viernes, 25 de julio de 2014

Rhinoceros hispanicus

Leo en Plataforma Urbana (a través de sinarquitectura) la entrañable noticia de que en el recién creado país soberano de Sudán del Sur están diseñando nuevas ciudades cuyos planos tienen formas de animales y de frutas.

Plano de Juba, la capital de Sudán del Sur

Uno ve esto y esboza primero una sonrisa, luego intenta indignarse por lo que tiene este método de desprecio a cualquier teoría urbanística y a cualquier criterio profesional o "científico", y finalmente siente una profunda envidia.
Envidia, sí. Ojalá se hubieran hecho así las cosas en nuestra querida España.

El subsecretario Daniel Wau muestra el plano de su ciudad: Wau

Envidia: ¿Que sería mucho mejor que cada ciudad se adaptara a su topografía, a los vientos, a las corrientes de agua, a las pendientes de desagüe...? Sí. Por supuesto. Pero puestos a hacer chorradas, esta de los sudsudaneses es mucho más justa, más sana y más interesante que la que hemos estado haciendo los españoles durante décadas.
Lo que yo he visto por aquí es que el urbanismo se ha hecho exclusivamente en función de las expectativas económicas que tenía quien urbanizaba.
Esa ha sido la única variable, el único criterio: La pasta. La plusvalía.
De nada sirvió lo que aprendimos en la escuela. De nada estudiar cuáles eran los vientos dominantes, cuál era el soleamiento, las precipitaciones, la topografía, la demografía, etc, de dónde se podía obtener agua, dónde y cómo se podía desecharla... Nada de eso. El único criterio que yo he conocido ha sido dónde se podía obtener suelo barato y qué expectativas de precios de venta había.
(El agua ya se traerá, los accesos ya se harán. Los vertidos ya veremos. Y los habitantes ya se traerán).
Y lo peor es que, ante estos desmanes, lo único que han venido haciendo las leyes del suelo (primero muy tímidamente la nacional, y después ya descaradamente las autonómicas) ha sido potenciarlos. Todo el terreno disponible es potencialmente urbanizable, y el orden y criterio para irlo urbanizando no ha existido: Un urbanizador actúa ahí, otro tres kilómetros más allá, otro se inventa una ciudad en medio del campo, sin accesos ni infraestructuras. (Ya se pondrán). Etcétera.
Se ha urbanizado a base de PAUs, y la gestión indirecta (qué eufemismo, qué falacia) ha hecho que la iniciativa privada tomara el mando, pasando por encima de toda barrera y de todo criterio.
Para poder producirse, todos estos desmanes han necesitado evidentes dejaciones de funciones y negligencias de las administraciones públicas (cuando no descaradas connivencias). Cada pollo ha actuado donde y como le ha dado la gana.
No hay proyecto de ciudad, no hay planeamiento. Mejor dicho: El planeamiento no sirve para nada, porque si no te apetece desarrollar este sector previsto de suelo urbanizable te vas al rústico y haces allí lo que se te ocurra.
Y lo que a uno se le ocurriera era en función de cuántas parcelas de suelo rústico fuera capaz de "señalizar". (Con la complicidad y connivencia de la banca indecente e inmoral, y de unas leyes del suelo no menos indecentes ni menos inmorales).
El control público de todo este descomunal negocio empezaba por unos concejales y unos alcaldes que, en un primer momento de honradez, caían fascinados ante el aluvión de riqueza que iba a inundar sus pueblos: Puestos de trabajo para todos, dinero para los ayuntamientos, desarrollo, etcétera. Y una vez suficientemente ablandados por este espejismo inocente y bienintencionado, empezaban a recibir los relojes de oro, las invitaciones a restaurantes caros, a hoteles, cruceros, etc, y algún que otro dinerillo...
"¿Qué mal hago yo?" "¿A quién estoy perjudicando?", se preguntaban concejales y alcaldes. "A nadie". "Al contrario: No hago más que traer riqueza a mi pueblo. Mirad a la juventud: Todos trabajando, todos con coche nuevo".
Esto ha sido Jauja.
(Si es que lo recuerdo y se me saltan las lágrimas, coño).

Vale: Los concejales y los alcaldes de los pueblos suelen ser gente sencilla, personas a menudo incapaces de ver la trascendencia de ciertas decisiones urbanísticas. Por eso, por encima de ellos, para guiarlos y corregirlos, estaban las Comunidades Autonómicas. Los consejeros y los presidentes de esas comunidades tenían como sacrosanta misión poner en su justa medidJAJAJAJAJAJA.

(Qué risa. Ni los ministros se libraban. Qué cachondeo).

Bueno. Hasta aquí. Vaya gana de seguir. Esto ya aburre.

Conclusión: Que si los sudsudaneses han decidido que su capital tenga forma de rinoceronte, y otras ciudades tengan forma de jirafa, y de león, y de piña, etc, benditos sean. Espero que el Rhinoceros sudsudanensis sea hermoso, bello y próspero.
Si en España quisiéramos hacer algo así no nos saldría tan bonito, porque deberíamos contemplar las tierras de Mengano, otras a las que les ha echado el ojo Fulano y otras que quiere Zutano y está presionando mucho para que se incluyan.
Conclusión: Al Rhinoceros hispanicus le empezarían a salir verrugas, cuernos, apéndices, tumores...

Rhinoceros hispanicus. (Proyecto mío. No lo examinéis con mucha
atención, que está hecho a ratón en cinco minutos. Bueno, diez. Bueno, doce).

Conviene pues que, siendo españoles como somos, no nos alarmemos ni indignemos (ni mucho menos nos burlemos) de esta simpática y disparatada ocurrencia sudsudasesa. ¡Loor a ellos! ¡Valor y al rinoceronte!


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1 comentario:

  1. José Ramón, copio y pego un comentario que hice el año pasado en un post tuyo. Siempre he pensado, y mantengo, que los profesionales de cada sector deberían de ser los primeros denunciadores de las mafias internas, como primeros y mejores conocedores de las mismas:
    “En mi opinión, el colectivo de arquitectos, sin ser el origen del problema de la burbuja inmobiliaria, sí que ha tenido cierto grado de connivencia con promotores, constructores y administraciones públicas, que son el trípode que la creó y la mantuvo con la ayuda de la cuarta pata, que es la estupidez colectiva. Ahora, pagamos las consecuencias todos menos los creadores del problema, como ocurre siempre. Éstos, siempre se las apañan para huir por delante”.

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