jueves, 28 de abril de 2011

Vergüenza arquitectónica

Una empresa constructora-promotora madrileña, a la que yo siempre he admirado, hizo ayer una obra bochornosa más (ya lleva demasiadas), y me avergüenzo.
Esa empresa ha contratado siempre a grandes arquitectos, pero este año, no puedo entender por qué, ha caído en los brazos de un arquitecto portugués muy tosco y chapucero, que tiene un halo de buenas críticas que tampoco puedo entender. Ha logrado en su vida muchos éxitos, exhibiendo siempre el mismo estilo amazacotado y duro. No entiendo qué pinta en esta promotora, que ha construido siempre edificios tan elegantes.
El arquitecto este, cada vez que fracasa (que viene siendo ya muy a menudo) le echa la culpa a las ordenanzas municipales, al inspector de trabajo, al coordinador de seguridad y salud, y al Sursum Corda (que yo de niño creía que era un líder guerrero turco, y es una expresión latina que significa "arriba los corazones", con la que se empezaba la misa antigua).
La arquitectura es el dominio del espacio, y parece mentira que este hombre la confunda con el bloque macizo, sin espacios interiores. Una brutal mole ciclópea no puede compararse al hueco, al espacio, a la gracia de una estructura despejada.
Apelotonamiento, falta de espacio, falta de ritmo. Todo el arte de este arquitecto consiste en amontonar encofradores para hacer muros de hormigón a una cara, contra el terreno. Tiene grandes ferrallistas, estupendos albañiles, magníficos cerrajeros y carpinteros, pero a todos los saca de sus oficios y los pone a hacer muros de contención.
Y cuando un muro cede, la culpa es siempre del inspector municipal, que ha sancionado a aquel encofrador o a ese otro... encofrador. (Todos lo son).
Y es que así no se puede. Los encofradores de esta empresa saben hacer todo tipo de superficies, toda clase de estructuras, pero a este arquitecto no le vale nada: sólo muros de contención a una cara. Ciclópeos o con una única armadura para evitar los más graves hundimientos. Y, sí, la armadura funciona muy bien, pero llega un momento en que las presiones son tan fuertes que tiran todos los muros.
Y ante la debacle, el arquitecto siempre sale con la cabeza alta, echando la culpa a quien se ponga por medio o a quien pase por ahí.
Me da mucha rabia, porque encima de que esta promotora hace edificios cada vez menos funcionales y menos airosos, parece como si la siempre cutre promotora rival, que dice de sí misma que es més que una promotora i constructora, hiciera sublimes maravillas, y su arquitecto fuera un genio. Y tampoco es así (aunque por contraste lo parezca). Es sólo que tienen tres o cuatro albañiles muy buenos, y un artista churrigueresco que la mare que el va parir, qué tío, ¿vihte?

1 comentario:

  1. Ole, tus buebos...amigo.

    Si esta empresa le tiene que echar la culpa al maestro armero...mal vamos.
    Siempre le digo a mis hijas: "nenas, la vista para adelante, no miréis para atrás o a los lados...son vuestro trabajo y vuestra inteligencia lo que os hará vencer".

    Si esta promotora que está, por méritos propios, vuelta y media por delante de las demás, anda mirando como van las otras....acabará esperándolas.

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