Ahora que todo el mundo se pregunta qué vamos a hacer (qué podemos hacer) los arquitectos en estos tiempos de desastre, voy a darle un giro a la cuestión y no voy a hablar de la prosaica economía, sino que me voy a poner existencial y estupendo. (Pero estupendo, estupendo).
En el famoso poema Brot und Wein (Pan y Vino), Hölderlin se preguntaba: "Wozu Dichter in dürftiger Zeit?", que tiene (como casi todas las frases estupendas) una traducción muy difícil y enrevesada. Y, por lo tanto, ha sido traducida a todos los idiomas. En francés quedó: "A quoi bon de poètes en un temps de manque?". En inglés: "Why poets in a hollow age?". Y en español: "¿Para qué poetas en tiempos de carencia?" (Carencia, penuria, desastre... etc). Tomo la opción de "desastre", que prefería mi maestro Juan Daniel Fullaondo, y, como él, la llevo a nuestro molino y la dejo como:
¿Para qué arquitectos en tiempo de desastre?
Y ni la respondo ni nada (porque no sé). Así que -como él- me voy otra vez a la pregunta original, que es muy famosa y ha sido respondida por mucha gente.
Uno de los que más extensa y complejamente respondieron a la pregunta fue Martin Heidegger, que dijo que el hombre se encuentra proyectado por el Ser, fuera de sus propios límites, en un riesgo permanente. Por lo tanto, toda nuestra vida es insegura y trágica, y nos la pasamos buscando un cobijo y no estando nunca satisfechos con el que conseguimos. (Nunca es lo bastante seguro). En ese mundo de miedo, la salvación está precisamente en situarnos sin amparo "en el viento de lo abierto".
La técnica nos proporciona seguridades parciales, objetos que nos esconden. Pero son objetos muertos, y cuanto mejor nos esconden más muertos están.
¿Cuál es la única solución vital? La aventura. Estamos vivos una sola vez, y no es para pasarla cagados de miedo.
La técnica, con tantos objetos que nos protegen, desvirtúa el sentido de la vida. El "Ángel" (concepto rilkeano, pero no quiero ramificarme más) nos lanza al viento de lo abierto, nos hace ver el riesgo. Pero eso es lo que nos salva, y cuanto mayor sea el desastre mejores y más necesarios serán los poetas (los que arriesgan), porque mostrándonos que no hay amparo nos señalarán el camino hacia nuestra salvación vital. Así que queda claro el porqué de los poetas en tiempo de desastre.
(Lo he contado muy resumido, y fácil de entender. Tenéis el texto completo y plúmbeo aquí).
Ojalá los arquitectos pudiéramos merecer esa analogía con los poetas que hacía Fullaondo. Ojalá supiéramos, con nuestra obra, ser capaces de dar alguna respuesta -cultural, existencial, espiritual- en este marasmo en el que creo que la insoportable crisis económica que estamos padeciendo es lo de menos, ante la terrible crisis existencial. Ojalá al menos fuéramos capaces de aportar nuestra visión y de encuadrarla en una poliédrica visión ecuménica, en la que todos participáramos. Ojalá viéramos algo. Ojalá pensáramos algo y sintiéramos algo. Ojalá tuviéramos algunas propuestas, algunas ideas, algunos desafíos.
La pregunta de Hölderlin es muy famosa. Como he dicho, la ha respondido mucha gente. En 1978 se elaboró un libro colectivo enviando la pregunta ("¿Para qué poetas en tiempo de desastre?") a unos doscientos escritores, artistas e intelectuales de todo el mundo.
El libro es digno de lectura y de reflexión.
El gran Samuel Beckett envió un escueto telegrama con su respuesta: "No tengo la menor idea".
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