viernes, 18 de noviembre de 2016

Sin perspectiva

Nota previa.- Supongo que, como muchos hombres, no soy capaz de reconocer cuán machista soy. No me tengo por tal, pero es posible que no me dé cuenta de que sí lo soy. En todo caso, creo que soy respetuoso y decente, pero también creo que voy a tocar un tema delicado en el que no soy nada ducho y en el que seguro que meteré la pata. Por favor, si no estás de acuerdo con algo que diga, o crees que soy grosero o injusto, o lo que sea, dímelo. Deja un comentario. Me servirá de mucho leer otros puntos de vista e incluso recibir críticas.

Uno ha dado ya con sus huesos en muchos sitios raros, y ha pasado por muchas situaciones extravagantes. Voy a contar una de las más raras a las que asistí y en las que participé.
Durante unos años estuve muy vinculado al Colegio de Arquitectos de Toledo (bueno: Demarcación de Toledo del COACM), primero en su comisión de cultura y después en su junta directiva. Eso me dio pie para conocer a mucha gente interesante y para ver facetas muy curiosas de la profesión, de la política, de las instituciones y de la pasmosa variedad del universo.
En una de estas idas y venidas resultó que el Ayuntamiento de Toledo, de una manera muy loable, quiso analizar todas las áreas de su competencia a la luz de la perspectiva de género. Organizó unas jornadas con una gran cantidad de grupos y "mesas" que estudiaran los problemas específicos del sexismo en los ámbitos laboral, económico, educativo, sanitario... etcétera... y urbanístico.
Para participar en esta última mesa de trabajo: "El urbanismo desde la perspectiva de género", el Ayuntamiento de Toledo pidió representantes a diversas asociaciones de vecinos, a grupos culturales, a confesiones religiosas, al colegio de aparejadores y al colegio de arquitectos. Y este último me designó a mí.
Así que el día en cuestión quedamos un montón de gente en un centro cultural de Toledo, y nos fuimos reuniendo por temas en distintas salas. ¿Urbanismo? ¿Urbanismo? Por favor, ¿urbanismo? Ah, aquí estamos los de urbanismo.


Nos presentamos todos. Éramos unas ocho o diez personas (no me acuerdo exactamente), todas mujeres menos yo. Mis compañeras celebraron que al menos hubiera un hombre. No sé por qué. Quiero decir que no sé qué virtud específica tenía yo por el hecho de ser un hombre.
Nos sentamos y empezamos a hablar. Casi todas las mujeres eran muy beligerantes; estaban muy curtidas en el activismo social y tenían muy claros muchos aspectos en los que confieso que no me había parado a pensar en mi vida.
Yo, lamentablemente, estaba callado todo el tiempo. No tenía nada que añadir, por el momento, a lo que allí se exponía y discutía.
Por detrás de mí entró un miembro de la mesa que llegaba con algo de retraso. Dio los buenos días con una voz de barítono bajo y, sin verle, pues estaba a mis espaldas, estuve por un segundo tentado de decir como chiste que menos mal que ya éramos dos hombres. La observación me pareció una completa estupidez y me abstuve de decir nada. Menos mal: cuando la vi sentí un gran alivio por no haber hablado. Era una transexual que representaba a un colectivo de mujeres maltratadas. A lo largo de la mañana contó un par de cosas que me demostraron que la sociedad es mucho más compleja de lo que yo puedo sospechar, y que la gente tiene experiencias y vivencias tan ricas y tan vivas que yo no puedo ni opinar sobre nada, y mucho menos sobre urbanismo. ¿Cómo se vive la ciudad? ¿Cómo se utilizan los espacios y los servicios públicos? Todo lo que proponemos los urbanistas se me antoja demasiado simple, demasiado esquemático.
Menciono también a dos monjas de Cáritas que se dedicaban a bucear en las zonas más siniestras de la vida ciudadana: maltratos, deshaucios, abandonos, uf.

No éramos capaces de abrir el melón. Era imposible entrar en materia. ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque cada vez que se mencionaba algún aspecto del urbanismo que tuviera que ver con la condición femenina y que pudiera servir para mejorar en algo la vida de la mujer era siempre suponiendo que la mujer tenía roles distintos a los del hombre, y eso era intolerable.
Por ejemplo: Si alguien mencionaba -siempre desde la perspectiva de género- las zonas de juegos infantiles de los parques, eso implicaba reconocer que eran las madres y no los padres quienes llevaban a los niños a jugar. Si se decía algo de las zonas comerciales era porque se presuponía que eran las mujeres y no los hombres quienes hacían la compra. Si se hablaba de estudiar los trayectos y horarios de los transportes públicos para facilitar la conciliación laboral y familiar, y eso se hacía a la luz de la perspectiva de género, implicaba asumir que la conciliación era un problema femenino y no masculino. Etcétera.
La mesa no estaba para sugerir mejoras en los transportes públicos, en los barrios residenciales, en las zonas de comercio o de oficinas... sino para sugerirlas en cuanto a la igualdad de género y, sobre todo, desde la perspectiva de género. Y, desde esa perspectiva, no se podía proponer nada en sí mismo, sino sólo en tanto que solucionara un problema que padecieran las mujeres más que los hombres. Pero cualquier problema que sufrieran las mujeres en mayor grado que los hombres venía de una previa injusticia que era tan intolerable que ni siquiera esta mesa podía darla por existente y asumirla sin más.
Nuestra misión era por tanto una imposibilidad ontológica. No sé si me explico. Lo que sí os puedo decir es que estuvimos dando vueltas al molino desde las diez de la mañana hasta las dos y media de la tarde, y que yo terminé sin saber deletrear mi nombre.

Al final quedamos en que nos veríamos otro día. La coordinadora de la mesa tenía nuestras direcciones de correo electrónico y nos citaría en su momento. Mientras tanto, cada uno de nosotros le enviaría cualquier idea o propuesta que se le ocurriera.
Nunca volvió a convocarse esa mesa, al menos conmigo. Conservo la dirección de correo de la coordinadora, y aún, tantos años después, sigo dándole vueltas a ver si se me ocurre alguna propuesta para enviarle.


(Si te ha interesado este tema y no te ha molestado mucho mi manera de enfocarlo clica el botón g+1 que verás aquí debajo. Y, sobre todo, comenta lo que quieras. Muchas gracias).

7 comentarios:

  1. Querido José Ramón.

    Bajo mi humilde punto de vista el problema es la ideología de género en sí. Como todas las "ideologías" suele pasarse de frenada y partiendo de premisas ciertas - la histórica posición de dominancia y abuso del género masculino sobre el femenino- llega a conclusiones erróneas, como la supuesta igualdad entre sexos.
    Se confunde, bajo mi punto de vista,repito, igualdad a secas con igualdad de derechos y se llega al absurdo de considerar que no existen diferencias fundamentales entre ambos sexos.

    Desde hace cincuenta años soy un gran admirador del sexo femenino: empecé admirando a mi madre, seguí admirando a mi mujer y admiro a mis tres hijas. Y parte de esa admiración se basa en las diferencias; en esas cosas tan distintas de mí y de mi hijo, que las hacen muy femeninas, que las hacen muy mujeres.

    El hombre y la mujer somos tan distintos que a veces parece un milagro que nos entendamos, y eso poco tiene que ver con la igualdad de derechos y obligaciones.

    Y no solo eso, sino que vivimos tal situación que incluso decir en voz alta esa obviedad puede costarte un vapuleo verbal o la condena de los que no piensan como tú.
    Fíjate incluso en cómo has planteado la cuestión,con una delicadeza y mimo absolutos, por si las moscas...

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  2. La imposibilidad ontológica de esta experiencia particular no necesariamente se traduce a una imposibilidad ontológica de la misión. Entiendo que Urbanismo con perspectiva de género puede parecer tan disonante para algunos, como para Oiza resolver el problema de la pobreza a partir de la Arquitectura, como ya hemos visto. No habrá caminos para erradicar el machismo desde el urbanismo eso es clarísimo, pero sí pensar en mecanismos para contrarestar la vulnerabilidad de genero en el medio urbano, eso sí puedo creer.

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  3. Yo lo que creo es que no éramos los miembros más adecuados para esa mesa. Creo que el urbanismo sí que puede plantear cosas (no sé si resolver muchas, pero al menos plantear y proponer), pero es que, como cuento, tal como opinaba la mesa y tal como enfocábamos la cuestión no había por dónde meterle mano.
    Muchas gracias a ambos, Carlos y Manuel, por vuestros comentarios.
    (Espero más. Venga, animaos).

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  4. La mujer es y ha sido históricamente (para la tremenda tragedia de la humanidad) un ser doblemente explotado: lo es por la lógica de los distintos sistemas económicos que han existido, al igual que lo son los hombres, en un contexto de expolio de la riqueza que crean los más por unos pocos (desde el patriarcado agrario hasta terminar en el desastre del turbocapitalismo financiero en que nos hallamos); y lo es dentro de las relaciones sociales, como elemento supeditado al hombre y mera "máquina reproductora". Basta una cifra para exponerlo: de cada diez pobres del mundo, siete son mujeres, y casi todas son niñas.
    Quizá por ello deberían ser una fuerza doblemente revolucionaria, en el sentido de transformar las cosas a mejor (y en muchos sentidos, lo han sido y lo son).

    Si pienso en, por ejemplo, qué se podría cambiar en el diseño de una vivienda desde el punto de vista de la discriminación de género, a la conclusión que llego es que lo que hay es un montón de actividades y trabajos
    que se da por supuesto que debe hacer una mujer y no un hombre. Pero esas mismas tareas las podría hacer un hombre, por lo que el tema no es principalmente el diseño, sino la mentalidad o consenso social. Si se superara esta barrera, entonces se entendería que la cocina no tiene que estar muy aislada del resto no porque así "la mujer no esté con la familia mientras cocina", como vendía el invento el maestro F.LL. Wright (no él solo, era la mentalidad del momento, y me atrevo a decir que de ahora también) sino para que no esté tan aislado aquel que cocina, sin que se presuponga de antemano el género porque lo hará cualquiera...
    Supongo que la arquitectura, ejercida históricamente por una mayoría de hombres tiene muchos rasgos masculinos, aunque se supone que la buena arquitectura está por encima de esas cosas...Pero yo no lo tengo claro, y sospecho que si fuera hecha por una mayoría de mujeres, con el tiempo tendría muchos más rasgos femeninos. No sé, dudo. Resulta que el ser humano está dividido en dos, hombres y mujeres, que tienen muchas diferencias...Y luego, también estamos divididos por la edad, porque no es lo mismo un niño, que un adolescente, que un adulto, que un anciano...Cuando se habla del "ser humano" o del "hombre" se está haciendo una abstracción brutal de una realidad complejísima.

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  5. Yo lo que sí quiero y defiendo es que haya una igualdad real de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, manteniendo los rasgos propios de cada uno, y estamos en tal situación de retraso, que sin unos mecanismos de ajuste (eso que se llama, desacertadamente a mi juicio, "discriminación positiva") en favor de las mujeres, jamás se llegará a ninguna mejora. Uno de los asuntos que veo más graves es que recaiga casi exclusivamente en sus hombros todo el peso económico del nacimiento de niños, cuando es un tema que compete al interés común de todos. Aquí en España lo hacemos fantásticamente bien, y ya vemos los resultados: la tasa de natalidad por los suelos, y una estimación del Instituto de Estadística de que en 30 años habremos perdido 5 millones de habitantes, con una población restante absolutamente envejecida. Es decir: un país inviable. Pero no importa, porque a nuestros gobernantes "electos" (¿Triple Alianza?) sólo les preocupa seguir con una política de recortes criminales e inútiles para que cada vez tengan más el 1%, haciendo que todo sea cada vez más una cloaca para el 99% restante.
    En fin. Ojalá llegue el día del gobierno de las mujeres, con sus rasgos femeninos propios y diferenciados, y no de esos malos clones de hombre que han llegado al poder político supuestamente representando a las mujeres (y curiosamente, casi todas, sin excepción, se han ganado el apodo de damas implacables y "de hierro", como Margaret Thatcher o Angela Merkel, usando los modos de gobierno de los hombres siendo una mala copia de ellos, para nada mostrando los rasgos femeninos y una manera diferente de hacer las cosas).
    O el siglo XXI es el siglo de las mujeres, o nos vamos todos a la mierda. Sin más (y lo digo siendo hombre, con el miedo a lo que se nos viene encima con el avance imparable de la Bestia en Europa y en Norteamérica).

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  6. Preocupante: en el listado de las 500 mujeres más influyentes de España hay nada menos que 25 modelos. Me pregunto cuántas de las personas autoras de esa lista se consideran machistas. Y me respondo que seguro que ninguna.

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  7. Vamos a ver, vamos a ver. La imposibilidad ontológica de llegar a cualquier solución es mayor de lo que piensas, pues el título de la mesa de trabajo, "El urbanismo desde la perspectiva de género", es ya incorrecto. Las personas no tenemos género. Bueno, sí, "Homo" (nosotros, en concreto, de la especie "Sapiens"). Tenemos sexo. Sexo. Si debates el urbanismo desde la perspectiva de género, te regalo mis conclusiones: elegir entre qué es mejor, hablar de "el urbanismo" o de "la urbanisma". Que urbanismo sí tiene género. (Y véte a saber si sexo, que las cosas son complicadas hoy en día...).De nada. A mandar.

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