Hace unos años (no demasiados, pero no estoy seguro de cuántos; el tiempo pasa cada vez más deprisa) Jaume Prat me propuso participar en un proyecto apasionante. Estaba en una buena situación que le permitía afrontarlo con visos de éxito, y, con el entusiasmo que le caracteriza, me lo explicó.
La cosa consistía en tomar cada una de las Seis propuestas para el próximo milenio, de Italo Calvino, y lanzarse a escribir sobre arquitectura a su hilo y a su calor. Un texto por cada propuesta, y cada uno de un autor diferente.
Me dijo que se lo había dicho nada menos que a Agustín Fernández Mallo, que había accedido, y no sé quiénes serían los otros tres autores. Tampoco sé (o no recuerdo, porque creo que sí que me lo dijo), sobre cuál de las seis propuestas tendría que escribir yo.
Pero no salió. (Por ahí debe de haber muchísimos universos paralelos con tantísimas cosas que todos íbamos a hacer y que al final no salieron en este que habitamos). Fue una pena, porque estando Jaume y Agustín, y seguro que otros autores de considerable altura, el resultado habría sido espléndido aunque los intrusos de siempre lo hubiéramos empañado un poco.
Sin embargo, aquella decepción de hace años se ha visto ahora súbitamente compensada con una alegría. Resulta que sin que lo supiéramos (al menos yo no tenía ni noción de ello), Jaume siguió aferrado a su proyecto y durante todo este tiempo ha estado escribiendo un ensayo tras otro sobre cada una de las seis propuestas de Calvino: Ligereza (L), Rapidez (R), Exactitud (E), Visibilidad (V), Multiplicidad (M) y Consistencia (C), y acaba de sacar a la luz este espléndido libro:
Lamentablemente murió ese mismo año y no solo no pudo ir a dar esas conferencias, sino que ni siquiera le dio tiempo a terminarlas del todo. Pero su idea quedó clara y sugerente, y los textos fueron publicados.
Como digo, ese libro arrasador le sugirió a Jaume Prat la posibilidad (y ahora vemos que también la obligación personal) de aplicar cada una de las propuestas a la arquitectura.
La pena de no haber leído lo que habrían escrito Fernández Mallo y otros autores brillantes, y la de no haber jugueteado yo mismo con alguna de esas propuestas, se ve ahora compensada por el brillante despliegue de Jaume Prat.
Lo que para Calvino en 1985 eran propuestas para un milenio que se veía venir, para Jaume Prat son ya coordenadas de una realidad presente. Son coordenadas en un mapa caótico, arrugado, móvil, tembloroso y esquivo, son un intento de coordenadas en el caos, una muestra de un optimismo invencible que quiere estacar y replantear en arenas movedizas, que quiere arar en el agua y que, formidablemente, a menudo lo consigue.
Como toda respuesta inteligente, como todo homenaje honrado, este libro es muy respetuoso con aquel y a la vez no lo es en absoluto. Es decir: Jaume lee de una manera trascendida y operativa las ideas de Calvino, las digiere, las reinterpreta y se sale por los cerros de Úbeda, por su filtro personal, por su dialéctica brillante, a menudo iconoclasta y siempre propositiva. De manera que no aplica disciplinada y obedientemente a la arquitectura las características que Calvino proponía mirando a la literatura, sino que despliega otra gama de estrategias que complementan a las del italiano y, sobre todo, enlazan la arquitectura al pensamiento, a la ideología, a la literatura y al acervo común de la humanidad, pasajera en este mundo sin tripulante que ya lleva dos décadas inmerso en el milenio, andando sin rumbo y sin miedo hacia un horizonte inesperado.
Jaume Prat, ya digo, no respeta las líneas argumentales de Italo Calvino como si fueran un dictado a obedecer, sino que las respeta mucho más y hasta mucho más allá: Se trata, ni más ni menos, de extender el dedo índice y señalar al frente. Se trata de mostrarnos no tanto un camino, sino una cascada de cascadas de posibilidades.
He de decir que tanto el pensamiento indómito de Jaume Prat como sus siempre sugerentes y a menudo inesperadas derivas me recuerdan a menudo a Fernández Mallo. Tal vez el parangón se me acuse al imaginármelo compartiendo este proyecto, y también, por supuesto, al rememorar su excelente e injustísimamente prohibido El hacedor de Borges, remake, que tanto habría gustado a Borges y tan mal y tan torticeramente entendió su viuda. (Espero que los herederos de Calvino no vengan ahora a secuestrar este).
Como no podía ser de otra manera, este libro de Jaume Prat es un remake de aquel de Calvino, y el propio Jaume señala ese concepto de remake como uno de los orígenes de la arquitectura, y nosotros entendemos que es una de las piedras angulares del pensamiento y de la deriva actuales.
Para lanzarse a correr hacia delante en este casi recién estrenado milenio, el autor necesita primero echarse un poco hacia atrás para tomar impulso, y nos habla constantemente de obras de arquitectura del milenio anterior e incluso de otros más remotos, y hasta salta de Vitruvio a Le Corbusier. Esto genera una visión dinámica y una exposición propedéutica(2) que nos aportan una perspectiva ideológica y mental de lo que puede llegar a ser la arquitectura, porque nos habla, sobre todo, de lo que puede llegar a ser nuestro pensamiento y nuestro mundo como una proyección a futuro de todo lo anterior, y, si se me permite la boutade, de cómo los eternos invariantes no hacen otra cosa que variar para poder seguir siendo invariantes. (La famosa frase de El gatopardo de Lampedusa, yatúsabeh).
Este libro es un verdadero regalo. En estos tiempos confusos y desarraigados no nos muestra el camino, la verdad, la solución. No la hay. Pero sí nos acompaña, nos ayuda a abrir los ojos, aunque sean pasmados y perplejos, nos muestra relaciones siempre inteligentes y brillantes. En cierto modo comparte nuestra incertidumbre, pero lo hace con la lucidez y la serenidad de quien es capaz de guiar a un compañero, aunque sea en medio de la niebla.
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