No conozco Berlín, y tengo el cliché de que es una ciudad dura, adusta, gris. Fantástica, por supuesto: Una de las grandes ciudades del mundo, llena de historia, y poblada de fantasmas de personas ilustres. Pero la tengo por desabrida y nada amable. (Y eso a pesar de las fantásticas Filarmónica y Nueva Galería Nacional: Solo por ellas ya se justificaría el viaje, y una vez allí hay muchas más cosas imprescindibles y formidables).
En el año 1980, con motivo de la prevista Exposición Internacional de la Construcción de Berlín, que iba a celebrarse en 1987, le encargaron a Álvaro Siza Vieira un edificio de vivienda colectiva que, con otros encargados a otros ilustres compañeros, tenía que formar parte de una propuesta de regeneración urbana, de reconstrucción de zonas degradadas y de densificación. Se construyó para alojar a inmigrantes turcos.
A Siza le tocó un solar de esquina de una manzana del siglo XIX en el barrio de Kreuzberg. El edificio que había estado ahí había sido destruido en la Segunda Guerra Mundial, y casi cuarenta años después seguía la cicatriz. (Se habían levantado unos locales en planta baja, pero seguía siendo evidente la falta del edificio que había cerrado la manzana).
Siza diseñó un cuerpo de siete plantas que trazaba una suave línea curva en planta y otra aún más suave en alzado, donde además se quebraba para coordinar y componer (pero sin igualarlas) las dos alturas diferentes de los edificios colindantes, completando así la manzana con un intento de armonía y suavidad.
El edificio se encuentra en la Schlesische Strasse (Calle de Silesia). Se llama (o se llamó) "Wohnhaus Schlesisches Tor" ("Residencia Puerta de Silesia") por la estación de metro o tren urbano "Puerta de Silesia" que queda al lado, y fue el primero que Siza construyó fuera de su país. (Para ello se asoció con el arquitecto local Peter Brinkert, de quien no soy capaz de encontrar ningún dato más que el de que es coautor de este edificio). Es decir: Fue el primer edificio de su después larga y exitosa carrera internacional.
En aquella época todavía existía en Berlín el oprobioso muro de la desdicha, y este edificio, casi a las orillas del río Spree, lo tenía muy cerca, de modo que desde la azotea se veía bien. Dicen que por eso Siza y Brinkert hicieron esa especie de ojo en la proa: para que los habitantes se asomaran a contemplar. (Pero no era nada digno de contemplar: Por el contrario, era una afrenta a la vida y a la libertad).
No sé si con el edificio a punto de ser inaugurado o ya recién estrenado, un visitante no deseado se coló, se asomó y manifestó su tristeza (y su incivismo) con una pintada: "Bonjour Tristesse", como la novela de Françoise Sagan (cuyo título se inspira en un poema de Paul Éluard) y la película de Otto Preminger, que a su vez es una adaptación de esa novela.
No sé si el bruto sensible y triste sacó el cuerpo por el "ojo" de la fachada (ni siquiera sé si por ese agujero cabe el cuerpo de una persona), pero desde luego no lo pintó en una posición cómoda. La jota de "Bonjour" y todas las eses están al revés. (¿Lo hizo a propósito?).
¿Vio por el ojo el muro y escribió su pena? Desde luego, es un acto vandálico, pero no parece el típico vandalismo común.
Algunos lo quieren bañar de tanto romanticismo lánguido que hasta dicen que a Siza le gustó la pintada y pidió que la dejaran. (Incluso yo pensé al principio que estaba en el proyecto). De eso nada. A Siza le repateó la patochada, pero se estimó que no podría parchearse porque se notaría mucho, sino que habría que volver a pintar toda la fachada: Volver a montar andamios... Un disparate. Y la barbaridad se quedó.
Qué hermoso, qué bonito todo: Buenos días, tristeza. Qué lánguido, qué gris, qué tristura. Pues sí. Es todo una hermosa elegía, una égloga pastoril. Me derrito de sensibilidad.
Vamos a otra cosa: Nunca me ha gustado especialmente ese edificio. No sé a vosotros. Podéis decir de mí lo que queráis, pero las cosas que me encantan de Siza -que cada día me gusta más- no están ahí. O, mejor dicho, no las veo. Creo que sí lo entiendo: La suave curva unificadora que ya he dicho, la cuadrícula rígida y cruel de las ventanas, que intenta recordar los ritmos de los edificios de al lado... (aunque creo que sin motivo alguno y sin responder a la composición de aquellos. Es decir: ¿y si tus amigos se tiran por un puente tú también te tiras?)... Las distribuciones de los apartamentos son correctas, pero tampoco son para entusiasmar... En fin, que no me parece una de las mejores obras del portugués.
(También os digo que tengo un ojo crítico digno de ser jurado del Premio Planeta. No me hagáis caso).
No obstante, Siza siempre muestra honradez en lo que hace, decencia profesional y tacto. El edificio no me entusiasma, pero no tengo nada que reprocharle.
La pintada, menos a Siza, acabó cayendo en gracia. Tanto que el nombre del edificio dejó de ser Wohnhaus Schlesisches Tor y se quedó definitivamente para todo el mundo como Bonjour Tristesse. Esto tiene sentido, porque realmente no tenía nombre: El de la calle y la parada de metro más cercana. Eso no es tener un nombre "de verdad", mientras que el de la pintada es bonito y evocador.
Lo que queda es la sensación de un barrio pobre, oscuro y triste en una ciudad oscura y triste. Un barrio de inmigrantes, una zona desarraigada, con problemas sociales, justo enfrente de un muro durísimo que dividía familias desde hacía décadas, una vida difícil y a menudo inmisericorde. Un sitio triste. Buenos días, tristeza.
Fantaseo con la evocación de aquel primer desarraigo del arquitecto dejando aquella obra también desarraigada en tierra de nadie, ni suya ni de los usuarios turcos. Siento la opresión de la ciudad maldita de Berlín sobre la obra triste de un portugués herido de saudade, pero a la vez colocado en la rampa de lanzamiento profesional hasta el infinito y más allá.
Años después apareció otra pintada, mucho más grosera visualmente, pero de contenido parecido:
La E de Lebn también estaba al revés (la de Bitte no). Se ve que esto de colocar letras al revés era ya un tic.
Una pintada brutal pero como de buen rollo, como para quedar bien. (Al verla se me ocurre que eso ya no está hecho por un joven romántico y sentimental, sino por un equipo de gente muy bien preparada, y me pregunto si no formaría parte de alguna campaña publicitaria o algo así. He buscado y no he encontrado nada al respecto, pero si sabéis algo decídmelo, por favor. No me creo que eso fuera una pintada espontánea y "tierna").
Tampoco sé si está hecha con pintura o con lona o plástico adherido. Lo que sí sé es que esa sí que la quitaron pronto, y su huella no se nota. (Por eso pienso en una campaña de lo que sea)(1). También es que ya está toda la fachada sucia y el peto de la azotea manifiesta las humedades y manchas típicas, y ya un parche más o un parche menos se nota poco.
Por último os señalo el zócalo del edificio, que está todo pintarrajeado hasta donde llega la estatura de un primate mediano:
Bueno, lo normal de cualquier edificio, ¿no? Nada que nos sorprenda a estas alturas. Y tampoco nada demasiado grave.
Acaso la conclusión sea que la buena arquitectura, la arquitectura "de autor", no sirve para nada, y que probablemente cualquier buen edificio proyectado por cualquiera de nosotros habría funcionado igual que este. Al fin y al cabo la función de alojar con dignidad a unas cuantas familias la ha cumplido (como la habría cumplido cualquier edificio, ya digo). Y no hay mucho más.
Lo de las pintadas agrediendo cualquier cosa que se ponga por en medio, ensuciando el paisaje y degradando el entorno parece que es algo inevitable. Y no nos engañemos con la supuesta delicadeza del mensaje triste. Puede que hubiera tristeza en aquella primera pintada. Puede que hubiera interés en la segunda. Pero en todo ello lo que hay es rabia: tanto la que tienen como la que nos hacen sentir todos estos depredadores del espacio público, de la imagen urbana y de la paz cívica.
Conocía el edificio por este vídeo: https://youtu.be/ICydVoIn35A?t=189
ResponderEliminarEntrada especialmente dedicada (por mí, no quiero meter en más líos al autor de este estupendo blog) al colectivo Boa Mistura.
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