Al arquitecto madrileño Alberto Feito
Una de las facetas de las que más orgulloso estaba Miguel Fisac era de la de inventor. Todos recordamos y celebramos sus vigas-hueso pretensadas, sus encofrados blandos y sus ladrillos con ceja.
Estos últimos los empleó, entre otros, en el edificio del CSIC, en la proa de las calles de Velázquez y de Joaquín Costa, en Madrid.
De ese edificio me parecen muy atractivas las dos entradas, una por cada calle, que atraviesan las respectivas alas y llegan al jardín central, permeándolo y haciéndolo fluir. Esas dobles columnas en V, que sustentan unas vigas con grandes voladizos, hacen levitar los acogedores techos de esos dos enormes zaguanes.
Pero lo más llamativo del CSIC son los citados ladrillos con ceja. En mi opinión son el invento perfecto en el sentido de que, como pasa muy a menudo con los arquitectos, esos seres zalameros y embaucadores, nace supuestamente para solucionar un problema técnico y constructivo pero su alcance final y su fin último son plásticos.
Me refiero a que la ceja fue diseñada para echar fuera el agua de lluvia y que no se filtrara por los tendeles, pero lo que logra por encima de eso es resaltar las líneas horizontales de la fábrica de ladrillo y hacerla temblar sacándola de su plano, casi como si fuera un tejado de tejas planas puesto de pie, o la piel escamosa de un pez o de un reptil.
¿De verdad es un problema muy grave y frecuente que el agua de lluvia se filtre por los tendeles de las fábricas de ladrillo? Y si lo es, ¿por qué ningún otro arquitecto ha usado la patente de Fisac? (Es posible que alguien lo haya hecho, pero yo no lo conozco. En todo caso deben de ser escasísimos).
(Esto me recuerda que para un arquitecto que adoptó los bloques de hormigón de Frank Lloyd Wright le cayó la del pulpo).
Pero (una vez más) mi gozo en un pozo. Oí hablar "de toda la vida" de estos ladrillos de Fisac, y siempre elogiosamente (claro, que siempre era a él a quien le oía), pero lo que nunca oí fue que dieran problemas. Hasta el otro día.
El arquitecto Alberto Feito dijo en Twitter que en ese edificio del CSIC se les fueron cayendo las cejas a los ladrillos hace ya bastantes años. Incluso puso esta foto en la que se ven redes de protección para recoger los trozos y que no les cayeran a las personas:
Hubo que rehacer toda la fachada utilizando nuevos ladrillos, hechos con mejor arcilla y mejor tratada, con lo que ahora ya sí que ese sobrecoste era claramente desproporcionado para la supuesta función práctica del invento y tan solo (y nada menos) celebraba la "cosa artística" (el "no sé qué", que decía Fisac), con lo que queda demostrado lo que dije antes: que estos inventos prácticos lo que de verdad son es plásticos(1).
Pero a mi cicatería y a mi condición mezquina y miserable viene raudo Oiza a oponerse. En loor no específicamente de Fisac, sino de todos los inventores, dice con energía:
-Un verdadero inventor es aquel a quien no le funcionan sus inventos. ¿A ti te funcionan? Pues no eres inventor. Serás desarrollador, perfeccionador, pero no inventor.
Oiza defiende que la originalidad inventiva tiene como fin necesario el fracaso. Uno abre camino estrellándose, y deja su experiencia abierta para que los que vengan después (ya no inventores según él) acierten. Y yo poniendo a caldo a Leonardo da Vinci.
En definitiva los arquitectos somos, en mayor o menor medida, inventores. Cada obra es un prototipo, cada decisión con cada cliente es un salto en el vacío. No podemos acertar cuando cada caso es nuevo, cuando cada vez es un vértigo. Esto le excitaba mucho a Oiza. A mí me quita el sueño y me hace profundamente infeliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario