Tengo dos noticias: una buena y una mala.
La buena es que me acaban de encargar una vivienda.
La mala es que, al intentar explicarme lo que quería, el cliente sólo tenía una idea clara: que en el acceso hubiera un porche con columnas romanas.
¡Columnas romanas!
Supongo que debe de ser angustioso pasar por el trago de hacerse una casa. Tienes un terreno y llamas a un arquitecto para que le dé forma a algo que te hace mucha ilusión, pero que no tienes la menor idea de cómo lo quieres.
Intentas evocar algo muy agradable, imaginar un sueño, la plenitud, la perfección. Idealizas tu futura vida en esa casa adorable y admirable. Entornas los ojos y te ves en ella, disfrutando. Intentas imaginarte leyendo, durmiendo, desayunando, jugando con tus hijos... Quieres que tu vida sea perfecta, intentas proyectarte a ti mismo y a tu familia como viviendo en un anuncio de cocacola o de lacaixa.
Quieres evocar imágenes, pero te son esquivas. Apenas vislumbras algún rasgo turbio, como velado por la niebla.
Eres incapaz de concretar tus anhelos, de darles forma, pero de ninguna manera quieres dejarlos en manos del arquitecto. No; él no puede soñar tus sueños. No puedes abandonarlos en sus sucias manos. No puedes consentir que te los pisotee.
Haces un esfuerzo definitivo. Entornas otra vez los ojos; los cierras. Quieres verte feliz, con tu familia feliz. Quieres sentirte optimista, alegre, sano. Quieres escuchar las risas de tus hijos.
Es todo muy inestable. Se desdibuja. Se disuelve.
Sólo persiste una imagen, una única imagen nítida: COLUMNAS ROMANAS.
La que se te viene encima. Ahora, demuéstranos de qué estas hecho. (Joseramoncito)
ResponderEliminar☺
A ver si tienes huevos d explicarle que romanas no eran,sino griegas y q pueden ser dóricas,jónicas o corintias.....��
ResponderEliminarEs vital que le digas que en ese caso los capiteles han de ser de estilo eusko-jónico.
ResponderEliminarMe encanta. Sigue escribiendo así. Yo también soy de columnas romanas
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarLlevo desde 1985 haciendo casas.
A menudo el cliente se enfrenta a una situación muy estresante, porque no se ha visto nunca en semejante tesitura. No tiene claro lo que quiere y, de entrada, se propone escuchar los consejos del arquitecto.
Pero en las semanas siguientes no va a poder pensar en otra cosa que no sea su futura casa, y se pasa los días mirando las que tiene más a mano (cosa que no había hacho jamás).
De lo que ve, se queda con los detalles que se asocian a lo "respetable", lo "decente", lo "bello", lo "decoroso", lo "bueno"... que suelen ser las columnas, los arcos, los canecillos, las balaustradas...
Lamentablemente, todo eso pesa mucho más en su apreciación que cualquier cosa que le diga o le dibuje el arquitecto.
Después (y hablo por larga experiencia), nada de eso sirve para que el cliente viva en esa casa como intuyó y deseó: Definitivamente en ese porche nunca desayunará nadie; en la terraza nadie leerá el periódico ni charlará con los amigos; a esa balconada no se asomará nadie jamás...
(Yo lo sé, y estoy seguro de que el cliente en el fondo también lo sabe, pero cómo no hacer un porchecito a la entrada, y una balconada en el dormitorio principal).
Y, sin embargo, el arquitecto podría haberle ayudado a buscar una "solución arquitectónica" útil.
Me duele haber tenido profesores de proyectos, leer sobre arquitectura, intentar reflexionar, debatir, discutir con vosotros, etc., y que quien jamás se ha planteado "el hecho arquitectónico" imponga esos elementos que estoy seguro de que no van a funcionar ni le van a hacer la vida más cómoda ni más agradable.
Ya sé que la casa es para el cliente y que él debe decidir y mandar. Estaría bueno. Por supuesto. Pero me duele que no me utilice, ya que me paga (lo menos que puede, por otra parte).
No se trata de sacar a relucir "el ego del arquitecto", ni de imponer "tics" de arquitectura moderna (que por el hecho de ser "tics" serían tan inútiles y vituperables como las columnas, los arcos, los canecillos o las balaustradas). Se trata de establecer un diálogo y una colaboración creativa entre arquitecto y cliente para que la obra final sea la mejor posible.
Se trata de que yo sé que sería capaz de hacer una casa mejor que la que voy a hacer. Mejor para el cliente, quiero decir. Y no me deja.
(Perdón por este comentario, más largo que la propia entrada. Gracias a todos por vuestro interés).
Mucho mejor el comentario que la entrada. Ánimo!
ResponderEliminarMuy buen comentario. Creo que refleja el día a día y el pensamiento de muchos arquitectos. A seguir!
ResponderEliminarMira que el anterior comentario es un complemento enorme a la entrada que (sin ser mala onda) se me hizo cortita...
ResponderEliminarRecuerdo una situación inversa, de la pelea de un compañero con un profesor porque el chico repetía con testarudez que quería que todas sus puertas tuvieran Arcos Romanos. El profesor trato de indicar lo que era el arco, cómo funcionaba y cómo se establecía su lógica, pero el chico dale con los arcos romanos para sus entradas. En definitiva el arquitecto hizo los arcos romanos y el cliente le puso una mala nota.
Saludos mi amigo.
Pues yo creo que habría que mandar a paseo esa actitud de enfant terrible que nos inculcaron (por desgracia) cuando estudiábamos, y hacer lo que nos pidan y listo. Se es muchísimo más feliz y se quita uno el complejo gilipollas del arquitecto de El Manantial (un imbécil de tomo y lomo que encima de no llegar nunca a nada, va a ser un infeliz atormentado y paranoico toda su vida, lo cual es lo verdaderamente grave).
ResponderEliminarLa realidad, la inercia de la "cultura" en que vivimos tienen un peso descomunal que ningún arquitecto va a lograr vencer por sus comentarios sabios. El concepto de "educar" al cliente es una memez. El cliente que se eduque solo, o que no lo haga, no hay que educarle en el tema si no lo quiere .Allá él. Si desea columnas, pues con columnas. Y a ser posible, egipcias y de escayola. Lo más horrososo que haya.
Y es que resulta que el cliente no mira sólo lo que le rodea buscando inspiración para que le enseñe a vivir, busca hacer algo similar porque una casa es un bien de consumo, y él quiere hacer algo que en su momento pueda vender, y a ser posible sacando el doble de lo que le costó (¿lleva el español grabado el pelotazo inmobiliario en su ADN? Buen tema de investigación). Por lo tanto, no quiere nada que destaque en el entorno, no vaya a ser que le devalue el objeto a vender.
¿Es esta actitud una estupidez? Sin duda, pero es la mayoritaría. También hay clientes (los menos) que no se conforman con eso y estudian y quieren lo bueno. Siempre ha sido así.
Lo que yo quiero decir es que bastante tiene uno con ganarse la vida como puede (y desde luego, en nada relacionado con la arquitectura) como para encima andarse con el trauma de si quiebro o no algún supuesto pacto con la sociedad o con la humanidad o (peor aún) con una entelequia abstracta llamada "ARQUITECTURA", porque resulta que me encargan un horror construido que atenta contra el buen gusto, contra el paisaje, contra el planeta y contra la decencia. Y resulta que no hay tal "pacto": un individuo sólo no tiene poder alguno para cambiar las preferencias culturales de una sociedad. En todo caso, y si tanto trauma le genera, pues que opte por no dedicarse a ello. Que haga como el chiflado de El Manantial.
El caso es que intente ser feliz.
Yo personalmente, creo en el método que seguía el director de cine Vittorio de Sica. Le encargaban películas malas y muy malas, y él las hacía, porque con algo tenía que comer. Cuando podía, con el dinero ahorrado y amigos, hacía una película como él quería. Y ahí sí que sacaba una obra maestra como "Ladrón de bicicletas".
Más no podía hacer.
Mucho peor que las columnas en un chaletón (que al fin y al cabo sólo joden al que tiene la desgracia de vivir enfrente, pero según el modo de vida de las urbanizaciones, lo normal es levantar muros de cuatro metros o plantar arizónicas y no ver nada del "vecino") son las canalladas que se implantan en ciudades y afectan a muchas más personas, como levantar un edificio de oficinas con vidrio reflectante enfrente de bloques de viviendas, y mandarles los reflejos del sol de la tarde en los meses de verano, convirtiendo las viviendas en hornos, y ETC ETC ETC ETC). Podríamos seguir que la lista sería muy larga...
¡Ojo! Con matices todo.
ResponderEliminarUnas columnas sólo atentan contra el buen gusto, no te provocan daños físicos, no te joden la vida (en tal caso, pueden dañar tu capacidad de tener buen gusto).
Digo esto porque se puede coger lo que escribí antes como una defensa de un relativismo absoluto donde no existe ni el mal ni el bien, y al final acabar usando el razonamiento para defender la pofesión de sicario o el Capitalismo, y desde luego esa no es mi intención para nada.
Pues ya que tienes ese trabajo un tanto especial, te animo a que no te quedes en situar cuatro columnas en el porque y que profundices en arquitectos que no las han utilizado nada mal: Schinkel, Palladio, Scamozzi....
ResponderEliminarNo acostumbro a comentar, pero esta vez sí lo voy a hacer. Por un lado, y respetándote al máximo, creo que en esta entrada sí que habla el ego de arquitecto. Y habla en dos sentidos, primero el de juez de "lo que está bien y lo que está mal" y segundo la ceguera de lo canónico, que nos sitúa esas columnas con una sola posible interpretación. Lo primero se salva entendiendo que como arquitecto no eres más que un catalizador de un elemento de una sociedad con sus objetos. Lo segundo... en lo segundo radica el genio. El de Le Corbusier al pervertir la arquitectura de cabo a rabo, el de Rossi o Venturi o Terragni pervirtiendo lo existente en el imaginario de la Arquitectura de una forma más comedida que el anterior. Recuerda a Dorian Gray: "Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo." Un saludo, y si no consideras adecuado el comentario bórralo!
ResponderEliminar¡Cómo lo voy a borrar! Me parece muy acertado e inteligente.
EliminarTienes mucha razón en lo que dices.
Yo no me burlo del cliente. Es sólo que creo que lo podría hacer bastante mejor si tuviera confianza en mí. También es cosa mía inspirar esa confianza.
Muchas gracias por tu comentario, muy digno de consideración.