Este verano es un buen momento para releer el cómic La casa, de Paco Roca, porque es una obra estupenda y porque las casas de verano son eso, como las bicicletas: para el verano.
Os destripo el cómic. Perdonad:
Trata de que, tras la muerte de su padre, tres hermanos, que son por orden de edad José Ramón ("Mon"), Fernando ("Nando") y Gema (quien tras "Gemusléibol" y otras gracias que le decían sus hermanos cuando era niña quedó sencilla y definitivamente en "Gema") van a la casa de Seseña, que se encuentra en un estado de abandono, para deshacerse de muchísimos trastos y ponerla en orden encargando la limpieza, la pintura y la reparación o sustitución de algunos aparatos.
Sus padres, Vicente y Elvira ("Viri"), seseñeros, nada más casarse se fueron a vivir por ahí. Él era empleado de Telefónica y estuvo destinado en varios sitios, pero durante poco tiempo. En seguida se establecieron en Madrid y allí se quedaron.
No tenían casa en Seseña, y por lo tanto iban allí muy de cuando en cuando a visitar a sus hermanas, y se volvían en el día. Mon, el mayor de sus hijos, recuerda haber pasado una navidad en la casa de su tía Celia. Aún siente vívidamente la alegría de despertarse en casa ajena: esa sensación de euforia y de aventura. Pero pasar una noche en el pueblo era algo excepcional. Las molestias eran considerables para todos.
Hacia 1969 o 1970 uno de los cuñados de Viri (el marido de su hermana Carmen) se lio la manta a la cabeza y se puso a hacer unos pocos chalés porque parecía que el pueblo, bastante cercano a Madrid, iba a tener tirón. Vicente y Viri reservaron el primero. De modo que casi se podría decir que ese boom de Seseña que décadas después devino en locura lo estrenaron ellos.
La casa era modestísima y baratísima: un pequeño rectángulo de planta baja con solera directa de hormigón y muros de carga de medio pie de ladrillo. Justo entonces Vicente se sacó el carnet de conducir, se compró un SEAT 850 (M 562358) y ya no dependieron más de la AISA. A partir de entonces pasaban todos los fines de semana, las navidades y, sobre todo, los veranos, en la flamante casa de Seseña.
A Vicente le tocaba levantarse a las seis para ir a Madrid a la oficina, y Viri trabajaba con muchas más incomodidades que en su casa de Madrid, pero los tres niños, o, mejor dicho, los dos adolescentes y la niña pequeña -Gema había venido cuando ya no se estilaba- se lo pasaban en grande.
Las tardes eran lo mejor: Vicente, después de la siesta, se ponía a regar los setos y los dos chopos, e incluso los tres árboles de la calle que correspondían a la cerca de la casa. Dejaba la manguera correr y se sentaba a leer en una mimbrera ante la puerta, en una zona que por dar al norte estaba casi fresquita. Ante esa puerta cayó casi todo Frederick Forsyth y casi todo Lapierre y Collins. Viri lo dejaba regando y leyendo y bajaba al pueblo (el chalet estaba un pelín retirado y en alto) y pasaba la tarde con sus hermanas: O bien en la ventana de la casa de Carmen (la mejor ventana de Seseña, con dominio absoluto de toda la plaza Bayona y al mismo tiempo en un retranqueo discretísimo, desde donde se podía gacetear a placer sin descaro), o bien en la plaza de la iglesia, ante la casa de su hermana Nandi. Siempre había novedades y, sobre todo, muchas visitas y mucha tertulia.
Mon y Nando salían con sus amigos (cada uno con los suyos, porque se llevaban dos años y eso era un abismo), montaban en bici, jugaban al fútbol, y Gema, la pobre, como era tan pequeña, tenía que ir con su madre a estar con sus tías.
(Inciso: Al seto inicial Vicente le fue añadiendo unas adelfas y unos rosales. Los chopos fueron talados porque causaron un pequeño desastre: Sus raíces invadieron el pozo negro y una especialmente atrevida llegó desde él al manguetón del inodoro, provocando un tapón y una avería considerable(1). Tras aquello, en uno de los alcorques huérfanos nació espontáneamente una higuera, y menos mal, porque según la tía Mercedes el año en que se planta una higuera muere alguien de la familia. Esta no había sido plantada, por lo que ella dijo que la familia estaba a salvo; y en efecto: Se cumplió el año y no murió nadie. En el otro alcorque Vicente plantó un ciruelo, este sí que aposta y a conciencia).
La casa tuvo años de gloria, de esplendor y de alegría, pero Vicente y Viri se fueron haciendo mayores y cada vez iban menos. Vicente conducía ya muy mal (nunca había sido muy bueno, pero ahora era un peligro) y Viri no sobrellevaba bien las incomodidades de la casa, aunque reunirse con sus hermanas le daba la vida. Pero el caso es que por una cosa o por otra les daba cada vez más pereza, con lo a gusto que estaban en su piso de Madrid. Y los hijos, excepto el mayor, iban haciendo su vida por otros sitios.
En resumen: La casa de Seseña fue decayendo poco a poco y acabó por quedar semiabandonada. Gema vivió una temporada en ella, pero no terminó de consolidarse.