"Año de nieves, año de bienes", dice el refrán. Lo que pasa es que los refranes, si alguna vez fueron verdad, desde luego ya no lo son. Y menos los climáticos y los agrícolas, que abarcan una buena parte del repertorio sentencioso.
Por una vez pongo una foto mía. Seseña Nuevo (Toledo).
Arquitectura de Regiones Devastadas.
Y esta vez vuelven a estar devastadas.
Por donde yo vivo nieva muy poco. La última buena nevada que yo recuerde, de las de agarrar puñados de nieve, hacer bolas con ellos y lanzárselos a tus hijos, fue hacia 1996 o 1997, no lo sé con exactitud, pero recuerdo que bajé a la plaza con el mayor a jugar con la nieve mientras mi mujer nos miraba desde detrás del cristal, en el salón de casa, con el pequeño en brazos. En estos veintitantos años no recuerdo que haya nevado en serio(1). Tan solo alguna nevadita de esas de cuatro copillos que se derriten nada más tocar el suelo o que a lo sumo forman una ridícula cáscara durante pocas horas.
En mi vida he visto muy pocas nevadas, y nunca de más de quince o veinte centímetros de espesor(otra vez 1). Lo de este año ha sido inaudito.
Al principio estuvo muy bien. Era un espectáculo, una fantasía de la Naturaleza, un regalo de los Reyes Magos. Pero cuando tras estar nevando todo el jueves 7 de enero siguió durante todo el viernes 8 y durante casi todo el sábado 9, la cosa empezó a preocuparnos a todos. Y cuando, además, tras esta inconcebible borrasca de nieve ha venido una ola de frío salvaje que nos tiene toda la semana y nos va a tener la mitad de la que viene bajo cero, la situación se ha vuelto insostenible. La nieve se ha hecho hielo y no hay manera de quitárnosla de encima. Hacemos esfuerzos con palas, con azadas, con todo lo que tenemos a mano. Pero no desaparecerá hasta que este miércoles que viene, según parece, ya esté todo el día sobre cero y siga así los siguientes.
Ya sé que la gente de Ávila, de Burgos o de Rovaniemi (en Rovaniemi siguen mucho este blog) me dirá que soy un llorón por cuatro copitos que han caído. Pero es que en cada zona se vive como corresponde a la costumbre, y se tienen los medios y las cosas que hay que tener. Por ejemplo, me han dicho que la Marina Suiza (un país tan organizado y competente) es un desastre, y la División de Alta Montaña del ejército holandés (perdón, paisbajiano) es ridícula.
Pues en Toledo no nieva. Es así. No estamos acostumbrados, ni tenemos las casas preparadas, ni las herramientas adecuadas, ni los coches protegidos. No hace falta. Igual que tampoco tenemos embarcadero en casa, ni arpones de pesca.
Ahora en muchas casas, en barrios y en pueblos enteros, se ha ido la luz. Con este frío terrible se han quedado sin calefacción. En otros muchos sitios se han congelado las tuberías y han reventado. Pero, por encima de ello, muchas estructuras ligeras (cubiertas de naves industriales, polideportivos, marquesinas de aparcamiento...) han colapasado.
Unos amigos de Toledo me mandaron en seguida la noticia de que la pista cubierta de un conocido colegio de allí había caído. Es cierto que aún había poca nieve; apenas 20 cm. Inmediatamente vi la noticia en Twitter y ya el ejército de técnicos sabihondos nos lanzamos a explicar lo de la sobrecarga de nieve y a hablar de mal cálculo, mala ejecución y esas cosas.
En seguida siguieron cayendo cubiertas, y seguimos pontificando. Una sabia compañera nos dijo que tuviéramos un poco de decencia y de piedad, y también de compañerismo hacia los autores de aquellas obras fallidas (porque aún entonces no había caído suficiente nieve y por lo tanto las seguíamos considerando así), y ciertamente me hizo pensar y acallarme un poco. Pero ya cuando seguían cayendo nieve y naves me asusté de verdad. Ningún técnico está obligado a proyectar una estructura que resista más que lo que dice la norma, pero ¿y si el peso se acerca peligrosamente al límite y pone a prueba tu confiado cálculo como nunca jamás lo había hecho nadie? ¿Estás seguro de que saldrías airoso de la prueba en todas y cada una de tus edificaciones? Uf. Al final es mucho mejor tener suerte que talento.
Pensé inmediatamente que gracias a la puñetera crisis hace más de diez años que no proyecto una nave ni dirijo su construcción. Woody Allen dice que las dos palabras más hermosas cuando eres joven son "te quiero", pero cuando eres mayor son "es benigno", y me permito añadir "ha prescrito".
Tengo amigos peritos en seguros que están horrorizados con lo que están viendo por toda la provincia. Otro me dice que conoce a un buen calculista, muy competente, a quien ya se le han caído dos marquesinas de aparcamiento. El cerco se estrecha. Solo queda cruzar los dedos y, desde luego, abandonar definitivamente ese tono de superioridad y suficiencia, esa verborrea explicativa y argumentativa. Esto es una desgracia sin paliativos, y a quienes les haya tocado (técnicos y propietarios) les han dado una buena bofetada.
Manifiesto aquí mi solidaridad, comprensión y apoyo con ellos. ¿Que hay muy malos profesionales? Por supuesto. Pero a algunos de los buenos también les ha tocado la macabra lotería.
Por otra parte, hay quien habla de que se han hecho pruebas (habría que verlas) que arrojan como resultado que la sobrecarga ha sobrepasado la prevista en la normativa(2). En todo caso son pruebas que si alguien impugna no va a poder repetir. Supongo que ahora habrá cientos de litigios y batallas entre seguros. Un desastre y una enorme sensación de impotencia.
Y en medio de toda esta tristeza sigo leyendo a jóvenes (sobre todo son jóvenes; en la juventud se mantienen muy vivos los ideales, los entusiasmos, las seguridades) que explican cómo se debe aplicar la sobrecarga de nieve, cómo operan los coeficientes de seguridad y de simultaneidad. Yo ya no me atrevo a decir nada, pero veo que entre todos ellos siguen diciendo muchas cosas algunos valientes que saben bastante menos que yo. Y entonces me siento dulcemente viejo, tranquilo, comprensivo, tolerante, y sobre todo muy triste(3).
Mucho ánimo a los afectados.
Qué extraordinaria y maravillosa profesión de mierda.
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(1).- Es muy probable que mi memoria me engañe y que alguien con mejor memoria y que sepa buscar datos me desmienta. Lo asumo.
(2).- El CTE DB SE AE (Código Técnico de la Edificación, Documento Básico de Seguridad Estructural, Acciones en la Edificación) indica en su tabla 3.8 (tabla que, por cierto, está mal maquetada y que induce a errores y que lleva tiempo sin que nadie la arregle) que en Toledo, que tiene una altitud de 550 m, se ha de estimar una sobrecarga de nieve de 0,5 kN/m2.
(3).- Tengo intención de hablar de la vejez (de sus limitaciones, pero también de sus privilegios) en la próxima entrada.
Bravo.
ResponderEliminarSe pontifica con demasiada ligereza. Me solidarizo con los calculistas que proyectaron esas estructuras y que aplicaron los coeficientes de seguridad según la normativa.
ResponderEliminarY repito contigo: "Qué extraordinaria y maravillosa profesión de mierda."
Saludos y que los coeficientes de seguridad nos acompañen.
Francesc Cornadó
Hoy he pasado por la Casa de Campo. He podido ver un panorama desolador de árboles caídos y ramas tronchadas. De vedad, desolador. Si muchos árboles, con su sabio y seleccionado crecimiento aclimatándose al entorno y al lugar. no han podido soportar la nevada, da idea de lo excepcional que ha sido ésta (no creo que esto les ocurra a los abetos pirenaicos).
ResponderEliminarPues creo que lo mismo ha ocurrido con las estructuras de las que hablas. Casi todas son ligeras, de esas que ahorran hasta el último kilo de material (sobre contratistas que recalculan estructuras de naves podrá escribirse un libro de terror). Que han fallado algunos cálculos, seguro. Que se han reducido coeficientes de seguridad hasta límites temerarios y que a veces se han traspasado esos límites, tengo la certeza porque lo he visto.
Pero lo que no había visto nunca fue esa nevada en Madrid.
Dolor, pena, desesperación, humillación, desaliento, y encima mis pobres jóvenes siempre vilipendiados. Por favor, ¿nacieron sabiendo los jóvenes de los que habla usted, o resulta que fueron a alguna escuela de arquitectura?
ResponderEliminarEste país tiene lo más triste que yo haya visto en mi vida de todos los países donde he trabajado: culpar a la víctima de todas las barbaridades cometidas por los que tienen en sus manos los libros.