Acabo de terminar de leer La casa de los pintores, de Rodrigo Muñoz Avia. (Los pintores a quienes se refiere son sus padres, Lucio Muñoz y Amalia Avia).
Me ha interesado muchísimo y me ha gustado muchísimo. Y lo he subrayado muchísimo. De entre todos los pasajes que he marcado, quiero señalar aquí este:
No siempre estaba claro cuándo una obra estaba terminada. En el caso de los murales la instalación en el lugar para el que habían sido concebidos marcaba un punto de no retorno que los hacía más definitivos, pero en el resto de los cuadros la tentación de seguir transformándolos existía siempre para mi padre, independientemente de que estuvieran firmados o hubieran sido expuestos y reproducidos en catálogos. Él explicó en algún texto que una obra nunca está terminada, que solo la muerte es algo acabado, que cierta forma de imperfección es necesaria porque demuestra que hay vida en el cuadro. Y esta cualidad de la obra, su imperfección, su vida, interpela al espectador y también al artista.
Añade a continuación que su padre estaba modificando siempre los cuadros, y que una vez colocó uno en el recibidor de su casa. Era lo primero que se veía al entrar, y a los pocos días no lo pudo resistir más, agarró una sierra eléctrica y, sin siquiera descolgarlo, empezó a amputarlo. Así aguantó unos pocos días más, pero al cabo volvió a reformarlo. Y así hasta que lo quitó de allí y lo volvió a llevar a su estudio.
Lucio Muñoz. Técnica mixta sobre tabla, 100 x 180 cm2
Rodrigo Muñoz, evocando a su padre, da en el clavo: Perfecto quiere decir muerto. La vida implica imperfección.
Solemos entender la palabra "perfecto" como sinónimo de "excelente", "magnífico", "maravilloso", algo tan bueno que no puede ser mejor, pero su etimología significa "terminado".
Recuerdo de niño la clase de lengua española: "Pretérito perfecto". Me hacía gracia, porque me sonaba a "pretérito estupendo", "pretérito buenísimo", y lo que quiere decir es, sencillamente, "pretérito terminado". "He comido" significa que he terminado de comer. Nada más. Esa es la perfección. (Y ya el "pluscuamperfecto" -más que perfecto- ni os digo: "Había comido").
De la misma forma se usa en derecho: Perfeccionar un contrato, por ejemplo.
Entonces tenemos que estar de acuerdo con Lucio Muñoz: Lo que está vivo evoluciona, varía. Lo perfecto está muerto. "Solo la muerte es algo acabado".
Bruno Zevi señala algo parecido cuando defiende la arquitectura orgánica, los trazados fluyentes, abiertos, no geométricamente rígidos. Él dice que solo deben ser ordenados y simétricos los cementerios. Coincide con Lucio Muñoz: Lo perfecto es lo muerto.
Alvar Aalto. Ayuntamiento de Säynätsalo
En la arquitectura de Alvar Aalto, por ejemplo, encontramos similitudes con la pintura de Lucio Muñoz. Aparte del interés por los materiales y las texturas, vemos que hay organizaciones, simetrías, jerarquías... pero nada de ello es rígido, y nada parece definitivo.
Se obtiene un orden superior, que no es el de la mera geometría simple, sino algo mucho más elaborado. Por eso mismo, nunca termina de ser definitivo.
En un edificio neoclásico la vista de un fragmento nos informa de cómo es lo demás, porque hay una clara rigidez formal y una saturación de información y de redundancia. En una obra orgánica hay una organización global, pero muchos de los detalles se libran de ella e incluso la contradicen.
Alvar Aalto. Biblioteca de Rovaniemi
Sin embargo, existe un equilibrio e incluso una simetría que no es la mera equivalencia especular exacta de formas, sino más bien un diálogo abierto entre elementos, una correspondencia de fuerzas.
Estas estructuras abiertas, creativas, evolutivas, complejas, contradictorias, orgánicas... son la pura vida, la pura riqueza y la pura evocación e incluso imitación de la naturaleza; no en sus formas finales, sino en sus procesos.
La gran maravilla del descubrimiento de Ramón y Cajal fue que las neuronas no forman una retícula, como decía su "rival" Golgi, sino que tienen sus terminaciones libres y disponibles para hacer conexiones diferentes y variables.(1)
Esto hace posible que se conecten (entre sí y con otras células) en cada momento del modo más eficaz (sinapsis), por la sencilla razón de que no tienen conexiones preestablecidas, de que no forman una cuadrícula ni ningún tipo de estructura cerrada y "perfecta", sino que están abiertas a formar organizaciones cambiantes.
Esa disponibilidad, esa apertura, esa elasticidad, esa falta de "perfección" es la que nos permite ser lo que somos, y poder disfrutar tanto de actos reflejos automáticos "almacenados" como de actos y pensamientos voluntarios y "nuevos". Ese doble poder nos da nuestra fuerza y nuestra capacidad. Esa falta de perfección, ese estar siempre en evolución y en duda, y en inestabilidad, y en aprendizaje, y en reflexión, y en equivocaciones, y en arrepentimientos, y en ambiciones, y en respuestas, y en preguntas, es lo que nos hace grandes. Lo que nos hace vivos. Lo que nos hace imperfectos.
Curiosamente, a Ramón y Cajal y a Golgi les dieron el Premio Nobel de Medicina a la vez, ex aequo, en 1906, por sus investigaciones (contradictorias y fuertemente discrepantes entre sí) sobre el sistema nervioso. Eso también nos hace grandes.
Coda
(Yo creo que hasta aquí he terminado bien, me ha quedado bastante potable, pero por la cosa de la no perfección, de no quedarse uno a gusto nunca y de retocar y corregir siempre, añado lo que sigue. No sé si hago bien).(2)
El libro de Rodrigo Muñoz nos depara una triste escena al final, con Lucio Muñoz muerto prematuramente y el autor entrando con sus hermanos en el estudio, inconcebible sin su dueño trabajando en él.
Todo lo que siempre había estado lleno de vida y creación se les apareció entonces a los hijos del artista como silencioso, muerto, acabado. (Perfecto).
El vacío de su padre era escandaloso. Su ausencia era un helor insoportable.
Barrieron, limpiaron y acometieron una labor muy ardua: Seleccionar qué podía conservarse e inventariarse y qué debía ser destruido.
Con un pintor de prestigio mundial y de alta cotización esto no era ninguna tontería. Suponía dar por finalizado su catálogo, finiquitar su inventario. La muerte es la gran autora de la "obra completa".
Había un material desordenado, que había estado en permanente ebullición y de repente se había apagado.
Lo primero, después de barrer (serrín, virutas, astillas, palos...) fue guardar en carpetones los papeles sin usar. Papeles de muchas clases y tamaños, y hacer pilas y bloques.
Luego se pusieron con los cuadros firmados. Con Lucio Muñoz eso no quería decir gran cosa, porque a veces, como se ha dicho, agarraba un cuadro firmado, o incluso que ya había sido expuesto y publicado, y lo volvía a trabajar, a reformar. Y, por otra parte, a menudo exponía cuadros sin firmar.
Pero por algún lado había que empezar. Así que los cuadros firmados pasaron directamente a engrosar el catalogue raisonné de Lucio Muñoz sin que ninguno de sus hijos lo discutiera.
Con la misma facilidad, las tablas apenas señaladas con un brochazo, un par de grietas, una tablita pegada o algo así fueron destruidas.
Pero había unas cuantas obras en un estado intermedio, confuso, muy trabajadas, ¿pero definitivas? ¿Había habido alguna vez algo definitivo en Lucio Muñoz? Ahí sí que sus hijos sufrieron y discutieron. Conocían bien a su padre, llevaban toda la vida viéndolo trabajar. ¿Habría dejado este cuadro así? ¿Lo habría seguido tocando? Opinaban, comparaban, discutían, votaban...
Era muy importante fijar la opera omnia de su padre, sellarla. O no. Qué más daba todo eso, en definitiva. La muerte era la que había elegido el punto a partir del cual, por arte de magia, todo iba a ser ya perfecto para siempre.
______________________________________
(1).- Lo que me faltaba: No contento con equivocarme hablando de arquitectura me meto ahora a hablar de neurología, de la que no tengo ni la más remota idea. Ay, qué audaz es la ignorancia y la bocachanclez.
(2).- Ahora lo verdaderamente desestabilizador sería hablar de la entropía en términos contrarios a los que estoy diciendo. Según el segundo principio de la termodinámica todo tiende al desorden, y el triunfo de este implicará la definitiva muerte del universo. Por lo tanto la vida es orden y la muerte es desorden. Esto exigiría otra entrada, pero aquí solo anticipo que estamos hablando de distinto concepto de orden. El orden de la vida, el orden antientrópico, no es el de las formaciones militares ni el de los mausoleos, sino esta energía orgánica que he estado defendiendo aquí todo el tiempo.
Bueno, de acuerdo. Me contradigo un poco. (O bastante). La imperfección de la que hablábamos. La vida siempre confusa. Que lío, de verdad.
Esto hace posible que se conecten (entre sí y con otras células) en cada momento del modo más eficaz (sinapsis), por la sencilla razón de que no tienen conexiones preestablecidas, de que no forman una cuadrícula ni ningún tipo de estructura cerrada y "perfecta", sino que están abiertas a formar organizaciones cambiantes.
Esa disponibilidad, esa apertura, esa elasticidad, esa falta de "perfección" es la que nos permite ser lo que somos, y poder disfrutar tanto de actos reflejos automáticos "almacenados" como de actos y pensamientos voluntarios y "nuevos". Ese doble poder nos da nuestra fuerza y nuestra capacidad. Esa falta de perfección, ese estar siempre en evolución y en duda, y en inestabilidad, y en aprendizaje, y en reflexión, y en equivocaciones, y en arrepentimientos, y en ambiciones, y en respuestas, y en preguntas, es lo que nos hace grandes. Lo que nos hace vivos. Lo que nos hace imperfectos.
Curiosamente, a Ramón y Cajal y a Golgi les dieron el Premio Nobel de Medicina a la vez, ex aequo, en 1906, por sus investigaciones (contradictorias y fuertemente discrepantes entre sí) sobre el sistema nervioso. Eso también nos hace grandes.
Coda
(Yo creo que hasta aquí he terminado bien, me ha quedado bastante potable, pero por la cosa de la no perfección, de no quedarse uno a gusto nunca y de retocar y corregir siempre, añado lo que sigue. No sé si hago bien).(2)
El libro de Rodrigo Muñoz nos depara una triste escena al final, con Lucio Muñoz muerto prematuramente y el autor entrando con sus hermanos en el estudio, inconcebible sin su dueño trabajando en él.
Todo lo que siempre había estado lleno de vida y creación se les apareció entonces a los hijos del artista como silencioso, muerto, acabado. (Perfecto).
El vacío de su padre era escandaloso. Su ausencia era un helor insoportable.
Barrieron, limpiaron y acometieron una labor muy ardua: Seleccionar qué podía conservarse e inventariarse y qué debía ser destruido.
Con un pintor de prestigio mundial y de alta cotización esto no era ninguna tontería. Suponía dar por finalizado su catálogo, finiquitar su inventario. La muerte es la gran autora de la "obra completa".
Había un material desordenado, que había estado en permanente ebullición y de repente se había apagado.
Lo primero, después de barrer (serrín, virutas, astillas, palos...) fue guardar en carpetones los papeles sin usar. Papeles de muchas clases y tamaños, y hacer pilas y bloques.
Luego se pusieron con los cuadros firmados. Con Lucio Muñoz eso no quería decir gran cosa, porque a veces, como se ha dicho, agarraba un cuadro firmado, o incluso que ya había sido expuesto y publicado, y lo volvía a trabajar, a reformar. Y, por otra parte, a menudo exponía cuadros sin firmar.
Pero por algún lado había que empezar. Así que los cuadros firmados pasaron directamente a engrosar el catalogue raisonné de Lucio Muñoz sin que ninguno de sus hijos lo discutiera.
Con la misma facilidad, las tablas apenas señaladas con un brochazo, un par de grietas, una tablita pegada o algo así fueron destruidas.
Pero había unas cuantas obras en un estado intermedio, confuso, muy trabajadas, ¿pero definitivas? ¿Había habido alguna vez algo definitivo en Lucio Muñoz? Ahí sí que sus hijos sufrieron y discutieron. Conocían bien a su padre, llevaban toda la vida viéndolo trabajar. ¿Habría dejado este cuadro así? ¿Lo habría seguido tocando? Opinaban, comparaban, discutían, votaban...
Era muy importante fijar la opera omnia de su padre, sellarla. O no. Qué más daba todo eso, en definitiva. La muerte era la que había elegido el punto a partir del cual, por arte de magia, todo iba a ser ya perfecto para siempre.
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(1).- Lo que me faltaba: No contento con equivocarme hablando de arquitectura me meto ahora a hablar de neurología, de la que no tengo ni la más remota idea. Ay, qué audaz es la ignorancia y la bocachanclez.
(2).- Ahora lo verdaderamente desestabilizador sería hablar de la entropía en términos contrarios a los que estoy diciendo. Según el segundo principio de la termodinámica todo tiende al desorden, y el triunfo de este implicará la definitiva muerte del universo. Por lo tanto la vida es orden y la muerte es desorden. Esto exigiría otra entrada, pero aquí solo anticipo que estamos hablando de distinto concepto de orden. El orden de la vida, el orden antientrópico, no es el de las formaciones militares ni el de los mausoleos, sino esta energía orgánica que he estado defendiendo aquí todo el tiempo.
Bueno, de acuerdo. Me contradigo un poco. (O bastante). La imperfección de la que hablábamos. La vida siempre confusa. Que lío, de verdad.
Tremendo, le va a servir mucho a uno que me pregunta siempre "Jose,vos que opinás ? que puede faltarle a esto?" Gracias Ramón, como siempre, imperfecto.
ResponderEliminarYo he acabado el libro prácticamente emocionado en cada línea escrita por Rodrigo. Me siento totalmente identificado con él. Gracias Ramón por describir tan fielmente la relación entre Lucio Muñoz y la arquitectura.
ResponderEliminarLa perfección existe, pero es imperfecta
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