A Carlos Irisarri, por su observación
Hace unas semanas, un grupo de amigos (Miguel Barahona, José María Echarte, María Fernández, David García-Asenjo, Carlos Irisarri y yo)(1) fuimos invitados por Amparo Martínez Vidal, de Vitra, a ver el showroom de la empresa en Madrid (debo mencionar en otra ocasión el "juego de las sillas" que hicimos allí) y luego a una visita guiada y privada a la exposición de Jean Prouvé en el CaixaForum (también debería comentarla: Se me amontona el trabajo. Pero hoy voy directamente al final).
Tras ver la exposición nos invitaron a la cafetería de la planta alta. La celosía de acero corten matizaba la luz de la tarde y yo me encontraba muy a gusto.
Pero Carlos Irisarri me hizo observar una cosa en la que yo no había reparado ninguna de las veces que había estado allí.
-Fíjate dónde estamos: En pleno Paseo del Prado, justo enfrente del Jardín Botánico. Las vistas desde esta cafetería serían una delicia si Herzog y De Meuron hubieran tenido a bien no impedírnoslas.
Es cierto. El ambiente en la cafetería es agradable, con la luz tamizada por la celosía, y consigue el efecto de que te sientas allí aislado. Eso está bien para que charles tranquilo con tus amigos y el exterior no te perturbe. Pero, jolines: Es que es uno de los exteriores más hermosos de Madrid y es imposible verlo. Imaginaos desde lo alto, tranquilos, tomando una cerveza con el Jardín Botánico a vuestros pies. Menudo espectáculo. Pues no: Se nos niega para que no salgamos mentalmente de ese acogedor nido.
(Estamos tan a gusto en el paraíso que no se nos permite ninguna perturbación del mundo vil y mortal).
El proyecto del CaixaForum es impresionante. Además cede a la ciudad la plaza de su emplazamiento y regala buena parte de la planta de acceso, puesto que deja en el aire el edificio para que paseemos por debajo. ¿Pero todo eso es verdaderamente un gesto cívico o mero alarde y chulería?
Para empezar, las naves de ladrillo estaban protegidas y la actuación debía conservarlas. Los suizos le dieron la vuelta al planteamiento y las conservaron cargándoselas. (No sé qué grado de protección tendrían. Desde luego integral no puede ser, pero es que ni siquiera ambiental o tipológico, puesto que el CaixaForum rompió cualquier vínculo que pudieran tener con el entorno y con la historia). Es cierto que tampoco eran una naves notorias y el CaixaForum sí lo es, y creo que es mejor edificio que lo que había, pero en todo caso eso no es conservar.
Uno de los gestos de poderío (e incluso de prepotencia) es hacer el proyecto sin atender a lo que hay enfrente. La plaza previa con su jardín vertical está muy bien, y sí parece que el proyecto tiene una vocación urbana. Pero no sé si los arquitectos se dieron una vuelta por Madrid antes de empezar su trabajo. Seguramente si hubieran paseado por el Museo del Prado, el Ministerio de Sanidad, el Thyssen, la estación de Atocha, la cuesta de Moyano y el Jardín Botánico, y si se hubieran tomado un café con leche con churros o una caña con bocata de calamares en El Brillante (ya no es lo que era, pero quien tuvo retuvo), habrían modificado algo su idea.
Hicieron un edificio que exige ser visto, que nos pide que dejemos todo lo que estemos haciendo, hablando y pensando cuando vamos por el Paseo del Prado y lo miremos, pero que no se digna a mirar a nadie. Es el edificio más guapo de la fiesta, el más subidito, el más creído: Pide que todos lo miren pero él no mira nada ni a nadie. Se basta a sí mismo. Todos conocemos gente así.
Si hubiera dos edificios de viviendas, uno enfrente del otro, uno muy bello y otro muy feo, pero ambos igual de cómodos, ¿en cuál preferiríais vivir? En el bello, ¿verdad? Pues cada vez que os asomarais a la ventana veríais el horroroso de enfrente, mientras que los del otro edificio disfrutarían de las vistas del hermoso. Es cosa de pensárselo.
Pues a lo mejor por eso el CaixaForum no quiere mirar a nadie: Él es muy bello y no quiere reconocer que ahí enfrente hay también cosas bellas. "De eso nada: Quienes paseen por el Jardín Botánico que me miren y disfruten, que yo ya disfruto sabiéndome tan bello y no necesito mirar a nadie".
Reconozco que nunca les ví la gracia a estos calvinistas, solo mirarles las caras y ya te das cuenta de que tienen algo oscuro en la cabeza. Para mi gusto, son tan fríos y raritos que la gente ve sus obras y dice: jolines que cosa más horrorosa pero como no quiero ser un paleto diré que me gusta porque algo tendrá ya que salen en las revistas... Que conste, que esto pasa con muchos otros.
ResponderEliminarY venga bodrio tras bodrio y nosotros a tragar... Está claro que en este mundo, cuanto más gorda la tienes mejor entra y que conste que no me refiero a lo que estáis pensando.
Gracias por la cita, José Ramón, pero más por el artículo, que describe perfectamente esa arquitectura de la soberbia, tan encantada de haberse conocido. Ni siquiera ese guiño de ceder la planta baja es sincero, ya que el espacio que crea es ciertamente siniestro. Hay tanta arquitectura de vocación singular que peca de soberbia... Ahí está la Villa Saboya, impidiendo a sus habitantes la increíble vista del valle de Poissy, tan inmediata. La arquitectura no siempre se hace para la felicidad de sus usuarios, por desgracia.
ResponderEliminarDe nuevo, muy buen artículo José Ramón. Me ha encantado la reflexión que haces sobre los dos edificios, "Si hubiera dos edificios de viviendas, uno enfrente del otro, uno muy bello y otro muy feo, pero ambos igual de cómodos, ¿en cuál preferiríais vivir?...". Buenísima
ResponderEliminarTengo un apartamento a borde de playa y el edificio debe causar un gran impacto ambiental a los que no tienen apartamento, yo desde la terraza no noto nada, eso si unas vistas espectaculares.
ResponderEliminarPero me quería central en el el articulo que me ha recordado mas a los conventos de clausura de las monjas (siempre mujeres) con esas ventanas perforadas (al menos en Zamora) y yo siempre creí que era para ver y no ser vista, pero ahora intuyo que ellas tampoco podían ver, las órdenes buscaban el aislamiento del "mundanal ruido" dentro del propio ruido.
Por último y no menos curioso es que os habéis convertido en los "influencers" de la arquitectura, con premieres y paquetes promocionales, solo espero que no perdáis la luz.
José Ramón, en este caso me parece que el artículo es muy injusto con un excelente edificio. Al contrario que Carlos, pienso que el gesto de la planta baja es generoso, sincero y, lamentablemente, muy poco frecuente (solo hay que ver como se pone la placita que le regalan a la ciudad); es muy inteligente la manera de conservar y poner en valor un patrimonio industrial como dices no excesivamente notorio en si mismo, pero relevante como muestra de un pasado que no debemos olvidar; y las vistas.... ¿mejor haber hecho una enésima terraza en el ático?... Desconfío de las máximas que se supone todos los proyectos deben cumplir... la arquitectura es un problema complejo en el que hay que conjugar muchos factores con frecuencia contradictorios. En este caso creo que el edificio hace esto con maestría...luminoso y generoso con el ciudadano que pasea; y oscuro, protegido e íntimo para el usuario que ha entrado a pasar un rato charlando y pensando sobre arte... cuando quiera ir al Botánico, que cruce la calle o se vaya al bar de cualquier hotel modernito de la zona que todos han preparado una terracita con vistas fantásticas.
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