Me acabo de enterar por este artículo(1) de un dato estremecedor de Le Corbusier. Qué personaje.
Ya conté aquí lo de cómo uso la piel de su perro para encuadernar sus dos tomos del Quijote, pero esto lo supera (o no lo sé; yo ya ni sé).
Me hacía cruces entonces de lo macabro que era, tomando como dato romántico y tierno lo que era pura necrofilia. Pero se ve que quien es de una manera es de esa manera y no puede evitarlo. Y a quien le gustan esas cosas le siguen gustando.
Pues bien: Cuando murió su esposa, su querida Yvonne, el 5 de octubre de 1957, la hizo incinerar. Pero el apenado viudo vio algo entre las cenizas, algo que seguía estando entero y no se había deshecho: una vértebra.