Me han recriminado en Twitter que escribiera Simón y Garfúnkel, con sendas tildes, tal como lo acabo de hacer aquí. Ya, ya sé que no las llevan. También sé (ahora) que sus apellidos se pronuncian algo así como Saimon and Gárfancol. Pero a mis catorce años eso no era así.
A los catorce o quince años empezamos a hacer guateques en la casa de mi primo Carlos o en la de mi amigo Antonio, que eran formidables, porque ambas tenían unos cuartos separados, en el patio, que servían estupendamente para ese fin, con suficiente independencia y comodidad. (También los hacíamos en casa de Javier, de Alfredo y de algún otro, pero en esas era cuando no estaban sus respectivos padres).
Fumábamos, bebíamos algún que otro cubata excepcional entre las habituales mirindas, fantas y cocacolas, y, sobre todo, bailábamos con las chicas de la pandilla. (Bueno, en realidad lo que hacíamos casi siempre era recoger calabazas).
Para bailar agarrao las dos grandísimas (y larguísimas) canciones eran Mediterráneo, de Serrat y Puente sobre aguas turbulentas, de Simón y Garfúnkel. Eran dos elepés que estaban siempre. Bueno; tampoco teníamos tantos.
Muchos de los éxitos que escuchábamos eran de discos de los hermanos y primos mayores. Seguíamos bailando músicas de grupos que ya llevaban años separados. Las cosas antes iban más lentas y duraban más. No se pasaban de moda.
Teníamos algunos elepés y bastantes sínguels. Los elepés los poníamos por las canciones más famosas, y este de Bridge Over Troubled Water era tan solo para escuchar la canción que le daba título, que en aquella época de mi vida fue mi favorita y lo siguió siendo durante años.
Lo que pasaba es que a veces dejábamos correr el disco, y sobre todo cuando el disyoquei era curioso y traviesón (y ponía discos porque no ligaba nada) dejaba caer una canción de ese mismo álbum que se titulaba So long, Frank Lloyd Wright, que, según supimos, quería decir Hasta luego, Frank Lloyd Wright. Yo sabía quién era ese Frank Lloyd Wright porque mi primo (el que solía poner el local) tenía un libro de esos de Maravillas del Mundo, o así, que traía unos dibujos de la casa de la cascada, que nos parecía impresionante.
Esa canción de So long, Frank Lloyd Wright no nos gustaba mucho porque era un poco sosa, pero, sobre todo, porque era bastante corta, y para una vez que conseguías que una chica quisiera bailar contigo era una pena que la cosa se terminara tan pronto. Aunque por otra parte estaba bien, porque a algunas chicas les daba cosa decirte que sí en una canción larga y romántica, no te fueras a pensar (tú y los demás) que les gustabas o algo, pero con un azuquimosqui cortito y soso te decían que sí porque era como que comprometía menos. Se charlaba un poquito (apenas nada), se estaba el resto del tiempo en silencio y ya.
Podría decir que subliminalmente esa canción contribuyó a que yo con el tiempo fuera arquitecto. La verdad es que quedaba ya poco (un par de años) para escoger carrera y había que irlo pensando. Yo tenía más o menos claro que iba a ser ingeniero de telecomunicaciones, que no sabía bien en qué consistía: Bueno, sí, en trabajar en la Telefónica en un puesto bastante mejor que el de mi padre. Él estaba orgulloso de imaginárselo. Se me daban muy bien los estudios, era muy bueno en matemáticas y en física y parecía que podría hacer esa carrera. Bueno. De acuerdo. Además tenía fama de difícil y eso me daba como un aura anticipada de gloria y heroísmo: Iba a ser ingenierodetelecomunicaciones. (Se le llenaba a uno la boca incluso cuando no lo decía; solo de pensarlo).
Entonces en el colegio se estudiaba francés. Yo llegué incluso a medio defenderme con el gangoso idioma, pero hace ya muchos años que lo olvidé todo.
Uno de mi clase, con padres visionarios, estudiaba además inglés en una academia, y le di a traducir, con toda mi ilusión, la letra de Puente sobre aguas turbulentas. Pasó "like a bridge over troubled water" a "me gusta un puente sobre aguas turbulentas". No obstante, como no tenía otra cosa, con eso me apañé. Yo no sabía nada de inglés; solo veía que aquella letra no tiraba demasiado bien en español. Pero era lo que había, y, por si no fuera bastante, después le pedí que me tradujera la de Wright.
De esa tan solo creo recordar o evocar una especie de fuego nocturno de campamento con el gran maestro armonizando. No entendí nada.
So long, Frank Lloyd Wright
Las tildes en rojo son mías, claro.
A los catorce o quince años empezamos a hacer guateques en la casa de mi primo Carlos o en la de mi amigo Antonio, que eran formidables, porque ambas tenían unos cuartos separados, en el patio, que servían estupendamente para ese fin, con suficiente independencia y comodidad. (También los hacíamos en casa de Javier, de Alfredo y de algún otro, pero en esas era cuando no estaban sus respectivos padres).
Fumábamos, bebíamos algún que otro cubata excepcional entre las habituales mirindas, fantas y cocacolas, y, sobre todo, bailábamos con las chicas de la pandilla. (Bueno, en realidad lo que hacíamos casi siempre era recoger calabazas).
Para bailar agarrao las dos grandísimas (y larguísimas) canciones eran Mediterráneo, de Serrat y Puente sobre aguas turbulentas, de Simón y Garfúnkel. Eran dos elepés que estaban siempre. Bueno; tampoco teníamos tantos.
Muchos de los éxitos que escuchábamos eran de discos de los hermanos y primos mayores. Seguíamos bailando músicas de grupos que ya llevaban años separados. Las cosas antes iban más lentas y duraban más. No se pasaban de moda.
Teníamos algunos elepés y bastantes sínguels. Los elepés los poníamos por las canciones más famosas, y este de Bridge Over Troubled Water era tan solo para escuchar la canción que le daba título, que en aquella época de mi vida fue mi favorita y lo siguió siendo durante años.
Lo que pasaba es que a veces dejábamos correr el disco, y sobre todo cuando el disyoquei era curioso y traviesón (y ponía discos porque no ligaba nada) dejaba caer una canción de ese mismo álbum que se titulaba So long, Frank Lloyd Wright, que, según supimos, quería decir Hasta luego, Frank Lloyd Wright. Yo sabía quién era ese Frank Lloyd Wright porque mi primo (el que solía poner el local) tenía un libro de esos de Maravillas del Mundo, o así, que traía unos dibujos de la casa de la cascada, que nos parecía impresionante.
Esa canción de So long, Frank Lloyd Wright no nos gustaba mucho porque era un poco sosa, pero, sobre todo, porque era bastante corta, y para una vez que conseguías que una chica quisiera bailar contigo era una pena que la cosa se terminara tan pronto. Aunque por otra parte estaba bien, porque a algunas chicas les daba cosa decirte que sí en una canción larga y romántica, no te fueras a pensar (tú y los demás) que les gustabas o algo, pero con un azuquimosqui cortito y soso te decían que sí porque era como que comprometía menos. Se charlaba un poquito (apenas nada), se estaba el resto del tiempo en silencio y ya.
Podría decir que subliminalmente esa canción contribuyó a que yo con el tiempo fuera arquitecto. La verdad es que quedaba ya poco (un par de años) para escoger carrera y había que irlo pensando. Yo tenía más o menos claro que iba a ser ingeniero de telecomunicaciones, que no sabía bien en qué consistía: Bueno, sí, en trabajar en la Telefónica en un puesto bastante mejor que el de mi padre. Él estaba orgulloso de imaginárselo. Se me daban muy bien los estudios, era muy bueno en matemáticas y en física y parecía que podría hacer esa carrera. Bueno. De acuerdo. Además tenía fama de difícil y eso me daba como un aura anticipada de gloria y heroísmo: Iba a ser ingenierodetelecomunicaciones. (Se le llenaba a uno la boca incluso cuando no lo decía; solo de pensarlo).
Entonces en el colegio se estudiaba francés. Yo llegué incluso a medio defenderme con el gangoso idioma, pero hace ya muchos años que lo olvidé todo.
Uno de mi clase, con padres visionarios, estudiaba además inglés en una academia, y le di a traducir, con toda mi ilusión, la letra de Puente sobre aguas turbulentas. Pasó "like a bridge over troubled water" a "me gusta un puente sobre aguas turbulentas". No obstante, como no tenía otra cosa, con eso me apañé. Yo no sabía nada de inglés; solo veía que aquella letra no tiraba demasiado bien en español. Pero era lo que había, y, por si no fuera bastante, después le pedí que me tradujera la de Wright.
De esa tan solo creo recordar o evocar una especie de fuego nocturno de campamento con el gran maestro armonizando. No entendí nada.
I can't believe your song is gone so soon
I barely learned the tune
So soon
So soon
I'll remember Frank Lloyd Wright
All of the nights we'd harmonize till dawn
I never laughed so long
So long
So long
Architects may come and
Architects may go and
Never change your point of view
When I run dry
I stop awhile and think of you
Architects may come and
Architects may go and
Never change your point of view
So long, Frank Lloyd Wright
All of the nights we've harmonize till dawn
I never laughed so long
So long
So long
So long. So long. So long. So long. So long. So long.
Soy wrightiano declarado, para burla y escarnio de corbuserianos, miesianos y seguidores de cualquier otro arquitecto más vanguardista y menos cansino.
Conozco bien la biografía y las miserias de Wright (no más vergonzosas que las de los demás), y a menudo discutía con amigos defendiéndolo y admirándolo sin fisuras ni desfallecimiento.
Creo que, en definitiva, mi baza decisiva siempre ha sido: "¿Pero a tu queridísimo arquitecto le hicieron alguna canción Simón y Garfúnkel?" Pues eso; jaque mate. Sayonara, beibi.
Años después supe que Garfúnkel era muy amante del arte y de la arquitectura, (también de las matemáticas), y que le había hablado muchísimo y con gran entusiasmo de Frank Lloyd Wright a su compañero y amigo Pol Saimon (el dúo son Simón y Garfúnkel, pero cuando va solo es Pol Saimon), animándolo hasta casi forzarlo a escribir una canción sobre él, que este compuso un poco por compromiso y sin demasiadas ganas. Tal vez por eso la música es tan salmódica y la letra tan vaga.
El caso es que yo, años antes de pensar que iba a estudiar arquitectura, ya sabía que Wright había hecho la casa de la cascada y lo había buscado en el Espasa-Calpe de mi casa ("WRIGHT, Francisco Lloyd").
Así que cuando bailaba esta canción con alguna de las chicas de mi pandilla, con los brazos estirados completamente y a una distancia de seguridad que hoy sería aprobada por cualquier asesor gubernamental para el COVID-19, después de un rato en completo silencio rompía el hielo diciendo:
-¿Sabes que este Frank Lloyd Wright era arquitecto?
-¿Quién?
-Frank Lloyd Wright. El de esta canción.
-Ah.
A mí, lo de bailar Meditarráneo en 6 por 8 se me hacía un poco raro para arrimar. De ése álbum me quedo con Lucía que era para derretir amianto cuando decía "senos" en vez de otra cosa mas escabrosa. Eh, y Samba pa tí?
ResponderEliminarDe bailar no teníamos ni idea, ni sabíamos qué era un 6 por 8 o un 5 por 4. Todas las bailábamos igual. Lo que importaba era que fuese larga.
EliminarAh, y el "Samba pa ti" lo había olvidado completamente. Del disco "Abraxas". Una pieza awesomante y terrífica. Pero, amigo, esa solo la podías bailar con la chica con la que ya salieras oficialmente. Intentar bailarla con una chica "a ver si..." era imposible.
O TEMPORA, O MORES
ResponderEliminar¡Genial relato! ¡Enhorabuena!
Y yo tuve aquel LP del Simón y el Garfúnkel.
Y la canción que más me llamaba la atención de aquel disco era "Cecilia". Así decía su letra
Making love in the afternoon with Cecilia
Up in my bedroom (making love)
I got up to wash my face
When I come back to bed
Someone's taken my place.
1970, España todavía en blanco y negro y alguien hablaba de follar y de cuernos en una canción. ¡Que cosas!
Ah, sí: Cecilia. Estaba haciendo el amor con Cecilia, me levanté a lavarme la cara y cuando volví mi sitio estaba ocupado por otro. Qué barbaridad.
EliminarEsa la poníamos, pero para las sueltas.
En el disco en español, el titulo se iba desplazando poco a poco hacia la derecha y curiosamente la ultima palabra "turbulentas" tapaba la letra de la estrofa que acabais de mencionar, si alguien todavia lo tiene lo puede comprobar. Que grande era la censura
EliminarRigurosamente cierto.
EliminarLa edición española del disco se titulaba "Puente sobre aguas turbulentas" (así, en español) y tapaba parte de la letra de "Cecilia"
El LP que yo tenía me lo había traído de regalo desde Londres una amiga y no tenia esa parte oculta.
De todas formas la censura era algo ridículo. En primer lugar la gente no sabía inglés y además en aquella época "hacer el amor" significaba intentar enamorar a una mujer, cortejarla, tirarla los tejos, etc y todavía no se entendía como follar.
En efecto, rigurosamente cierto. Lo tengo delante de mí: las seis últimas letras de «turbulentas» (o sea: lentas) tapa la estrofa de marras de «Cecilia». Por cierto, juraría que el título del disco está escrito con una de esas plantillas que usábamos para rotular los planos con el Rotring. Se ve en un tono azul más oscuro un cuadrado donde probablemente estaba el título original en inglés, pero se aquí se trataba de tapar la estrofa.
EliminarDe música no puedo hablar por mi falta de oído... Pero del pronunciamiento de ingles, recuerdo los sacos de papel de la leche en polvo, que nos enviaban a la escuela, que los ponía mi madre en el techo del cortijo para tapar las goteras y fuel el primer inglés que leí: United States of América. ¡Como pasa el tiempo!
ResponderEliminar