El arquitecto pontanés Francisco Gómez de Tejada, muy vinculado a su ciudad -Puente Genil (Córdoba)- y muy interesado por su historia, pasaba a menudo por la plaza en la que hacía muchos años había estado la ermita de Santa Catalina. Un mural de azulejos ("retablo cerámico" lo llaman allí) era lo único que quedaba como recuerdo y homenaje a aquella ermita, cuyo emplazamiento se había convertido en una placita tranquila.
Ese mural representa una vista de la ermita que estuvo allí:
El arquitecto pensaba si podría haber alguna manera más potente de recordarla que la de ese mural, y, dándole vueltas, acudió al proyecto de Robert Venturi y Denise Scott Brown para el Franklin Court de Filadelfia, que consistía en un recuerdo a Benjamin Franklin mediante la ejecución de museos y de tratamiento del paisaje, y, entre todo ello, la recreación volumétrica de las que llamaron gost structures (estructuras fantasma), que reproducían pabellones y elementos de la casa en la que el prohombre había vivido.
Siguiendo la misma idea, Francisco Gómez de Tejada planteó reproducir el volumen construido de la ermita de Santa Catalina.
Para empezar, esa idea tampoco se les ocurrió ni a Venturi ni a Scott Brown, sino que es muy antigua y hay numerosos ejemplos de esa intención (con unos u otros medios) en la historia del arte. Incluso el origen mítico del dibujo fue ese: Plinio el Viejo nos cuenta en su Historia Natural que una joven corintia (hija del alfarero Butades de Sición) muy enamorada, sufriente por la inminente partida de su amado a un largo viaje, vio la sombra que este hacía sobre la pared. Inmediatamente le pidió que se quedara quieto un momento, tomó un tizón y repasó su silueta conta el blanco yeso. Así se quedó con una imagen de su amor para recordarlo y evocarlo durante su larga ausencia.
Ahora sabemos que ese origen es mucho más antiguo de lo que transcribió Plinio, y estamos casi seguros de que los bisontes, ciervos y caballos pintados en las cuevas neolíticas eran una estrategia mágica para evocarlos.
La forma artística como reproducción del mundo es una constante de toda la historia, y es innecesario, e incluso sería fatigoso, mencionar desde Platón a Borges pasando por, yo qué sé, incluso el mismo Robert Louis Stevenson. La huella, el vestigio y el doble tienen implicaciones muy profundas en la historia de nuestro pensamiento. Hoy podemos ver todo esto como algo muy claramente postmoderno, pero en realidad es una idea eterna e inmemorial.
Sería muy feliz escribiendo un poco más sobre todo esto, pero me parece que con lo apenas esbozado os podéis hacer una idea de la complejidad simbólica de la actuación. Por eso lo dejo aquí y quiero mencionar algo muy diferente.
Y es que veo a Francisco paseando por la plaza vacía y teniendo esta clara intuición, inspirada en Venturi y Scott Brown, y lo adivino sopesando la posibilidad de realizar esa obra, y dando vueltas por allí, ya casi empezando a medir a ojo y a pasos, y dibujando mientras piensa cómo se puede hacer aquello y conjeturando cuánto podría costar.
Y lo veo yendo al ayuntamiento, a la parroquia y a donde fuera menester para contar su idea, para buscar apoyos. El arquitecto como agitador social, como pensador urbano, como catalizador. Lo veo hablando con cerrajeros y haciendo números. Y proponiéndose que todo fuera muy ligero, muy barato, muy fácil de realizar.
Lo veo perfilando la idea y, sobre todo, la forma de contar la idea. ¿Tendría a la gente a favor? ¿Quienes tenían la autoridad para tomar la decisión verían aquella idea con buenos ojos? ¿Se preocuparían por la posibilidad de que al pueblo no le gustara aquello y los criticara? ¿No sería todo un disparate y un error? ¿No sería mucho más cómodo no montar el poyo y no liarla?
Pues eso: Me lo imagino contando su idea con elocuencia, explicando que costaría solo quince mil euros (lo dice su web), enseñando dibujos, renders, y reuniéndose una y otra vez. Y me imagino a quienes mandan fiándose de él, confiando en que es una cosa interesante y muy barata, y que la plaza podría quedar muy bien y ofrecer el recuerdo de aquel humilde pero muy querido templo.
Y a mí esas cosas me emocionan: Cómo un arquitecto "cantamañanas" (perdón, Francisco) puede ser capaz de, por puro cariño hacia su ciudad y por pura evocación del espacio, y por pura idea, mover a la gente, crear, proponer y, eso es lo mejor, pisar al mismo tiempo dos planos diferentes: un pie posado levemente en el de las evocaciones, las ideas y los deseos, y el otro plantado con firmeza en el diseño de las secciones de las barras y de sus nudos, en los costes, en los apoyos en el suelo, en la técnica de la soldadura y, en general, en todo ese mundo material, que jamás es "sucio" o "trivial" para un arquitecto porque es el que hace posible el triunfo de los sueños.
Me encantó. Gracias por esto!
ResponderEliminar¿15.000 euros? Madre de Dios.Vaya tomadura de pelo. Se están vendiendo casas con solera por ese precio o un poco más en muchos pueblos. Sale mas a cuenta reconstruirla de verdad o encargarle un mosaico o una pintura a uno de los grandes pintores españoles que hay actualmente (que los hay a esos precios).
ResponderEliminarMalos anónimos.
ResponderEliminar¡Que buena entrada José Ramón!
Sensible, creativa y bien documentada, como siempre. Mirando hacia el detalle de las cosas... Gracias. Es un regalo leerte pensar en negro sobre blanco.
Lo que no deja de asombrarme es el paisanaje que habita nuestro mundo y la energía negativa que albergan sus almas.
Da igual sobre lo que se escriba. No importa lo que se diga, siempre hay un alma amargada, "ANÓNIMA" la mayoría de las veces (los malechores suelen ir encapuchados para que no se les reconozca) capaz de ver el lado negativo de lo que sea. (Lo digo por el anónimo de 11 de octubre de 2021)
En realidad que alguien se esconda detrás del anónimato para verter su bilis en la red me hace albergar esperanza, porque al menos esa persona demuestra saber que su opinión es malvada y por ello oculta su identidad. Porque es incluso peor cuando "los malos" lo son a rostro descubierto y orgullosos de su maldad. Con los anónimos hay espacio para la esperanza. Con la proliferación y agrupación de malos exhibicionistas es cuando hay que empezar a preocuparse. Y de eso cada día hay más.
Te felicito de nuevo por las ventanas de luz y conocimiento entretenido que abres al mundo.
Coincido con el primer comentario. Muy atinado aunque a algunos las verdades les escuezan. Precio desorbitado para la obra que realmente es más escultura que arquitectura y que quitando la fachada con el hastial poco se diferencia la estructura de la de un vulgar invernadero.
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