Manuel Romana ha puesto en Twitter un fragmento de Las aves, de Aristófanes, y me ha pedido que lo comente, o que le saque punta, o que haga algo al respecto. Yo soy muy de entrar a los trapos, pero es que este además me ha gustado. Dice así:
Aristófanes era un tipo muy sarcástico, que criticaba muy fuertemente la tontería y el vicio, como han hecho siempre los humoristas.
Pistetero está empeñado en la construcción de una ciudad en las nubes, Nefelococigia, para las aves, y durante su duro trabajo se le presentan todo tipo de espabilados, como este Metón, un hábil geómetra, un urbanista celeste, un arquitecto etéreo, que le ofrece planos y que, como habéis visto, dice tener el conocimiento y los medios suficientes para trazar la ciudad en el cielo.
Metón es un personaje convincente, pero Pistetero, muy inteligente, sabe que es un estafador, un impostor y hace que se vaya. (Esta crítica de Aristófanes a los vocingleros aprovechados debió de ser porque eran habituales en la Grecia clásica. Por suerte aquí y ahora no tenemos nada de eso y no nos hacemos cabal idea de lo que es).
Los humoristas siempre han tenido la santa misión de criticar lo que otros se toman en serio, de burlarse de todo y de correr el velo de la estupidez y de la credulidad para dejar la superchería al desnudo. En esta obra Aristófanes lo hace muy bien, y al personaje de Metón, aunque sale muy poquito, lo desenmascara y lo revuelca por el fango.
Lamentablemente, ninguna de sus obras ha llegado hasta nosotros, aunque sabemos de él (bastante poco) porque otros hombres de ciencia lo citaron y siguieron. Lo malo es que la cita más famosa sobre él es esta de Aristófanes, de manera que por cada página que se haya impreso contando sus méritos se han impreso muchas difamándolo (Las aves se sigue imprimiendo y estudiando bastante).
Porque, así como los humoristas tienen y han tenido siempre la virtud que ya hemos dicho de desenmascarar a los mentirosos, a los ridículos, a los sagrados, a los pagados de sí mismos y a los tontos-listos, también a menudo se pasan de rosca y hacen blanco de sus burlas a gentes valiosas y sabias, criticándolas desde esa cruel ignorancia que para no reconocerse se disfraza de valiente y agudo escepticismo y de ácido sentido crítico.
En definitiva, ese Metón embaucador que aparece en la famosa obra cómica es una injusta y cruel caricatura del Metón que observaba y medía el cielo. El hecho de que Aristófanes no lo entendiese no le daba derecho a ponerlo como chupa de dómine en el escenario para el escarnio público, pero lo hizo.
Metón aparece portando planos, desplegando reglas (rectas y curvas) y blandiendo un compás. ¿Qué hace? Medir. Insolente pretensión. Medir nada menos que el cielo, como si eso fuera posible.
Los arquitectos medimos el terreno, somos mucho más humildes y asequibles, pero a menudo también tenemos que soportar la burla y la incomprensión, y también a menudo los más bocazas obtienen los mayores reconocimientos.
La cainita pretensión de medir, diseñar y construir, es una ofensa al Dios creador. Ya lo dice el Génesis y también lo dice cualquier libro sagrado de cualquier religión que se precie. ¿A qué tamaña soberbia? ¿A qué tal desafío al estado natural de las cosas y a nuestra rastrera condición? ¿A qué esos sueños disparatados? Siempre estará el justo Aristófanes que nos siente la mano y el complacido público que se carcajee con nuestra merecida humillación. ¿A dónde creíamos que íbamos? ¿Qué osábamos hacer?
La arquitectura (lo dice el Génesis y con él Necrotectónicas) es un pecado de desacato y de insolencia. Y la astronomía ya podéis figuraros.
El ser humano siempre ha pretendido hacer lo que le estaba prohibido: comer del fruto del árbol de la ciencia. Saber. Es decir, en este caso medir. Medir incluso el cielo. Bien les están empleados los capones y las hogueras a quienes han cometido semejante atrocidad.
Qué lección nos ofrece la historia y qué difícil es imaginar esa ardua aventura desde aquí, cómodamente instalados en este tiempo glorioso y tan avanzado, en este pasmoso siglo XXI en el que ya medimos en campos de fútbol y en el que parece que por fin hemos descubierto que la Tierra es plana.
Gran texto, enhorabuena. Tenías muchísima razón, de ninguna manera habría podido predecir o esperar este texto. No vi que este Metón era el astrónomo, imagínate el resto.
ResponderEliminarGracias por la reflexión, y por escribirlo reivindicando la artesanía (y, en ocasiones, el noble y bello arte) de la arquitectura.