jueves, 2 de febrero de 2023

Dos hitos, dos mojones

Quiero comentar aquí dos episodios paralelos y creo que muy aleccionadores para todos, pero especialmente para los arquitectos, que muy a menudo nos presentamos a concursos y que, de una u otra manera, siempre estamos sometiendo nuestro trabajo a la aprobación de los demás. 

Lo voy a ejemplarizar con dos carteles que creo que son dos hitos, dos piedras miliarias, dos mojones, dos referencias en el camino de la creación y de la apreciación de la obra de los diseñadores por el público.

Ruta de los mojones. Pina de Ebro (Zaragoza)

El primero de ellos es el de la tradicional Fiesta de la Aceituna de Martos (Jaén). Para elegir el del año 2022 se convocó un concurso, como cada año, y lo ganó la artista fuenterrobleña Silvia Viana Chaves, una ilustradora con mucha experiencia y con una gran potencia expresiva.

Hizo un cartel que a mí me parece muy sugerente (y se ve que al jurado también): un gesto insistente de rayar y rayar con lápiz de color aceituna en un movimiento elíptico, obsesivo, directo y brutal, para recordar la forma de una aceituna. Y, sobre este grafismo elemental y a la vez frenético, una buena tipografía en rojo y negro y los logos exigidos.

Ya está. Todo intención. Pura sencillez y potencia:

Silvia Viana Chaves, cartel ganador de la
XLII Fiesta de la Aceituna de Martos (Jaén)

¿No os gusta? No pasa nada. Si no os gusta se quita.

Eso pensó el concejal de festejos de Martos, responsable de la ya tradicional y famosa fiesta. El cartel no solo le pareció un adefesio, sino que imaginó por adelantado las burlas, los chistes y la indignación de la gente, anticipó en su imaginación el ridículo tan espantoso que iban a hacer y entró en pánico. (Seguramente alentado por dos o tres amigos de verdad que le dijeron: "Cuidado, como saques ese cartel se te comen"). 

A la autora se le pagó su premio en metálico, pero se le negó el legítimo orgullo de ver su diseño en las paredes, marquesinas y paneles varios de la ciudad. Su diseño fue pagado y apartado. El concejal llamó apresuradamente a alguna empresa de esas que se tienen siempre a mano para trabajos diversos y le encargó con urgencia un cartel decente y presentable, que finalmente fue este:

Cartel definitivo encargado a toda prisa

Una rutinaria faena de aliño, correctita para no enfadar a nadie y sosita como ella sola. Bueno. Una cosa que sabes que va a quedar discreta y en la que nadie se para demasiado a pensar ni a proponer.

A mí el cartel de Silvia Viana me gusta mucho. Lo veo muy fresco y descarado, muy potente, y que contiene una gran sugerencia visual hecha con poquísimos medios. Pero no se trata de que a mí me guste, ni de que os guste a vosotros (supongo que a muchos no os parecerá bueno). Se trata del desprecio a un jurado, a una organización convocante (en la que hay gente entusiasta y abnegada) y a unos artistas participantes.

Imaginaos que tras votar todos los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMPAS) para dar el Oscar a la mejor película resulta que al presidente no le gusta la elegida y le da el premio a otra. O que el rey Gustavo de Suecia no quiere darle el Premio Nobel de Medicina a ese científico húngaro (un tanto cansino, eso sí) que ha descubierto un método para descomprimir la cadena genética difusa-refocilante y alterar sus hipotenusas porque eso no le gusta nada y decide dárselo a Chin Chin Afflelou porque sus gafas son muy graciosas.

¿No sería un escándalo? ¿No sería un abuso de poder y una vergüenza y una trampa muy grande? Un motivo para que todos quienes han participado en la organización lo manden a la porra y no vengan más. Que lo prepare todo él y le dé el premio a quien le dé la gana. Pues así estamos.

Qué desprecio y qué atropello que juzgue tu trabajo alguien que ni lo entiende ni le interesa, alguien que tiene el poder, y que por ello pasa por encima de los criterios mejor fundados y solo se fía de los de los ignorantes (y por lo tanto también de los suyos), y que además se ve con la fuerza, la seguridad y el desparpajo de pisotear a los artistas y a los jurados: "Venga, tómense unas patatuelas y un vino, que invito yo, y a su puta casa".

El otro hito o mojón del que os quiero hablar viene por un camino muy diferente, incluso contrario, pero termina para mí en una reflexión muy similar.

Consiste en que la corporación de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla decide a qué artista encargarle el cartel de este año de su mundialmente famosa temporada taurina (estos no se andan con concursos, que a veces dan los disgustos que quedan dichos más arriba), y deciden, en un triple salto mortal icosaédrico, encargárselo al mundialmente famoso arquitecto Sir Lord Norman Foster, que (que yo sepa) no ha hecho un cartel en su vida, pero a quien le gusta dibujar.

(Lápices tiene, aunque creo que le falta el
azul celeste verdoso fucsia ma non troppo)

Y este eximio arquitecto, gloria del mundo, les hace este cartel:


Norman Foster, cartel de la temporada
taurina de la Maestranza de Sevilla, 2023

Aquí no hay ya temor al ridículo, no hay miedo, no hay preocupación ninguna. Nadie entiende nada de nada, y por eso lo mejor es recurrir a alguien importante y hacer como que te gusta lo que haga, sea lo que sea.

¿Os digo por dónde le habrían dicho a Silvia Viana Chaves que se metiera ese cartel si lo hubiera dibujado ella? No, no puedo: Este blog se emite en horario infantil. Pero os lo podéis imaginar.

Esta vez es Norman Foster. Nada menos. Hala, chicos, a hacerse una foto con el cartel. Todos orgullosísimos y felices.

Lo de Norman Foster es fascinante: El año que viene seguramente le encarguen que componga una sinfonía para Las Fallas, que dirija una película sobre los Sanfermines y que escriba un libro de sonetos sobre San Isidro. Al tiempo.

Desde luego Foster es un artista total, perfecto, infalible. Hay que reconocer que para la Real Maestranza de Sevilla ha vuelto a dar la talla; ha hecho todo un hito, un auténtico mojón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario