya contactado que había pasado presupuesto para hacer los ensayos correspondientes, unos apeos provisionales, la necesidad de una actuación rápida... y un arquitecto que había pasado un presupuesto muy alto por hacerse cargo.

No me dijeron cuánto era lo que había pedido mi compañero, pero al parecer era una cantidad que el propietario no había considerado ni por un momento. Me pareció entender que era un arquitecto de allí (de ese pueblo o del de al lado) y que se había asomado un momento, había dicho una cifra bárbara y había sido rechazado en el acto.

No supe esa cantidad, pero al pasar mi presupuesto me lo aceptaron inmediatamente. (Ya estamos: La conocida sensación de haberme quedado cortísimo).

El trabajo era urgente y delicado, pero no demasiado difícil. Para empezar, era imprescindible que el laboratorio hiciera las pruebas necesarias y así saber exactamente qué hacer. El constructor multifuncional (que ya había apeado, y bastante bien, la zona dañada) me explicó que un técnico de la casa de ensayos ya había pasado por allí, había explicado qué pruebas iba a realizar -me parecieron bien- y había elaborado un presupuesto que tenía él y que me reenviaría por correo. El propietario me dijo que lo conocía y que estaba conforme, y que lo que quería era que todos hiciéramos cuanto antes lo que tuviéramos que hacer.

Esa misma tarde el constructor me reenvió el presupuesto. Leí la descripción de los ensayos que iban a hacer, me parecieron bien y le dije que de acuerdo, que adelante. Pero entonces me dijo que había que ponerse en contacto con el laboratorio para darle la aquiescencia.

Yo había pensado que de eso se encargaba el constructor, que tanta iniciativa mostraba y que tenía el contacto con el laboratorio. Pero estaba equivocado. (Nunca me entero de nada; nunca pregunto a fondo).

Total, que le mandé un mensaje al técnico de los ensayos y me contestó que se pondrían a ello en cuanto se le enviara firmada la hoja de aceptación que venía como anexo al presupuesto que habían mandado.

Cierto: Allí venía una hoja que no había más que firmar. Como peticionario aparecía alguien (digamos José Luis González Heredia) que no se llamaba como el propietario (digamos Manuel) ni como el constructor (Carlos Jiménez Sánchez). Supuse que este José Luis González sería hijo del dueño (cuyo apellido, repito, no conocía aún), o tal vez su yerno. En definitiva, alguien que actuaba en nombre de este señor mayor que, por no tener, no tenía ni correo electrónico. Así que mandé un mensaje conjunto al constructor y al tal José Luis González (cuya dirección de e-mail venía también en la hoja de aceptación) con este texto:

Buenas tardes, Carlos y José Luis:
He hablado con el técnico de la empresa Controlobras S.L., para que se ponga cuanto antes a hacer las pruebas en la casa de C/. Pequeño Saltamontes, 24, de Las Ventas de Don Pablo.
Me ha dicho que podrían acudir la semana que viene, pero que lo primero que hay que hacer es mandarle por correo electrónico la hoja de aceptación de presupuesto firmada. Por eso he añadido a José Luis González Heredia a este mensaje, porque figura como el peticionario de la oferta, para que les mande esa hoja firmada. Siento no conocerle, pero es que yo entraré como arquitecto cuando estén los resultados, y soy ajeno a este proceso previo de contratación.
De todas formas ya les he dejado mi nombre y mi teléfono a los de Controlobras para que me avisen cuando vayan a empezar y me manden después los resultados del estudio.
Un cordial saludo.

Al rato recibí este correo de contestación de José Luis González:

Buenas tardes a todos.
Respecto a la obra que nos indica, mi estudio pasó un presupuesto para realizar los trabajos necesarios, en los que incluí unos trabajos previos realizados por esa empresa de control y ensayos.
Como ustedes comprenderán, si no he sido el elegido para realizar el trabajo no tengo la menor intención de contratar a esa empresa ni, mucho menos, abonar su factura. Y, por lo tanto, no se me ocurrirá ni por lo más remoto enviarle la hoja de aceptación firmada.
Un saludo.

¡Era el arquitecto despreciado! ¡Encima de que lo había pisoteado le acababa de mandar un mensaje para que aceptara el presupuesto y se comprometiera a pagar la factura!

¡Qué vergüenza! ¡Tierra, trágame!

Saul Steinberg

Qué ridículo me sentí. De manera que el propietario (y el constructor) habían rechazado al arquitecto pero no a la casa de ensayos que este había propuesto. Y además ahora veía que mi compañero no se había limitado a dejarse caer por ahí, asomarse y graznar una cifra astronómica, sino que había hecho alguna gestión previa, aunque solo hubiera sido llamar a esta gente de Controlobras y darles sus datos para asumir su contratación.

En ese momento me ardió la cara. No tenía un espejo a mano, pero seguro que la tenía roja. Con las orejas aún calientes contesté a José Luis:

Perdón. Lo siento mucho. Estoy abochornado.
Nadie me explicó nada, y como el propietario es una persona mayor y no tiene e-mail ni nada de eso, y ni siquiera sé su apellido, pensé que el José Luis González que aparece como solicitante de los ensayos era su hijo o familiar directo que actuaba en su nombre. No me imaginaba nada de esto y, sencillamente, te incluí en el mensaje para que firmaras la aceptación como propietario. Siento mucho el error, y más cuando al parecer me he metido por medio sin saberlo para quitarte un encargo.
Lo dicho: Estoy muy avergonzado por mi torpeza.
Un cordial saludo.

Me volvió a escribir en seguida para decirme que no pasaba nada, que así era el juego y que me deseaba suerte.

Así que hoy escribo esto en el blog para que sepáis que cuando decís que hay mucho buitre suelto que baja los honorarios para quitaros los encargos estáis hablando de mí. Joder, qué mal rollo.

10 comentarios:

  1. A ver, José Luis:

    Lo que queda claro es que tú no te has metido por medio. Te han sacado al circo a pelearte con los leones.

    Lo que queda claro, imagino que te habrás afilado las uñas, es que tu posible cliente y constructor "ad hoc" son unos sinvergüenzas del copetín, por decirlo de manera suave.

    Lo que queda claro, digo yo, es que deberías haber empezado por cobrarles la visita y las gestiones preliminares.

    Lo que queda claro, y en eso somos como dos gotas de agua, es que hay que preguntar más. Hay que enterarse más.

    Lo que queda claro es que por mover un dedo .... se cobra.

    Y nada de "bad roll".

    Ni de abochornado.

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    1. Dichosos vosotros que podeis cobrar por pr mover un dedo. Baldao estoy de subir y bajar escaleras medir y plantear soluciones y presupuestos sin cobrar nada. Claro que yo no soy arquitecto. Solo un autónomo currito de la construcción.

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    2. A mí me han pedido infinitas veces hacer propuestas gratis. Muchos clientes dan por hecho que si no se construye no hay que pagar nada.
      Un día resolví que aquello era una cara dura importante por parte del interesado, y desde entonces solo levanto el lápiz con contrato firmado y primer pago hecho.
      Me consta que es posible, y es un filtro de morralla harto efectivo.

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  2. Las reglas del juego a veces son solo para los primos que vamos losnprimeros. Hay que imaginarse lo que me puede entrar por el cuerpo como constructor, llegar a una obra medirla, dar soluciones y finalmente dar un presupuesto para que con mi presupuesto, mis mediciones y mis soluciones otro cinstructor o incluso algún arquitecto avispado diga:
    conozco yo a una constructora que te lo hace por 2000e menos y mejor.

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  3. Me cansa bastante el victimismo de los arquitectos con el tema de los honorarios.
    Si un cliente no te quiere pagar lo que le propones, entonces es porque ese cliente no considera que tu trabajo tenga el valor que le has asignado.
    La gente que no entiende el ABC del comercio, quiere el derecho a poder cobrar lo que cree justo, pero rechaza el derecho del cliente a pagar lo que cree justo.
    Es además toda una hipocresía porque ninguno de los que así se indigna, compraría ningún producto que le pareciese que está por encima de su precio. Aún diré más, a ver quién tiene en su casa el sillón de los Eames, que es de lejos mucho mejor y de mayor calidad que la butaca de Ikea que tienes; menuda injusticia! Es evidente que no le asignamos el valor que establece su precio, y por eso compramos otras cosas más baratas, pero como comprenderás, que Vitra se indigne porque exista Ikea, es ridículo a la par que patético.
    Lo que hace Vitra es tratar de contar a sus clientes de la mejor forma que pueden, lo bueno que es su producto. Así, el arquitecto que no consigue hacer entender a sus clientes el valor de su trabajo, o no aporta ese valor realmente, o ha fracasado en la comunicación, cosa indispensable en las relaciones comerciales y humanas en general.

    Así que, estimado José Ramón, cuando vuelvas a reunirte con un cliente cuya única intención es pagar el mínimo, planteate qué has hecho mal para que te perciban como una opción baratera en lugar de que te llame alguien que valora tu trabajo.
    No existe un precio justo por nuestros trabajos, existe el precio que se pacta con el cliente, y nada más.

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    1. Menudo majadero, ¿de qué nos tratas de convencer?. Cuando te reúnes con un cliente cuya única intención es pagar el mínimo por un servicio no hay razonamiento posible; lo he comprobado decenas de veces. Y no, no hemos hecho nada para que nos perciban como una opción baratera. Es mas, si vienen es porque piensan que vas a desempeñar bien tu trabajo y le vas a resolver la papeleta; como le ha pasado a Jose Ramón, viniendo generalmente recomendados: Oye, trátame bien, que le hiciste la casa a mi vecino, sobrino, cuñado, etc...Y la casa del conocido puede haber quedado fenomenal, pero si lo que busca es precio no hay tu tía. Y si, existe un precio justo por nuestro trabajo, que demonios, otra cosa es que generalmente no lo podamos cobrar.

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    2. Lo de majadero está de más.

      En cuanto al resto, puedes haber comprobado lo que quieras, que yo he comprobado lo que digo otras tantas veces.

      Evidentemente en la reunión está todo el pescado vendido. La tarea está antes. Lo que yo digo es que si uno no quiere estar abocado a hacer ese tipo de trabajos en los que solo se trata de encontrar al más barato, entonces hay que hacer un trabajo previo para alejarse de ese público. Si no, no puede uno quejarse, porque ese es su lugar. Y esos encargos son tan dignos como cualquiera y todos los hemos hecho y los hacemos. Pero yo me reitero en que me parece victimista quejarse de un cliente que no quiere pagar lo que nosotros queremos, y un simplismo mayúsculo, cuando lo serio es plantearse porqué se llega ahí (y no, la culpa no es de la sociedad ni del sistema ni de otros en general, en mi humilde opinión), y ver qué se puede hacer.

      Y lo del precio justo te puedes poner como quieras; el único precio que vale es el que se pacta con el cliente. Además para ti justo puede ser una cosa y para otro puede ser la mitad y para otro el doble, porque ni todos hacemos lo mismo ni todos tenemos las mismas circunstancias.

      Para terminar, decir también, como dije al principio, que lo de majadero sobra. La verdad es que cualquiera que vea a unos señores arquitectos hablarse en esos términos en las redes pensará que somos efectivamente unos majaderos, y con razón, así que gracias. Espero de José Ramón que al menos me insulte con más estilo que tú, o igual hasta ve una poca de razón tangencialmente en algo, así de refilón.

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    3. Yo también creo que lo de majadero está de más. Lo siento.
      Como administrador del blog no puedo editar ni manipular los comentarios (estaría bueno), pero sí puedo eliminarlos.
      No lo hago porque, aparte del tono, creo que lo que aquí se comenta tiene interés, pero no me gusta y no voy a tolerar insultos ni faltas a nadie.
      Ben, como autor y administrador del blog me siento anfitrión, y por ello te pido disculpas.

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    4. No hacían falta tus disculpas José Ramón, pero se agradecen igualmente.

      Un saludo

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  4. El mundo de la subasta lo predije a principios de los años 90, a la vista de la expansión que iba alcanzando el método introducido en España por Berlusconi y sus secuaces, procedente de Italia con sus mamachichos y la comercialización de su maldita televisión para atraer a incautos anunciantes y centrales de compra a sus redes. Para ello utilizaba también la correspondiente invitación a sus bunga-bunga, donde cerraba los contratos con comisiones particulares incluidas.
    La avaricia de los grandes anunciantes hizo el resto. Se les llenaba la boca hablando de los increíbles descuentos de hasta el noventa y tantos por ciento que iban consiguiendo. Y a estos “grandes gurús del marketing” ni se les pasaba por la cabeza mirar el inflado salvaje de tarifas, ¿para qué?, si lo importante era el descuento.
    A la vista del éxito que el método alcanzaba, preví que a ese paso un día llegaríamos a negociar con la cajera del hiper el precio del tambor de detergente, el cual no vendría lleno, y tendríamos que calcular a ojímetro por el peso que calculásemos, negociando con la cajera un descuento mínimo.
    La historia del aterrizaje de “Il Cavaliere” en este país y sus consecuencias daría para escribir más de un libro.

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