Acabo de escribir sobre la mentira del helecho y quería cambiar de tema, pero la actualidad no me deja.
Estos días asisto harto y aburrido a tres nuevas barbaridades antiarquitectónicas y antiéticas de las que tanto proliferan.
1.- Primero nos enteramos de que en el último momento de su mandato, y de una manera vergonzosa y vergonzante, la alcaldesa saliente de Madrid ha aprobado el mierdaproyecto de museo del que hablamos hace poco. No insistiré. Se veía venir, y en el último segundo no ocurrió un milagro de sensatez. ¿Para qué? ¿Por qué iba a ocurrir?
2.- Casi al mismo tiempo me entero de que una empresa francesa pretende construir en Madrid-Río un centro comercial de nada, de sólo 130.000 metros cuadrados (¡CIENTO TREINTA MIL METROS CUADRADOS! ¡SEISCIENTAS UNA Y MEDIA PISTAS DE CURLING!), y, gracias a una filigrana legal vergonzosa, podrá hacerlo sin licencia.
Si usted quiere cambiar los azulejos del baño, remozar el portal de su casa o cerrar un balcón le caerá encima todo el aparato legal y burocrático, que pondrá a prueba su paciencia hasta límites insospechados de tocapelotismo. Le restregarán mil normas por las narices, le impondrán un procedimiento kafkiano y al final, si consigue realizar la obra, usted habrá quedado flaco y macilento, sus ojos habrán perdido todo el brillo y su cara estará llena de arrugas cenicientas y fláccidas. (Es una experiencia inolvidable, durísima).
Pero el promotor de esta barbaridad, en la que van a entrar a diario miles y miles de personas, no va a soportar ni una sola inspección, ni se le va a chequear siquiera su proyecto. (¿Medidas de accesibilidad? ¿Medidas de protección contra incendios? ¿Ventilación?). Nada.
Bastará con que el interesado haga una "declaración responsable" (me meo) jurando por Snoopy que cumple toda la legislación. Y ya está. A él se le cree. Se le presupone buena fe, responsabilidad, veracidad y honor. Y no se le molesta.
Pero a usted no se le presupone nada de eso, sino justo lo contrario. Usted es un presunto, y cuando dice que quiere cambiar los azulejos del baño debe de ser por algún motivo oscuro e inconfesable. ¡Ay de usted! Le va a caer todo lo caíble.
Por añadidura, como no podía ser de otra manera, el edificio que quieren perpetrar es una mpeup. Un vago aire post-barroco neo-clásico, con un arco muy francés en la entrada. Pilastras, balaustradas, zócalos, cornisas... Lo de siempre.
¿Para esto se han endeudado hasta las trancas los madrileños, sus hijos, sus nietos, sus biznietos...? ¿Para soterrar la M30 y dejar así un fantástico río, con parque, paseos y la biblia en verso? ¿O para que venga esta empresa y se lo lleve crudo sin más?
"Es que va a generar muchos puestos de trabajo". Ah, sí; lo de siempre. ¡Ja! Los malditos puestos de trabajo, tan falsos y tan infames como la mierdarquitectura del centro comercial. Doce horas diarias de trabajo, más sábados y domingos, por contratos de tres meses a lo sumo, por cuatrocientos o quinientos euros al mes. Y patada en el culo cuando quiera el honrado empresario (en cuya palabra y buenas intenciones cree el ayuntamiento a pie juntillas). No sea que el infame trabajador acabe adquiriendo derechos laborales. (¡Derechos no! ¡Cargas! ¡Cargas a costa del honrado empresario y del justísimo sistema!).
Alguien se tiene que llevar una buena carretilla de todo esto. Si no no se explica.
¿Y nosotros? ¿Cómo consentimos estas cosas? Se me dirá que no podemos hacer nada, que son los mandatarios quienes hacen estas barbaridades, y que a nosotros sólo se nos deja votar cada cuatro años, y que si votamos a otros harán cosas parecidas.
No es cierto. Podemos hacer mucho más, además de votar, y no cada cuatro años, sino día a día: Podemos no ir.
Los ciudadanos somos los que mandamos. Con no ir a esos sitios el problema se resolvería, o, al menos, no se repetiría. Pero en el museo habrá el suficiente pijerío y la suficiente tontería como para que al final nos animemos a ir para escuchar la conferencia de algún impresentable o ver la exposición temporal de algún petardo, y en el centro comercial habrá unas botas de fútbol muy buenas y muy baratas que nuestros hijos querrán que les compremos (y ya aprovecharemos para comprarnos una tableta, un esmarfón o un porculizador sexual; o alguna chorrada del tipo que sea. Del que sea. Es igual. Todo es igual).
Al final, y puesto que vivimos en una sociedad de consumo, la culpa es nuestra, pues somos los consumidores y los que mandamos. Con no ir, problema resuelto. Con mandar de una maldita vez, asunto concluido.
3.- Por otra parte, y saltando de la cuestión ideológica e idiosincrásica a la religiosa, que da todavía más vueltas y genera más complejidad, también he sabido de otro atentado contra la arquitectura y contra las personas: Un macro-hotel que va a perpetrarse en La Meca.
Es sencillamente inadmisible: Escandaliza hasta dónde puede llegar la mentira arquitectónica, la falsedad, el sucedáneo, el kitsch y la burla macabra a la arquitectura.
También aquí los usuarios-habitantes-padecientes-fieles van a ser engañados. Seguramente queden encantados y ni reparen en el repugnante kitsch arquitectónico; vamos, que seguramente lo tomarán por belleza y elegancia. Incluso en este artículo lo cuentan con satisfacción: El hotel será el más grande del mundo; tendrá cuarenta y cuatro plantas, setenta restaurantes y cuatro helipuertos.
El artículo dice: "La Meca tendrá el honor de albergar el hotel más grande del mundo". Habéis leído bien: "Tendrá el honor". "El honor". También dice: "Debido a su tamaño sin precedentes, la altura, así como su ubicación y el estilo arquitectónico, el edificio está llamado a hito de la modernidad". ¡Qué barbaridad! ¡Qué estupidez! Esta última frase imbécil ha sido dicha por Dar Al-Handasa, el estudio de arquitectura que ha vomitado este engendro, pero son glosadas tal cual, como si se tratara de una verdad evidente, por el anónimo juntaletras de El Economista, que se queda tan pancho.
Pero, aunque los peregrinos queden tan contentos como el pánfilo a quien me acabo de referir y nadie se sienta estafado, eso no quita para que yo denuncie esa barbaridad con toda mi pasión.
Ni quiero mencionar la religión islámica ni tacharla de falaz; Alá me libre. Pero digo que una religión uno de cuyos principales mandamientos es que sus creyentes visiten La Meca una vez en la vida debería oponerse a que semejante mandato se vea finalmente abocado a este monstruoso sinsentido.
(Cuidado con mezclar conceptos: No hablo de religión. No quiero confundir las cosas, como algunos de los descerebrados que hacen comentarios al artículo citado. Uno de ellos dice que le tiraría una bomba atómica a este hotel, y cuando he leído su comentario para ver si se refería a lo mismo que yo, he visto que lo hacía para acabar con todos sus clientes, por su religión. Cuidado. No mezclemos las cosas, que yo no voy por ahí).
Yo lo que digo, y lo digo con toda mi convicción, es que a los futuros clientes, creyentes islámicos convencidos que han cumplido con el precepto de peregrinar a La Meca, este hotel les debería ofender más que una caricatura de Mahoma comiendo jamón. El kitsch arquitectónico, la mentira absoluta de la concepción de este monstruo, convierte el sagrado precepto en una broma y en una mentira consumista y estúpida.
El precepto de peregrinar a La Meca tiene por objeto que el creyente se funda con su Dios y con sus hermanos de fe. Se pretende que alcance un estado de revelación. ¿Alojándose en este antro? ¿Puede encontrar alguien alguna revelación, alguna verdad en ese mamotreto?
(Ojo: Que no digo que sea feo -que lo es: horroroso-. Lo que digo es que es la imitación de una imitación, un pastiche, una birria. Hablo de ética, no de estética. Hablo de la ética del trabajo responsable y bien hecho frente al descontrol de hacer el gilí y aplaudir con las orejas).
El citado artículo vacuo e irresponsable dice también (siempre muy contento) que este hotel adelantará a The Venetian y a The Palazzo, los dos hoteles más grandes del mundo actualmente, ambos en Las Vegas.
Pues eso: Las Vegas. Este hotel no desmerece a Las Vegas, y tiene un parentesco innegable con The Venetian y The Palazzo. Este hotel hace equivalentes a Las Vegas y a La Meca.
Seguro que por lo demás el hotel cumplirá escrupulosamente las costumbres y preceptos islámicos, desde la comida que se sirva en los setenta restaurantes hasta el último tróspido detalle de los cuartos de baño. Pero en lo esencial, en el qué y en el cómo de ese edificio, se les está vendiendo trampa y falsedad a los peregrinos. Se les está infundiendo la falsa idea de que están en un espacio sublime, acorde y coherente con la trascendencia religiosa que se supone que están viviendo, pero en realidad se les está dando bazofia. Muy cara, pero bazofia.
Tantos millones de peregrinos son un negocio. Hoteles, apartamentos... Todo del mismo género infecto. Parece mentira que estos peregrinos tengan regulado hasta cómo hay que matar al cordero que pueden comer y les dé igual cómo ha sido concebido el edificio en que van a vivir durante esos días.
Vemos claramente cómo estos edificios de que hablamos (museo, centro comercial y hotel), sobre ser feos y falsos, son perniciosos y malos, y entendemos que no se puede cimentar una ética razonable, una buena actividad museística, comercial y hotelera, ni un respeto a sus clientes y visitantes, sobre esa farfolla de zafiedad y ese horror.
(Si te ha gustado entra entrada, clica el botón g+1 que está aquí debajo. Muchas gracias).
Estos días asisto harto y aburrido a tres nuevas barbaridades antiarquitectónicas y antiéticas de las que tanto proliferan.
1.- Primero nos enteramos de que en el último momento de su mandato, y de una manera vergonzosa y vergonzante, la alcaldesa saliente de Madrid ha aprobado el mierdaproyecto de museo del que hablamos hace poco. No insistiré. Se veía venir, y en el último segundo no ocurrió un milagro de sensatez. ¿Para qué? ¿Por qué iba a ocurrir?
2.- Casi al mismo tiempo me entero de que una empresa francesa pretende construir en Madrid-Río un centro comercial de nada, de sólo 130.000 metros cuadrados (¡CIENTO TREINTA MIL METROS CUADRADOS! ¡SEISCIENTAS UNA Y MEDIA PISTAS DE CURLING!), y, gracias a una filigrana legal vergonzosa, podrá hacerlo sin licencia.
Infografía de la nueva mpeup
Si usted quiere cambiar los azulejos del baño, remozar el portal de su casa o cerrar un balcón le caerá encima todo el aparato legal y burocrático, que pondrá a prueba su paciencia hasta límites insospechados de tocapelotismo. Le restregarán mil normas por las narices, le impondrán un procedimiento kafkiano y al final, si consigue realizar la obra, usted habrá quedado flaco y macilento, sus ojos habrán perdido todo el brillo y su cara estará llena de arrugas cenicientas y fláccidas. (Es una experiencia inolvidable, durísima).
Pero el promotor de esta barbaridad, en la que van a entrar a diario miles y miles de personas, no va a soportar ni una sola inspección, ni se le va a chequear siquiera su proyecto. (¿Medidas de accesibilidad? ¿Medidas de protección contra incendios? ¿Ventilación?). Nada.
Bastará con que el interesado haga una "declaración responsable" (me meo) jurando por Snoopy que cumple toda la legislación. Y ya está. A él se le cree. Se le presupone buena fe, responsabilidad, veracidad y honor. Y no se le molesta.
Pero a usted no se le presupone nada de eso, sino justo lo contrario. Usted es un presunto, y cuando dice que quiere cambiar los azulejos del baño debe de ser por algún motivo oscuro e inconfesable. ¡Ay de usted! Le va a caer todo lo caíble.
Por añadidura, como no podía ser de otra manera, el edificio que quieren perpetrar es una mpeup. Un vago aire post-barroco neo-clásico, con un arco muy francés en la entrada. Pilastras, balaustradas, zócalos, cornisas... Lo de siempre.
¿Para esto se han endeudado hasta las trancas los madrileños, sus hijos, sus nietos, sus biznietos...? ¿Para soterrar la M30 y dejar así un fantástico río, con parque, paseos y la biblia en verso? ¿O para que venga esta empresa y se lo lleve crudo sin más?
"Es que va a generar muchos puestos de trabajo". Ah, sí; lo de siempre. ¡Ja! Los malditos puestos de trabajo, tan falsos y tan infames como la mierdarquitectura del centro comercial. Doce horas diarias de trabajo, más sábados y domingos, por contratos de tres meses a lo sumo, por cuatrocientos o quinientos euros al mes. Y patada en el culo cuando quiera el honrado empresario (en cuya palabra y buenas intenciones cree el ayuntamiento a pie juntillas). No sea que el infame trabajador acabe adquiriendo derechos laborales. (¡Derechos no! ¡Cargas! ¡Cargas a costa del honrado empresario y del justísimo sistema!).
Alguien se tiene que llevar una buena carretilla de todo esto. Si no no se explica.
¿Y nosotros? ¿Cómo consentimos estas cosas? Se me dirá que no podemos hacer nada, que son los mandatarios quienes hacen estas barbaridades, y que a nosotros sólo se nos deja votar cada cuatro años, y que si votamos a otros harán cosas parecidas.
No es cierto. Podemos hacer mucho más, además de votar, y no cada cuatro años, sino día a día: Podemos no ir.
Los ciudadanos somos los que mandamos. Con no ir a esos sitios el problema se resolvería, o, al menos, no se repetiría. Pero en el museo habrá el suficiente pijerío y la suficiente tontería como para que al final nos animemos a ir para escuchar la conferencia de algún impresentable o ver la exposición temporal de algún petardo, y en el centro comercial habrá unas botas de fútbol muy buenas y muy baratas que nuestros hijos querrán que les compremos (y ya aprovecharemos para comprarnos una tableta, un esmarfón o un porculizador sexual; o alguna chorrada del tipo que sea. Del que sea. Es igual. Todo es igual).
Al final, y puesto que vivimos en una sociedad de consumo, la culpa es nuestra, pues somos los consumidores y los que mandamos. Con no ir, problema resuelto. Con mandar de una maldita vez, asunto concluido.
3.- Por otra parte, y saltando de la cuestión ideológica e idiosincrásica a la religiosa, que da todavía más vueltas y genera más complejidad, también he sabido de otro atentado contra la arquitectura y contra las personas: Un macro-hotel que va a perpetrarse en La Meca.
Es sencillamente inadmisible: Escandaliza hasta dónde puede llegar la mentira arquitectónica, la falsedad, el sucedáneo, el kitsch y la burla macabra a la arquitectura.
También aquí los usuarios-habitantes-padecientes-fieles van a ser engañados. Seguramente queden encantados y ni reparen en el repugnante kitsch arquitectónico; vamos, que seguramente lo tomarán por belleza y elegancia. Incluso en este artículo lo cuentan con satisfacción: El hotel será el más grande del mundo; tendrá cuarenta y cuatro plantas, setenta restaurantes y cuatro helipuertos.
El artículo dice: "La Meca tendrá el honor de albergar el hotel más grande del mundo". Habéis leído bien: "Tendrá el honor". "El honor". También dice: "Debido a su tamaño sin precedentes, la altura, así como su ubicación y el estilo arquitectónico, el edificio está llamado a hito de la modernidad". ¡Qué barbaridad! ¡Qué estupidez! Esta última frase imbécil ha sido dicha por Dar Al-Handasa, el estudio de arquitectura que ha vomitado este engendro, pero son glosadas tal cual, como si se tratara de una verdad evidente, por el anónimo juntaletras de El Economista, que se queda tan pancho.
Pero, aunque los peregrinos queden tan contentos como el pánfilo a quien me acabo de referir y nadie se sienta estafado, eso no quita para que yo denuncie esa barbaridad con toda mi pasión.
Ni quiero mencionar la religión islámica ni tacharla de falaz; Alá me libre. Pero digo que una religión uno de cuyos principales mandamientos es que sus creyentes visiten La Meca una vez en la vida debería oponerse a que semejante mandato se vea finalmente abocado a este monstruoso sinsentido.
(Cuidado con mezclar conceptos: No hablo de religión. No quiero confundir las cosas, como algunos de los descerebrados que hacen comentarios al artículo citado. Uno de ellos dice que le tiraría una bomba atómica a este hotel, y cuando he leído su comentario para ver si se refería a lo mismo que yo, he visto que lo hacía para acabar con todos sus clientes, por su religión. Cuidado. No mezclemos las cosas, que yo no voy por ahí).
Yo lo que digo, y lo digo con toda mi convicción, es que a los futuros clientes, creyentes islámicos convencidos que han cumplido con el precepto de peregrinar a La Meca, este hotel les debería ofender más que una caricatura de Mahoma comiendo jamón. El kitsch arquitectónico, la mentira absoluta de la concepción de este monstruo, convierte el sagrado precepto en una broma y en una mentira consumista y estúpida.
El precepto de peregrinar a La Meca tiene por objeto que el creyente se funda con su Dios y con sus hermanos de fe. Se pretende que alcance un estado de revelación. ¿Alojándose en este antro? ¿Puede encontrar alguien alguna revelación, alguna verdad en ese mamotreto?
(Ojo: Que no digo que sea feo -que lo es: horroroso-. Lo que digo es que es la imitación de una imitación, un pastiche, una birria. Hablo de ética, no de estética. Hablo de la ética del trabajo responsable y bien hecho frente al descontrol de hacer el gilí y aplaudir con las orejas).
El citado artículo vacuo e irresponsable dice también (siempre muy contento) que este hotel adelantará a The Venetian y a The Palazzo, los dos hoteles más grandes del mundo actualmente, ambos en Las Vegas.
Pues eso: Las Vegas. Este hotel no desmerece a Las Vegas, y tiene un parentesco innegable con The Venetian y The Palazzo. Este hotel hace equivalentes a Las Vegas y a La Meca.
Seguro que por lo demás el hotel cumplirá escrupulosamente las costumbres y preceptos islámicos, desde la comida que se sirva en los setenta restaurantes hasta el último tróspido detalle de los cuartos de baño. Pero en lo esencial, en el qué y en el cómo de ese edificio, se les está vendiendo trampa y falsedad a los peregrinos. Se les está infundiendo la falsa idea de que están en un espacio sublime, acorde y coherente con la trascendencia religiosa que se supone que están viviendo, pero en realidad se les está dando bazofia. Muy cara, pero bazofia.
Tantos millones de peregrinos son un negocio. Hoteles, apartamentos... Todo del mismo género infecto. Parece mentira que estos peregrinos tengan regulado hasta cómo hay que matar al cordero que pueden comer y les dé igual cómo ha sido concebido el edificio en que van a vivir durante esos días.
Vemos claramente cómo estos edificios de que hablamos (museo, centro comercial y hotel), sobre ser feos y falsos, son perniciosos y malos, y entendemos que no se puede cimentar una ética razonable, una buena actividad museística, comercial y hotelera, ni un respeto a sus clientes y visitantes, sobre esa farfolla de zafiedad y ese horror.
(Si te ha gustado entra entrada, clica el botón g+1 que está aquí debajo. Muchas gracias).
José Ramón, no sabes lo que me alegra ver que alguien con un coco privilegiado lo haya utilizado para -entre otras muchas cosas- hacer un razonamiento tan sencillo pero tan poco frecuente sobre la única arma de la que disponemos contra este sistema económico-mafioso que padecemos: el consumo. Bueno, más bien el no consumo. Los beneficiarios del sistema pueden engañar y convencer, disponen de potentes y sencillas herramientas para ello, sobre todo, aprovecharse de la ilimitada estupidez humana y del anestesiado de cerebros que producen los mass media, que controlan a la perfección, pero jamás podrán obligarle a uno a consumir si no se quiere. Suponiendo, claro, que antes de utilizar la capacidad de pensar por nosotros mismos, no nos hayan instalado ya el chip que nos anule las mentes y nos convierta en autómatas físicos, no sólo mentales como ahora.
ResponderEliminarCon respecto a la salvajada del hiper-mega-centrocomercial Madrid Río, ahora la ciudad de Madrid tiene una nueva alcaldesa, Manuela Carmena, mujer muy decente, que ya ha anunciado su intención de revisar todos estos proyectos megalómanos, para espanto de Florentino Pérez y Villar Mir. Si un "tamayazo" u otro imprevisto (como un "accidente" inesperado u "asesinato" inesperado sobre alguno de los concejales electos ) no lo impide, Madrid tendrá una alcaldesa que mire por su gente, y no un títere a sueldo de los poderes especulativos. No es coña el miedo al tamayazo, ya que la condesa sexagenaría lo ha más que insinuado...las fuerzas del MAL nunca descansan, en Madrid se mueve mucho, mucho dinero, y ya se sabe que la democracia está muy bien siempre que salga lo que digan los poderosos. En resumen: "hasta el cuarenta de mayo, cuidado con el Tamayo", y hay que denunciar estas actitudes para que se les quite de la cabeza el ejecutarlas. Si hay cualquier golpe de estado contra la voluntad ciudadana, nos tiramos a la calle cacerola en mano y no paramos hasta echarlos. Advertidos quedan.
ResponderEliminarSobre estos macrocentros comerciales, el daño que hacen a los tejidos urbanos es gigantesco. Son como un agujero negro que se traga toda la actividad económica y toda la vitalidad en kilómetros a su alrededor. Es mentira que creen empleo: destruyen mucho más empleo del que crean (en todos los pequeños y medianos comercios de los alrededores), por lo que balance es claramente negativo, es decir, hacen daño. Es mentira que generen riqueza: reciben fortísimas subvenciones vitalicias de dinero público, y tienen todo tipo de exenciones fiscales y prebendas administrativas: básicamente no pagan impuestos y hacen lo que les viene en gana con el espacio público. Así se pueden permitir una competencia desleal con el resto de comercios. Las condiciones laborales (mejor dicho, esclavitud) que imponen sobre sus empleados ya la has esbozado perfectamente, José Ramón. Por último, es mentira que los ciudadanos prefieran estos engendros. Basta ver la animación del centro urbano de Madrid comparado con la desolación de los barrios periféricos y los PAUs con sus megacentros comerciales. A los ciudadanos les gusta darse una vuelta por el centro de Madrid los fines de semana y los festivos (a pesar de años de proceso de gentrificación y homogeneización urbana, que lo ha convertido casi todo en un escaparate de cartón piedra de franquicias cutres internacionales), y no se quedan paseando por sus desolados PAUS. Eso es porque el entorno urbano del cento de Madrid es más atractivo, y eso es porque los nuevos barrios recién construidos son FEOS DE COJONES, y son feos a propósito, lo cual ya es un delito condenable con prisión. Allí donde el barrio no era feo, basta que habran un megacentro comercial en sus proximidades para que todo se muera.
Yo tengo claro que es buena la variedad, e incluso es buena la existencia de algún monstruo como estos centros comerciales, que pueden tener su gracia. Pero debe existir alguno, no ser la tónica general. Entonces sucede lo que sucede: el barrio inhóspito, la cultura del vehículo privado hasta para comprar el pan, la alienación de la gente...
ResponderEliminarEste sistema ya no da más de sí, y es inútil que lo intenten ocultar con huidas hacia adelante. El planeta Tierra no tiene más recursos disponibles, el Capitalismo ya no puede expandirse a costa de destruir naturaleza. Ahora mismo, y tras su última gran crisis, está sobreviviendo a costa de arruinar personas y de eliminar derechos sociales. Va quemando sus últimas etapas, como una supernova en implosión. Cualquier persona de bien, preocupada por los suyos y por sus semejantes, debería de tener bien claro que el mundo va a ser muy distinto. Por mucho que le digan que no, que esto ha sido temporal, es mentira: la precariedad ha venido para quedarse porque es de los últimos cartuchos que le quedan al Capitalismo para lograr sacar el beneficio con el que reproducir su ganancia. La diferencia en el futuro que tendremos está en si se cede al panorama que nos ofrecen a la mayoría: un mundo de precariedad, necesidad y contaminación; o en si nos rebelamos y exigimos algo distinto, algo mejor. Que no queremos vivir así. Que no podemos vivir así. Venimos al mundo para ser felices, no para ser ganado de granja para hacer más ricos a unos pocos.
Felicidades, como siempre, por tu artículo José Ramón.
Hola, José Ramón,
ResponderEliminarMuy bien, como siempre, tus reflexiones. En la misma línea y siguiendo lo de que todo vale si entra dinero (para puestos de trabajo), es esta propuesta en Málaga capital "El alcalde respalda el hotel del puerto y lo ve como un nuevo icono para la ciudad" http://www.diariosur.es/malaga-capital/201505/30/alcalde-respalda-hotel-puerto-20150530153744.html
No importa de dónde viene el dinero, cómo se ha generado... qué importa que en Qatar se trate a los trabajadores casi como esclavos (los trabajadores no occidentales y no cualificados que llegan de Bangladesh, de Nepal a los que ni siquiera autorizan a volver a su país para los funerales de sus familiares en el terremoto...), las mujeres sean un cero a la izquierda o se prohíba la homosexualidad. Los derechos humanos para unos pocos.Todo vale en un sistema en el que lo único que se valora es la economía: se crece si sube el PIB, aunque bajen los derechos, la cultura, la educación, la solidaridad y la dignidad con todo ello...
Un saludo y felicidades por tu entrada, José Ramón.
Ana