lunes, 23 de mayo de 2016

Mis dos centavos por el Quijote


Acaba de cumplirse el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, y se me ocurre, como homenaje, glosar aquí unas palabras de Borges.
Todos los expertos dicen que el estilo retórico de Cervantes no es muy elevado. Es algo árido, comete algunos errores, se enreda al cerrar oraciones subordinadas... Lo normal.
Parece ser (yo a ese nivel no llego ni de lejos y no sabría juzgarlo) que Cervantes era algo tosco en su estilo.
De hecho, más de un inglés disfrutó tanto de la magnífica traducción del Quijote a su idioma que supuso que en el español original sería sublime y estudió nuestra lengua sólo para darse ese gustazo. Y se llevó una gran decepción al leer ese texto un tanto estropajoso.
Borges opina en esa misma línea: Cervantes no tiene un estilo demasiado fino. En su opinión, son mucho mejores, por ejemplo, Quevedo, Saavedra Fajardo o Lope de Vega, grandes estilistas y autores de prosas y versos perfectos.

Entrevista a Borges en el programa A fondo. 1976.
La brillante declaración que gloso está entre 18'34'' y 20'04''.

Dice Borges:
-Desde luego Quevedo hubiera podido corregir cualquier página de Cervantes. Don Diego Saavedra Fajardo también. Lope de Vega también. Pero no hubieran podido escribirla.

Qué bueno. Qué bien dicho. Es verdad. Cualquier estilista, cualquier ejecutor brillante puede mejorar lo ya hecho por un "creador tosco", pero es incapaz de crearlo él.
De los citados, el favorito de Borges era Quevedo. Lo dice en muchos de sus escritos. Yo de Saavedra no he leído nada, y no creo que ya a estas alturas de mi vida me dé por empezar a leerlo. De Lope sí he leído algo más (sobre todo poesía) y he visto alguna de sus obras teatrales, y de Quevedo lo he leído casi todo. (Tuve una adolescencia y una juventud difíciles).
Quevedo tiene sonetos fantásticos, y a mi juicio uno insuperable: el comúnmente titulado Amor constante más allá de la muerte, pero su novela El buscón no deja ningún poso; no se te pega. En El buscón Quevedo no empatiza con su personaje ni nos deja empatizar a nosotros. Es todo una burla, una broma, una crueldad sin sentido ni fin, y, lo que es peor, y por eso mismo, un aburrimiento. A Don Pablos le pasan cosas, casi siempre desagradables, que se exponen para burla y escarnio. Un autor cruel escribe para un lector cruel. No hay piedad, ni ternura. Pero lo peor, lo que es imperdonable para un novelista, es que no hay vida. El personaje principal es de cartón, de caricatura, de cachiporra, y los secundarios ni eso siquiera. He leído El buscón dos veces: la segunda porque no recordaba absolutamente nada de la trama, urdida tan sólo para puñetear y jorobar. Y ahora sigo sin recordar. Pero no lo leeré por tercera vez.
Sin embargo, Don Quijote es más que un personaje de novela: es una persona. Y Sancho. Y todos los demás. A los personajes de Cervantes los entendemos, los apreciamos, los queremos.
También nace este libro como una mera burla, como una broma estúpida (tan estúpida como sus estúpidas Novelas ejemplares, que también leí, faltaría más), pero en algún momento el autor se da cuenta de que los personajes quieren vivir, y de que, sumidos en el más espantoso de los ridículos, quieren mostrar su recóndita dignidad.
Ahí está el quid: De pronto Don Quijote y Sancho Panza se ponen de pie y salen del libro. Y Cervantes tiene el suficiente talento y el suficiente instinto para dejarlos alzarse y para dar un paso atrás. Que salgan ellos. Que vivan. Y ya, para colmo, Avellaneda le hace el supremo favor de reírse de él y -lo que es peor- de ellos, lo que origina involuntaria y afortunadamente la segunda parte de las aventuras de nuestros héroes.

Volvamos a Borges:
-Yo he admirado mucho a Quevedo; yo lo admiro. Pero... Es un objeto admirable, una cosa admirable. En cambio Cervantes... y Alonso Quijano, que quiso ser Don Quijote y lo fue alguna vez... estos son amigos personales míos. Es otra cosa. Hay una relación de amistad, que no se establece nunca con Quevedo. Nadie se siente amigo de Quevedo. Puede admirarlo.
(Desde 19:40 hasta 20:08).

Borges, como siempre, da en el clavo. Yo sentía algo así, pero no sabía cómo decirlo. Una vez dicho por el maestro argentino, como siempre, parece facilísimo. Es evidente y muy sencillo de entender.

En la poesía, que es pura forma, Lope y Quevedo le dejan tirado a Cervantes. Cervantes es un pobre infeliz al lado de esos gigantes, y sus ripios son lamentables. Pero en la novela, en la soberbia audacia de crear vidas, Cervantes brilla. (Y brilla, precisamente, porque no quiere brillar él).
Quienes escribimos morimos por crear un personaje que, por un momento, deje de ser una marioneta de cola y pasta de papel y le sugiera al lector algún rasgo de vida. Qué difícil es eso, qué locura.
Cervantes logra meternos en el alma a sus personajes. Primero se le metieron a él, naturalmente, y supo alojarlos, hacerlos crecer y mostrárnoslos con inmediatez y con un estilo tosco. No supo o no quiso pulir las frases, afinar los adjetivos, engranar las subordinadas con gusto de orfebre. ¿Para qué? ¿Quién quiere entretenerse con esas chorradas cuando está pariendo vida con las tripas y con el corazón?

Y toda esta digresión literaria era porque yo quería hablar de Le Corbusier, el tosco, el bruto, el a veces (o a menudo) zafio. Pues eso. Eso era lo que yo quería decir. Creo que ya queda dicho.

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2 comentarios:

  1. Erwin Panofsky tenía un libro que se llama "Sobre el Estilo" en el que dedicaba un ensayo precisamente a glosar la diferencia entre la forma de tratar a sus personajes en Cervantes y Quevedo. Lo leí hace ya casi quince años y tengo la memoria cada vez más oxidada, así que puede que lo que recuerde de ello tenga más que ver con lo que me gustaría recordar, pero hacía un paralelismo entre la caricatura cruel y el dibujo realizado con cariño de los personajes en uno y otro. He hecho una búsqueda rápida en google y he descubierto/recordado que el ensayo se llama ¿Qué es el Barroco? Creo que esta noche lo voy a releer, a ver si tiene algo que ver con lo que recuerdo de él o si, como en las reuniones de amigos de la infancia, ha envejecido mejor en mi cabeza que en el papel...
    Me hubiera encantado saber quién sería el equivalente a Quevedo en la analogía con Le Corbusier... estaré atento a próximas entradas.
    Y muchas gracias por tu generosidad al compartir estos textos con nosotros..

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    Respuestas
    1. Muchas gracias a ti por tu atención y tu interés.
      De Panofsky tengo el libro sobre Durero y leí el de la perspectiva. Un tipo muy interesante. Buscaré el libro que dices (que no conozco).
      Respecto al "Quevedo" de Le Corbusier... Tal vez en alguna próxima entrada. A bote pronto surge Mies, perfecto y puro ante el tosco LC. Pero es que Mies es más cosas (y Quevedo también es más cosas). Tal vez Mies se salve porque no hace "novelas". Hace una poesía rara, ensayística. No pretende ser cálida ni crear personajes. Es intelecto frío. No sé. Tal vez por ahí pueda ir la cosa. Y desde luego el high tech: pura perfección pero...
      Bueno. A ver si me lanzó con alguna entrada sobre el asunto.
      Muchas gracias.

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