domingo, 25 de diciembre de 2022

El Angulo (arqueología personal)

En la escuela de arquitectura de Madrid (supongo que como en todas) funcionaba muy bien el mercado de libros de texto de segunda mano. En el tablón del hall unos pinchaban papelitos diciendo que vendían uno y en seguida otros llamaban para comprarlo.

En cuanto uno de esos compradores conseguía aprobar la asignatura pasaba a ser vendedor del libro, que no le había suscitado cariño ni interés, pues solo se trataba de pasar por él como una enésima prueba más obligatoria para llegar a la lejana meta. (Antes he dicho que era un mercado de libros de segunda mano; por lo que acabo de escribir se entiende que más bien eran de quinta, sexta o séptima mano).

Uno de esos libros que se compraban y vendían indefinidamente era el Angulo, obligado para la asignatura de Historia del Arte de segundo. Aunque no se seguía especialmente (o al menos mi profesor no lo hacía), nos era indispensable.

Era un buen libro, pero al que entonces, como a todos los demás, no le tomábamos ningún aprecio. Una especie de guía telefónica llena de nombres que nos teníamos que aprender de memoria (aún me recuerdo recorriendo el pasillo de mi casa cien veces recitando escultores griegos o catedrales góticas francesas), y que una vez aprobada la asignatura nos quitábamos de encima por cuatro pesetas.

Sin embargo la edad es nostalgia, y ahora, a mis sesenta y dos años lo recordaba con cariño. (Lo que recordaba con cariño eran mis dieciocho o diecinueve años, no nos confundamos). El caso es que lo he visto en una plataforma de libros de viejo, a un precio ridículo, y me lo he comprado. Et voilà.

Aunque su texto no se seguía a rajatabla y nos manejábamos por apuntes tomados en clase, antes he dicho que era imprescindible, y lo era sobre todo por la gran cantidad de ilustraciones pequeñitas y en blanco y negro que traía. (Ahora que lo tengo miro y veo que el tomo I tiene 793 y el tomo II 1296. También leo algún párrafo al azar y veo que sigue siendo un buen libro. El tema es tan vasto que poco puede profundizar, pero lo que cuenta es claro y limpio, y parece muy bien fundamentado).

viernes, 16 de diciembre de 2022

Pura intención (puro teatro)

Una famosa imagen que cualquier buen conocedor de la arquitectura moderna sabe identificar es esta:

Pero si no has sabido no te preocupes. No pasa nada. Para eso estoy yo aquí. Este blog cumple una admirable (no es porque yo lo diga) función social, aunque hasta la fecha no haya sido reconocida por el gobierno, el parlamento europeo, la otan ni la academia sueca. Ya sabéis: las cosas. La vida injusta.

Esa foto pertenece a la casa que le hizo Le Corbusier en 1923 (la terminó en 1924) a su señora madre -Marie Charlotte-Amélie Perret (dite Jeanneret-Perret)- en Corseaux (Suiza), en la orilla del lago Léman.

Fue una de las primeras obras del arquitecto, quitando sus iniciales y afortunadamente muy escasos chaletones suizos -por más que Colin Rowe(1) se quiera emocionar con alguno de ellos-, y ese rincón de la fotografía es formidable: Una tapia de piedra que tiene un agujero rectangular por el que se ve el lago. Ante ese agujero hay una mesa de hormigón con una pata y dos bancos de estructura de acero y tablas de madera.

Un hueco casi monástico. Un rincón para mirar, pero también para charlar, comer o leer. La disposición de la mesa y los bancos permite todos esos usos deliciosos. Y siempre el lago.

viernes, 9 de diciembre de 2022

Un libro de arquitectura

El otro día una alumna ya de la segunda mitad del Grado de Fundamentos de la Arquitectura me dijo que hasta el momento había estado muy ocupada en ir aprobando las asignaturas y en ir avanzando con su carrera -lo que no es poco-, y que tenía la sensación de que no se había ocupado de pensar qué es la arquitectura, cómo la quiere entender, y no había reflexionado sobre las cuestiones principales.

Me pidió que le recomendara un libro de arquitectura -porque además ahora, con las vacaciones de Navidad y con los Reyes Magos, es un buen momento para comprar alguno e incluso para leerlo- y no le supe qué decir. Le di muchas vueltas evocando qué libros de arquitectura me habían sacudido a mí y en qué circunstancias.

Me hice una lista apresurada con la convicción de que eran libros que me gustaron mucho, pero no sé si a ella le interesarían, y me sentí perdido y desorientado. Si mi misión es dar alguna orientación o alguna idea soy (de nuevo) un fraude.

La foto que he puesto es un fragmento de mi biblioteca, formada por años de amor por los libros. ¿Pero en qué se podría resumir? ¿Qué tres o qué cinco libros podría seleccionar para pasárselos ahora a alguien que está empezando a leer y a mirar? ¿Cuál fue el primer libro de arquitectura que yo leí?

sábado, 3 de diciembre de 2022

El hombre del sombrero

Mi amigo y compañero Ekain Jiménez, extraordinario arquitecto, dibujante y pintor,
-Y mejor persona.
-¿Te quieres callar, que estoy intentando hilvanar algo coherente?
-Uy, sí. Perdona. Qué carácter.
Mi amigo Ekain, decía, ha dibujado y escrito (o escrito y dibujado) un libro muy curioso, que ahora mismo está en fase de captación de mecenas para ser publicado por crowdfunding (aquí) y que va estupendamente y alcanzará la meta incluso antes de plazo, porque es una creación sorprendente y muy valiosa.

El libro se titula El hombre del sombrero, y tiene como subtítulo Las desventuras, más que aventuras, del hombre del sombrero de copa. Y lo edita libros.com.

Hace ya tiempo empezaron a aparecer en su muro de Facebook unas curiosas ilustraciones de ambientes urbanos desérticos (de personas) y muy abigarrados (de edificios y "cosas") en los que se escondía (o no) un curioso personaje muy delgado, apenas una mancha, un hilo, con un sombrero de copa desproporcionado. Para mí (y para muchos más) buscarlo era un entretenido pasatiempo. A veces aparecía en unos segundos, pero otras me obligaban a estar un buen rato. Me parecía una distracción parecida a la del famoso ¿Dónde está Wally?, pero con la diferencia de que este se esconde entre muchísima gente, mientras que nuestro hombre del sombrero es el único habitante del dibujo, y se asoma entre los edificios, las plazas, los jardines, los rincones y su propia soledad.