lunes, 12 de mayo de 2025

Valor = Precio

Solo el necio
confunde valor y precio.


Abro con estos versos de Quevedo para decirle que no, que no tiene razón. Pretendo demostrar (o al menos defender) que en esta dinerocracia, o, mejor dicho, dinerolatría en que vivimos valor y precio son exactamente iguales.

Acabo de leer este titular de BBC:


-Unos niños han causado daños en un cuadro de Rothko.
-¿Y eso es grave?
-¡Ya me dirás! ¡Está valorado en cincuenta millones de euros!
-Ah, entonces sí.

No sé si os habéis dado cuenta, pero yo lo veo constantemente: Cuando un medio menciona una obra de arte (sobre todo si es de los siglos XX o XXI) no puede evitar decir su precio. No falla. Es lo único que importa. Lo que claramente quiere decirnos es: "¿Ven esta obra que les parece una mierda y una estupidez? A nosotros también. ¡Pues vale cincuenta millones de euros!"

Es la única forma que hay de valorarla. Si cuesta tanto dinero tiene que ser buena. Valor = Precio.

-¿Era Mark Rothko un buen pintor?
-Sí, seguro que sí. Un pintor muy importante. Tiene cuadros de cincuenta millones de euros.
-Importante. Valorado. ¿Pero era bueno?
-Que sí. Que ya te estoy diciendo que sí. Cuadros de cincuenta millones de euros.
-Pero no hace nada más que franjas o rectángulos de colores planos. Supongo que incluso pintaría a rodillo. Pintor de brocha gorda.
-Cállate, blasfemo. ¡Cincuenta millones de euros!

Lo que es blasfemo no es hacer un comentario irrespetuoso sobre la obra de Mark Rothko (que pintaba a rodillo, que no tenía ni idea, que era un piernas). No; eso nos da igual. Lo que es blasfemo es no mostrar reverencia ante una obra que cuesta cincuenta millones de euros. La reverencia es al dinero, solo al dinero, y si alguien, haciendo zurullos o lo que sea, ha conseguido ponerse en ese nivel de valoración económica, tiene toda nuestra admiración y todo nuestro respeto.

Mark Rothko

Tengo un libro de arte muy prestigioso, el de Ernst H. Gombrich. Tiene muchas fotos y muchas palabras. Demasiadas. Palabras superfluas, porque no trae un solo precio.

Por ejemplo, de la pintura del Barroco escribe y escribe, y nosotros intentamos seguir su exposición. Y sí, vale, hay un montón de datos y de ideas, pero vemos un autorretrato de Rubens (fig. 259) y otro de Rembrandt (fig. 271) y están muy bien, pero no podemos saber cuál es mejor. ¡No viene el precio! Así es imposible. Puedo decir cuál me gusta más, pero eso es una frivolidad, una arbitrariedad. ¿Qué importa cuál prefiera yo? Yo no tengo ninguna importancia, y mi criterio es tan inválido como el de cualquiera. Es imperdonable juzgar el arte por meras preferencias personales, por nuestros meros gustos y caprichos. Necesitamos tener datos objetivos: precios.

Qué ignorancia la de quienes dicen: "Pues a mí Picasso me parece una castaña". ¿Pero, muchacho, cómo puedes decir eso? ¿Tú has visto lo que cuestan sus obras?

-¿Y de la "Mierda de artista" qué me dices? ¡Una cagada en una lata!
-¿Está cotizada? ¿Sí? Pues entonces respect.

El precio nos resolvería incluso cuestiones patrióticas y chauvinistas. A mí me parece que el mejor cuadro de la historia es Las Meninas, pero tal vez sea porque soy español, y a un italiano (o incluso a un francés, por hospedaje) le parecerá que lo es La Gioconda. Esto podemos discutirlo sin parar y sin solucionar nunca nada, y estaríamos empecinándonos y hundiéndonos en el fango de la pelea sin sentido si no fuera porque ambas obras están tasadas.

Busco en internet y veo que La Gioconda está tasada en setecientos millones de dólares y Las Meninas en... ¡leches; no lo dicen! Veo veinte veces que en el testamento de Fernando VII (año 1834) se valoraron en cuatrocientos mil reales, que no es apenas nada hablando de estas barbaridades, y que ni siquiera era el cuadro más valorado de Velázquez. Obviamente hoy será muchísimo más, pero se nos dice que no tiene sentido tasarlo porque no está en venta, y el valor con el que está asegurado no se hace público.

Pues me quedo como estaba, aunque me temo que La Gioconda tiene muchísimo más marketing y supongo que gana ampliamente. Pero es solo una especulación por mi parte, sin base, y por lo tanto repito lo que llevo diciendo: si no se publican los precios no hay manera de saber lo buena que es una obra de arte, y seguiremos perdidos, ignaros y diciendo vaciedades, que es lo que más se dice sobre el arte. Bla bla bla, y que si patatín y que si patatán. Si habláramos más de dinero acabaríamos con tanta tontería y con tanto listo de chaqueta con coderas.

3 comentarios:

  1. Esto me recuerda a la valoración de las empresas según el índice Nasdaq, el Dow Jones o el Ibex 35, que suben o bajan según Trump abre la boca para subir o bajar los aranceles a China, o según Putin avanza o retrocede en Ucrania. Una empresa que en un momento dado sus acciones valen 100, en unos segundos valen 90 o 110, produciendo exactamente lo mismo y ofreciendo los mismos servicios que antes. Lo llamamos la ley de la oferta y la demanda, sin caer en que la demanda es inducida por la oferta, que viene controlada por los lobbies.

    ResponderEliminar
  2. Apreciado José Ramón.
    Ayer, comiendo con un colega suyo, recordé los dos artículos memorables que tiempo atrás dedicó usted a la iglesia de Santa Ana, de Miguel Fisac. Al llegar a casa los localicé y los envié no sólo al amigo comensal, sino a otros cuantos a los que pensé que podrían interesarles. Algunos me piden que le felicite, encargo que cumplo con gusto.
    Aprovecho para felicitarle también por este último artículo y decirle, de paso, que me tiene preocupado: ¿para cuándo el siguiente?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias.
      Me alegra mucho y me hace mucha ilusión que valore de esa manera mis artículos.
      El mes de mayo ha sido horrible. Me ha tocado corregir muchos exámenes y ejercicios, y no he tenido tiempo para relajarme un poco y escribir. Pero espero seguir en seguida con el blog. Desde luego no pienso dejarlo, aunque haya semanas más flojas.
      Muchas gracias.

      Eliminar