miércoles, 2 de octubre de 2013

Piezas sobrantes

(A Nuki Nuk, que tiene el corazón limpio,
y que, desde luego, no sobra).

Con todo lo que nos está pasando en estos años parece que se está imponiendo el designio de "búscate la vida", que es, dicho así, una de las cosas más bordes, desagradables y egoístas que se pueden decir.
Pero parece que ya todos lo asumimos y lo aceptamos y a nadie nos sorprende que nos lo digan.
Vale, busquémonos la vida: Quien tenga talento que se reinvente. Quien tenga suerte que triunfe. Quien tenga picardía que se aproveche. Quien tenga fuerza que apriete.
Y quien no tenga nada de eso, que se joda. O que se muera.
Estupendo. Después de unos veinte milenios de historia hemos redescubierto la ley de la selva. Qué maravilla. Qué gran avance de la civilización y de la humanidad. Qué extraordinario logro.
El gran filósofo Marx dijo: "La Humanidad, partiendo de la nada y con su solo esfuerzo, ha alcanzado las más altas cotas de miseria". Pues eso. Así estamos. Vaya historia ejemplar.

Búscate la vida.

Vale. ¿Y qué pasa con los perdedores? Los perdedores manchan. Últimamente lo leo y escucho más en inglés: losers. Parece que queda más humillante aún.
Los perdedores son piezas sobrantes, desechos, bazofia.

Así, esta sociedad humana que una vez soñó con que los "triunfadores" apartaran una parte de sus ganancias, de sus logros, de sus conquistas, para que los "perdedores" la pudieran disfrutar también (al menos parcialmente), y que imaginó una humanidad solidaria, ha quebrado. Ahora vivimos en un sálvese quien pueda y en un maricón el último que parece que se han adueñado de nuestro horizonte para siempre.
Ya no es que no encuentres trabajo ni consigas los medios para sobrevivir. Es que pierdes (te hacen perder) tu propia estima, el respeto por ti mismo, el amor propio. Eres un loooooooser. (Pronúnciese ahora haciendo esa oooooo como cuando los concursantes de la tele pierden el premio: Ooooooooh).

Además de esta sensación extraña hacia los perdedores en general, hacia todos nosotros en definitiva, con motivo de mi anterior entrada he recibido bastantes comentarios, tanto en este blog como en facebook y en twitter, de muchos compañeros derrotados, de perdedores, de aplazados, de outsiders.

Para todos ellos, para todos vosotros, para todos nosotros, os hablaré hoy de dos personajes especiales. Es cierto que hago trampa, una trampa muy gorda. Porque os voy a presentar a dos "piezas sobrantes" a las que se les da una higa de todo esto, a dos personas a las que les da igual el triunfo o la derrota, el éxito o el fracaso.


(Intentaré hablar de su obra sin sensiblería. No la merecen. No se merecen ese desprecio servil y vergonzante de hablar de ellos mariposeando melifluamente. Son buenos. Son extraordinariamente buenos, que es lo que nos importa).
El primero de ellos es Petit Pierre.


Petit Pierre lo tiene todo: Una gran fealdad, unas taras físicas importantes, una severa carencia intelectual... Pero una enorme intuición mecánica, una capacidad de trabajo insólita, una inteligencia artística muy especial y, sobre todo, una obsesión.
Quien tiene una obsesión es invencible. Porque aunque le maten, su obsesión le volverá a levantar. Una obsesión puede hacer un monstruo o un santo, o ambas cosas.
Petit Pierre, apartado de la sociedad, pieza sobrante, ser impresentable, fracaso absoluto de la naturaleza, de la ley de la selva y de la selección natural, excrecencia de la sociedad y de la humanidad, construyó una máquina poética, ingenua, complejísima, absurda, estúpida y bellísima.
Alucinad:


Impresionante artefacto, ¿verdad? Una delicia.
Tiene algo que asusta: la obsesión que dije antes. El trabajo introspectivo y alucinado, el afán, la manía, la entrega absoluta y febril a un proyecto, a una obra completamente absurda que nos fascina.
El ensimismamiento. En-sí-mismo. En sí, para sí, que finalmente se abre en para-los-demás. Y los demás lo vemos con el cierto pudor de quien se ha colado en la intimidad ajena y ha sido testigo de la locura de una obsesión ensimismada, la fiebre de una misión sagrada.
(Curiosamente, yo veo esta obra como ensimismamiento y, en ese sentido, como venganza, como rechazo a la sociedad. "¿Me rechazáis? Pues os rechazo yo a vosotros. Paso de vosotros. Que os den". Pero mi amiga virtual Nuki Nuk comenta que este era "un hombre que miraba el mundo con cariño". Podría ser. Yo veo un hombre herido que se refugia en su obra, mientras que ella ve a un hombre que hace esa obra por amor a los demás. Para mí es un en-si-mismado, y para ella un en-ajenado. No sé qué pensar. No puedo hablar en términos de bondad ni de amor. No soy capaz. Puedo hablar en términos de obsesión, incluso de deber. No doy para más).

Otra artista sobrante, otra excrecencia de la humanidad, también obsesionada y ensimismada, es Judith Scott.


Judith fue una "escultora" estadounidense con síndrome de Down. Tuvo una vida muy dura, de la que no quiero hablar. Es otro resto humano, otro error, otra "basura".
La he llamado "escultora" así, entre comillas, porque no sé si lo es. Es una tejedora, una urdidora de trebejos de hilo. Algunos la llaman la mujer araña. Ha hecho una obra consistente, coherente, compleja, anudando y amazacotando lanas de colores, tejiendo telarañas absurdas y llenas de evocaciones.
Hay varias películas sobre ella. Yo la conocí en la que se titula ¿Qué tienes debajo del sombrero?, de la que os pongo una pequeña cuña, pero os recomiendo que la busquéis y la veáis entera.


Seres obsesionados. Derrotados que "triunfan". No me refiero a la tonta y maniquea falacia de que esos seres marginales acaban triunfando y siendo felices. (Musiquita de violines y "el bien siempre triunfa"). No. Ni siquiera saben que han triunfado, ni les importa. (Bueno, a Judith parece que sí le importó finalmente). En realidad ni siquiera, por supuesto, han triunfado. Lo único que les importa es su obra, su obsesión, su ensimismamiento. Una especie de misión que no se puede soslayar. Una obligación.
Su llamémosle triunfo no consiste en ganar dinero, ni reconocimiento, ni nada. Su llamémosle triunfo es poder realizar su obra.
Os he querido hablar hoy de estos dos artistas porque ya digo que después del anterior post he leido muchos testimonios de fracaso y muy malos rollos. Y, sobre todo, percibo una cierta incapacidad de actuar, un bloqueo, una pérdida de motivación y de interés.
Y eso sí que no. Eso no nos lo pueden quitar. Quien se deje quitar eso es que nunca lo ha tenido ni lo merece tener. La obsesión, el afán, el ansia.

A lo mejor podríamos aprender algo. Al menos a valorar las obras "marginales", los planteamientos "otros", el trabajar contra corriente sin fijarse siquiera en cuál es la corriente. Tan sólo trabajar como uno sabe, como uno necesita. Nada más. No hay triunfo ni fracaso. Sólo hay un trabajo pendiente. Ni siquiera hay que esperar que nos lo encarguen. Hay que hacerlo.
Lo demás son chorradas.
Lo demás son triunfadores y fracasados, gente que gusta y que no gusta, que gana más o menos dinero y va a sitios, gente que ha hecho un máster en Harward o en donde sea, gente que dice "posicionar", "implementar" y "a nivel de", gente que se peina y se afeita muy bien, y se perfuma, gente que camina con gran seguridad hacia la meta.
¿Qué meta?


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9 comentarios:

  1. Precioso post que invita (y al que no le invite, que se preocupe) a reflexionar sobre las actitudes que cada uno tenemos ante la vida.

    Comparto contigo que ya está bien de quejarse y de contar las penurias que se pasan que, como digo, hay que aprender a mirar el mundo con otros ojos...

    Te devolveré la dedicatoria al hilo de este sugerente post.

    Un fuerte abrazo!

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  2. Son las moradas interiores, no son las piezas que sobran son las que faltan; solo se ven con el cráneo vacío, aparecen como los magos en el momento justo y viven en los cristales del agua. Son los átomos grandes de los tornillos de Frankenstein.
    Sigue buscando piezas MacGyver, gracias por tus artefactos.
    ManosSaltarinas. 53.

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  3. Dado que el coeficiente de correlación entre los niveles actuales de acceso al conocimiento y los niveles actuales de cotas de miseria humana alcanzados es prácticamente 1, digo yo que deberíamos de revisar a qué estamos accediendo, cómo y por qué.

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  4. Creo que al fin y al cabo se trata de la eterna confusión entre valor y precio. Estos dos seres (como tantos otros) tienen un precio de mercado más bien bajo, nulo casi. Sin embargo su valor es infinito porque ambos son seres humanos, personas, y su valor es tal alto que ni siquiera puede ser cuantificado (¿cuántos euros, dólares o libras vale un ser humano?).

    Pase lo que pase y sean cuales sean las circunstancias por las que una persona está pasando en un momento determinado de su vida, es poseedor de una dignidad que no depende de nada más que del hecho de que es persona, y ese hecho es inmutable.

    No conviene olvidarlo cuando vemos a seres de tan poco precio como estos dos, ni cuando nos levantamos por la mañana y nos sentimos peor que ellos. Nuestro valor es infinito porque cotiza en el mercado del amor, porque queremos y somos queridos, y eso nos hace únicos y muy valiosos.
    Eso, José Ramón, debe ser suficiente motivo para vencer al pesimismo (durante un ratito al menos, :-) ).

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  5. Recuerdo un día cuando me dijiste que este blog era específico de arquitectura, y efectivamente así es, pero no sólo. Me ha sorprendido favorablemente, porque también es muy humano y me ha gustado mucho esta entrada. En cuanto pueda veré la película.

    Ánimo José Ramón, aunque no quede claro la senda que debes tomar. Recuerda: 'se hace camino al andar'. Te lo dice alguien que sigue buscando el suyo, tras haberse perdido tomado algunos atajos. Siempre se sale adelante, nunca debes olvidarlo.

    Un abrazo.

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  6. Yo creo que no existen los perdedores ni los ganadores. Uno no se tiene que dejar condicionar por el exitismo y el materialismo de los demás. La vida tiene muchas vueltas y Dios sabe que hay que estar tranquilo con uno mismo si hizo las cosas bien y puede dormir tranquilo. ¿O no?

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  7. Muy buena entrada, muy buen blog. No hay fracasos sino gente que vive distinto...

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  8. Pues eso. Lo del éxito o fracaso lo tiene que decir uno mismo, y sólo él. Si acaso, contar con la pareja (si hay) o familiares/amigos cercanos. Y éstos deben saber qué desea la persona en cuestión, para apoyarla en lo posible. Que no te diga cuánto vale un anillo un panadero. Mejor que te lo diga un joyero. Y el mejor joyero es uno mismo, y sus iguales.

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  9. Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y por vuestra amabilidad conmigo y con este blog.
    En cuanto a que el éxito y el fracaso son relativos y subjetivos, me viene a la mente un ejemplo futbolístico: Cristiano Ronaldo que decía el año pasado que se sentía triste y apagado, poco "realizado" futbolísticamente, y un amigo de mi hijo, que salió pletórico el otro día porque había tirado estupendamente bien un penalty en un entrenamiento, y había metido gol (repito: en un entrenamiento), y decía, riéndose él mismo: "Ya tengo algo que contar a mis hijos".

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