domingo, 29 de mayo de 2011

Las manos (2)

Siguiendo con mi interpretación libre, y esta vez apoyado en el libro de Salvador de Madariaga Retrato de un hombre de pie, voy a comentar hoy un aspecto de las manos que, por otra parte, comparten muchos autores: La inteligencia está en las manos. O, mejor dicho, hay una inteligencia de las manos, y a su vez la del cerebro despertó por las manos.
La evolución nos hizo erectos. De la postura cuadrúpeda pasamos lenta y fatigosamente a la bípeda, y nos encontramos de pie, dominando la vertical, oteando el horizonte desde una altura algo mayor que a cuatro patas. Y, sobre todo, nos encontramos con dos extremidades que ya no nos servían para andar, que estaban de más.

Pero, igual que nunca se tienen armarios de más en una casa, y que tengamos los que tengamos siempre los tendremos llenos, tampoco sobra nunca una mano en la naturaleza. La excedencia de las manos "deambuladoras", su vacación, provocó su reconversión en manos "agarradoras", y más tarde en manos "hábiles". Se habla con gran naturalidad de la forma como el pulgar se fue desplazando hasta oponerse a los otros cuatro dedos y así hacer pinza con ellos. No debió de ser cosa de un fin de semana, pero lo cierto es que tal evolución fue posible porque las manos estaban de más, y la Naturaleza, como el padre de unos amigos míos cuando éramos pequeños, no puede consentir que nada ni nadie esté sin hacer nada.
Así, la estúpida mano cuya única función era apoyar los nudillos en el suelo, pasó a ser la gran estrella del ser humano: su herramienta.
La mano podía agarrar una piedra y lanzarla, tomar un palo y golpear. Eso lo hacen algunos primates evolucionados.
El hombre de pie, vertical, dominador, se encontró con que tenía manos secretarias, ayudantes. Y de agarrar un bulto y tirarlo pasó pronto a pelarlo, a rasparlo, a hendirlo... A construir útiles. Así sus manos llegaron a ser herramientas que fabricaban herramientas.
La mano útil y trabajadora, artesana, artefáctica, es inteligencia pura. Me dispongo a meter un palo en un panal para sacarlo lleno de miel, y resulta que no entra. Entonces, sin pensar, quiero decir sin pensar con la cabeza, sino pensando con las propias manos, lo afilo, lo rompo, lo astillo. Pruebo hasta que su extremo, o una protuberancia, o una ramificación de él, entre donde yo quiero. De ahí a los aipods, emepecuatros y microscopios no hay nada más que horas de vuelo y de rodaje, pero el principio generador es el mismo: la mano que no puede estar ociosa y que piensa.
Es una delicia ver trabajar a alguien que tiene habilidad manual, ver a las manos saberse su cometido y actuar con seguridad. Uno (que propende a la torpeza) se puede pasar las horas muertas viendo a un carpintero o a un cerrajero, por ejemplo.
Este famoso autorretrato de Lissitzky consta de un fotomontaje con su cara (de cuya calvicie tal vez no estuviera muy satisfecho, puesto que en todas las demás fotos suyas que conozco lleva gorra) y con su mano armada con un compás. Se nos muestra así, se reconoce así: cabeza y mano. (¿Cabeza pensante y mano ejecutora, o mano también pensante? ¿O mano más pensante aún que la propia cabeza, a juzgar por la primera fotografía?).

En el retrato, Lissitzky resalta su ojo derecho. (El ojo, ese otro gran maestro) y lo enclava en el centro de la palma. Una imagen poderosísima, muy lograda.
Los músicos, de tanto ensayar los mismos pasajes, repetimos (perdón por la primera persona del plural: me hacía ilusión) fraseos sin pensarlos. Los dedos van solos. Los dedos tienen memoria propia, e inteligencia.
Las manos nos fabrican, y se fabrican a sí mismas. De hecho, como he apuntado, fue el dedo pulgar el que buscó su emplazamiento idóneo para poder agarrar objetos, sin preguntarle al cerebro ni al resto del cuerpo. Se buscó la vida y nos la buscó a todos.
Hay un famoso dibujo de Escher en el que dos manos se están dibujando mutua y simultáneamente. Cada una de ellas necesita a la otra para existir, y al mismo tiempo fabrica a la otra.


A Escher le gustaban los dibujos imposibles, pero en este caso creo que hace uno muy realista. Las manos nos hacen personas mientras se hacen a sí mismas. Las manos, al aprender por sí solas, nos enseñan. Las manos nos independizan, dentro del orden de los primates, como homines sapientes (es el plural de homo sapiens, ¿no?). Es decir, somos sabios, somos inteligentes, somos seres humanos porque tenemos manos. Bueno; no porque las tengamos, sino porque las ponemos a trabajar. (O se ponen ellas solas).

1 comentario:

  1. Muy interesantes tus reflexiones sobre las manos, José Ramón. Ciertamente este es un lugar propicio para escribir sobre lo "digital" entendido en su acepción más primitiva, la que diera lugar a nuestro sistema decimal, aunque ahora haya tomado un nuevo significado totalmente opuesto al originario de "manual".
    Durero o Leonardo, como El Lissitzky y Escher, realizaron muchos dibujos de manos de forma recurrente. No en vano, nuestras manos contienen los rasgos que definen nuestra identidad única.
    Los graffitis que los primeros viajeros occidentales ya empezaron a dejar en los monumentos del antiguo Egipto son como las fotos de los turistas, que tienen la necesidad compulsiva de retratarse junto a los lugares emblemáticos para poder llevarse consigo parte del aura para después mostrarlo (gran parte del éxito de facebook!); los artistas firmando su obra con su nombre o bien dejando un rasgo distintivo que identifica su autoría.
    Un saludo.

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