(Esta entrada es para mi amigo Emilio. Sé que le gustará)
(No tengo otro blog de literatura, ni otro de cine. Sólo tengo éste. Así que escribo esta entrada aquí. Esta entrada es tan sólo un borrador. Creo que da para escribir una buena historia).
Una vez hubo un héroe desgraciado que se llamó Isaak Bábel. Era judío, bajito y muy inteligente, y nació en 1894 en el guetto de Odesa. En 1905, en uno de tantos progroms, mataron a su abuelo. Él y el resto de su familia se salvaron porque fueron acogidos, escondidos y protegidos por una caritativa familia cristiana.
Isaak era extraordinariamente inteligente. Tanto que logró entrar en la reducidísima cuota judía para estudiar el bachillerato superior en el instituto. Pero al final se coló con sobornos otro chico y él se quedó fuera.
No se desanimó. En un año, en su casa, se sacó los dos cursos. Estaba listo para entrar en la Universidad de Odesa, pero tampoco le admitieron, por judío. En el Instituto de Comercio de Kiev sí le aceptaron.
Se graduó, y se fue a vivir a San Petersburgo. Como judío tampoco podía ni trasladarse ni establecerse libremente donde quisiera, sino que debía dar parte de todos sus movimientos a las autoridades zaristas, y, suponiendo que le autorizaran a vivir en San Petersburgo, debería hacerlo en el guetto.
Isaak Bábel
Harto de esas condiciones de vida y de esas injusticias, dejó de ser judío. Se puso un nombre falso y ya está. Asunto solucionado de una vez por todas. (Bueno; no del todo: Se vio obligado a vivir escondido en un sótano realquilado; un cuchitril en el que vivía un camarero alcoholizado al que le pagaba un alquiler excesivo).
Bábel escribía frenéticamente, pero ninguna revista le publicaba nada. Entonces conoció al gran Gorki, que literalmente le salvó la vida. Le ayudó muchísimo y consiguió que publicara algunos cuentos, con los que empezó a darse a conocer.
Cansado de las injusticias del régimen zarista para con los judíos, y cansado de su miserable forma de vida, se entregó con pasión a la revolución bolchevique, que le prometía dignidad y libertad.
Y no sólo se unió a los revolucionarios comunistas, sino que se pasó de rosca y se alistó en los cosacos. (Ocultando siempre su condición de judío: Los cosacos odiaban a los judíos).
Tenemos, pues, a un judío, bajito, gafotas e intelectual alistado en los cosacos. (Si a mí me fichara este verano el Real Madrid para que fuera el delantero centro de la próxima temporada no sería más raro).
(Vale: En realidad no fue un soldado en sentido estricto, sino un periodista corresponsal de guerra. Pero estaba adscrito íntimamente a la disciplina de los cosacos, con quienes vivía, y con quienes participaba en todas las actividades cotidianas).
Se incorporó al Primer Ejército de Caballería e invadió Polonia con ellos en 1920.
En el magnífico libro de relatos Caballería Roja cuenta sus aventuras y experiencias en esa guerra polaco-soviética.
Kasimir Malevich, Caballería Roja, 1928-1932
(Este cuadro se ha usado algunas veces -no sé por qué sólo algunas-
para la portada del libro Caballería Roja, de Isaak Bábel)
para la portada del libro Caballería Roja, de Isaak Bábel)
En uno de esos relatos Bábel cuenta cómo las rudimentarias ametralladoras de los cosacos derriban un avión polaco, y los rusos rojos toman prisionero a su piloto.
El piloto era un aventurero estadounidense, culo de mal asiento. Esa guerra se veía -desde el lado polaco- como una guerra contra los bolcheviques, y muchos jóvenes de países diversos se alistaron a ella en el bando polaco, para luchar contra el comunismo (y para ver mundo y divertirse).
Por supuesto, el piloto capturado se había alistado con nombre falso.
Bábel actúa como intérprete.
Bábel actúa como intérprete.
Bábel y el piloto: Dos intrusos con nombre falso, ocultos y camuflados en los bandos a los que querían pertenecer, pero en el fondo ajenos a esos bandos, marginados y solitarios. Dos hombres solos en el mundo, que se miran frente a frente y de alguna forma extraña se reconocen.
Los cosacos están a punto de matarlo allí mismo, pero, por lo que les cuenta Bábel, parece que el piloto puede tener cierto interés y tal vez merezca la pena que lo interroguen. Lo retienen pues. El prisionero se les escapa. Lo vuelven a capturar. Finalmente es condenado a trabajos forzados en el tendido del ferrocarril, pero a los nueve meses consigue escapar definitivamente, atraviesa descalzo la infinita tierra helada, escondido como polizón en trenes de carga, y finalmente alcanza la frontera de Letonia.
Dejemos aquí al piloto huido y sigamos a Bábel.
Isaak Bábel tiene por fin la esperada y merecida fama. Goza de un lugar de honor entre los escritores soviéticos, y también es traducido a muchos idiomas y conocido en todo el mundo.
Bábel se entrega al ideal soviético, pero su estilo crudo y realista (y verdadero) no gustan a las autoridades, que pretenden que la literatura soviética sea romántica y edulcorada (y mentirosa).
Tenemos la misma historia que ya conocíamos en arquitectos: El artista que cree con entusiasmo en la revolución enfrentado a políticos y burócratas a quienes su obra no sólo no les gusta, sino que la consideran opuesta e incluso enemiga del ideal revolucionario.
A partir de ahí, el consabido y horrible episodio: El círculo de Stalin sospecha (sin el menor fundamento) del escritor: espía, traidor, criminal... Le detienen el 10 de abril de 1939, le torturan, le interrogan, le torturan, le interrogan, le torturan... y le fusilan el 15 de mayo.
Un artista oprimido por el régimen zarista, que vio en los bolcheviques su salvación y la de su país. Ya conocemos esa historia. (Bábel muere con cuarenta y cinco años, sin haber conocido nunca un mundo en el que poder vivir en paz).
(En 1954 el gobierno de la URSS reconoció que Bábel no había cometido ningún crimen ni ningún acto punible, ni había espiado ni nada, sino que siempre había amado sinceramente la revolución bolchevique. Rehabilitaron su memoria y sus obras pudieron volver a leerse).
Habíamos dejado al aviador huido.
Su verdadero nombre era Merian C. Cooper, y, como hemos dicho, era un hombre muy inquieto.
Merian C. Cooper
Ya en la Primera Guerra Mundial había sido derribado y capturado, y había estado en un campo de prisioneros. Pero ahora sí consiguió escapar. Y fue condecorado.
Terminada la guerra se embarcó en la aventura de filmar documentales. Primero en Turquía, y después en Tailandia.
En una ocasión estaba filmando a unos gorilas y un ejemplar enorme se le encaró. Merian vio que tenía la huida entorpecida, y por un instante pensó que el gorila le iba a atrapar. Afortunadamente tuvo muchísima suerte (una vez más) y la cosa quedó en el susto.
Bueno. No exactamente. No quedó sólo ahí. Ni mucho menos. Merian estuvo unos días agitado, asustado, durmiendo mal. La impresión fue fortísima y le duró mucho tiempo. Soñaba a veces que el gorila lo mataba; pero en otras ocasiones lo secuestraba y se lo llevaba a su guarida.
La historia tomaba forma. Menuda película se le estaba ocurriendo: Hacía falta un gorila muchísimo más grande y que el raptado no fuera un hombre, sino una mujer joven y guapa. El mito de la Bella y la Bestia. Sí: Menudo peliculón.
Cartel de la película King Kong, 1933
En Hollywood desarrolló la historia con el gran escritor Edgar Wallace y con James Ashmore Creelman y Ruth Rose, y la dirigió con Ernest B. Schoeldsack, en 1933.
(James Ashmore Creelman, uno de los guionistas, se suicidó en 1941 en Nueva York, arrojándose desde lo alto de un rascacielos. Esto no viene a cuento, pero ahí lo dejo).
Como no podía ser de otra manera, Merian tuvo un affaire con la actriz protagonista, Fay Wray. (Al fin y al cabo, era "su alter ego", la chica que es raptada por el gorila, como estuvo a punto de serlo él).
Y, como tampoco podía ser de otra manera, uno de los pilotos que acosa a King Kong en la cima del Empire State era él. (Loor al cine de esa época, a esos trucos que no sabían ni cómo hacer, a esa aventura disparatada y a esa fuerza vital. Qué maravilla).
King Kong, 1933. Fotograma de la película.
Qué cosas pasan. Qué casualidad es la vida. Qué tierna historia de fracaso y de muerte. Me queda mal sabor de boca. Siento una enorme ternura por Isaak Bábel y por King Kong.
Alguien debería contar esta historia. Ya; ya sé que se ha contado varias veces. Pero yo digo por extenso y muy bien documentada.
La historia de Isaak Kong.
(Si te ha gustado esta historia clica en el botón g+1 que está aquí debajo. Muchas gracias).
Nota.- El 30 de julio he corregido algunos errores (no demasiados) después de leer este magnífico artículo de Juan Forn.
Nota.- El 30 de julio he corregido algunos errores (no demasiados) después de leer este magnífico artículo de Juan Forn.
Os agradezco mucho vuestra paciencia y vuestra consideración.
ResponderEliminarLos arquitectos somos, en general, unos frikis de la arquitectura. Parece como si ocupara todo nuestro ser y no supiéramos hablar de otra cosa.
Sin embargo, algunos (muchos) me decís que entráis asiduamente a este blog para leer sobre arquitectura, pero cuando el tema va por otros derroteros también os gusta.
Celebro que en estos tiempos de superespecialización os resulte agradable este blog sin línea editorial, sin temática clara y sin criterio.
Muchísimas gracias.
Conocía la historia (desgraciada, como la de muchos otros en la URSS de Stalin) de Isaak Bábel pero nunca la había escuchado, sí escuchado de esta forma tan entrañable. Gracias José Ramón. alberto lerner
ResponderEliminarGracias por "escuchar", Alberto.
EliminarMe da alegría leer tus palabras.
Yo conocía vagamente a Isaak Bábel, pero me documenté un poco más hace un par de años, cuando me disponía a leer "Caballería Roja". Lo que me pareció curiosísimo es que ese aviador prisionero acabara haciendo la película King Kong.
Me parece todo muy loco y muy casual. Muy como es la vida.