Estaba yo ya bastante avergonzado de ser el único arquitecto bloguero de habla hispana que aún no había escrito en su blog una entrada sobre... La película esa... La del vecino de la ventana... Sí, hombre, la de Le Corbusier.
Por fin ayer fui a verla. Tenía muchas ganas. Había leído buenas críticas y, lo que es más importante, me habían hablado bien de ella. Entre mis amigos había tan sólo algunas discrepancias sobre el final, que ni me contaron ni contaré yo aquí. Sólo que unos decían que era excelente y otros que era decepcionante.
(Nunca cuento el final de las películas, así que podéis leer este texto con tranquilidad. Nunca las destripo, pero en este caso ni siquiera voy a contar directamente de qué va).
Pensaba ir a verla aunque fuera mala. Soy arquitecto. Somos así: Vemos Blade Runner aunque sea un pelín peñazo, sólo porque sale una de las casas californianas de Wright, de esas de bloques de hormigón. O, lo diré de una forma más suave, a los arquitectos nos gusta Blade Runner más que a nadie, y eso que gusta mucho a casi todos.
Lo que decía: Pensaba ver la casa Currutchet (1949), la famosa única casa de Le Corbusier en América, aunque sólo fuera para asistir al simulacro de que en ese tipo de casas pudiera vivir gente. (En las fotos de los libros nunca hay nadie en ninguna casa).
La película me ha parecido muy buena. No ha satisfecho mi primer objetivo, porque no vive gente: vive un diseñador.
Quiero decir que no vive gente "normal", sino acólitos ya previamente entregados a la causa.
El diseñador, su mujer y su hija, los engreídos habitantes y (sobre todo) dueños de la casa, son jartibles... pero jartibles, jartibles. No se aguantan ni ellos mismos.
Desgraciadamente, es muy creíble que los habitantes de las grandes obras arquitectónicas puedan ser así. Eso dice muy poco de la función y del destino de la arquitectura y mucho de la papanatería de la gente pija.
En la casa de al lado vive un hombre muy... No digo más. Y se crea la tensión dramática. Y la casa funciona estupendamente como espacio en el que hay pasiones. La casa vive, como un elemento fundamental en esa tensión. Eso me ha gustado mucho.
También me ha llamado mucho la atención la personalidad del vecino, del "hombre de al lado". Entre este y el diseñador (y la casa) se crea una tensión muy buena. Esta película podría leerse como equidistante entre La Extraña Pareja y Alien.
Muestra muchas interesantes cuestiones y no quiero hablar de ellas.
Sólo se me ocurre recomendar que la veáis y enumerar algunas observaciones sueltas y deslavazadas (como siempre):
a).- En la habitación de la hija hay una cama con un edredón rosa oscuro, una guitarra de color rosa oscuro, una Barbie con un vestido rosa oscuro, algún que otro mueble o complemento rosa oscuro... y un póster con la famosa imagen del Che, en rosa algo más clarito. Pienso en cómo la sociedad capitalista absorbe todo lo que le echen, y también en cómo resulta esa decoración repollona en un "sagrado" espacio de Le Corbusier.
b).- En una delirante escena, el dueño y un amigo escuchan "música" de ruidos, en la que un ruido intruso se integra sin que al principio se den ni cuenta. (No solo eso, sino que el amigo incluso alaba ese sonido ajeno). La obvia tontuna de estos dos, apreciando como bobos un supuesto arte estúpido, ¿tiene algo que ver con que sean amantes de Le Corbusier? O, dicho de otra manera: ¿Puede vivir la gente sana en estas casas? ¿Para vivir en un LC hay que ser especialmente bobo?
c).- El dueño de la casa es un diseñador. Ha diseñado un exitosísimo sillón esférico. En la casa hay muchas piezas actuales (el sillón esférico, sillas incoloras de metacrilato, etc). También hay algunos cuadros y estanterías discutibles. Pero en los lugares estratégicos, en los sitios realmente importantes, está la famosa chaise longue LC4 de Le Corbusier (con Charlotte Perrieand y Piere Jeanneret). Me pregunto si una casa "de firma" tiene que ser un templo inviolable o si se puede "tunear" a gusto de sus habitantes, como las demás casas.
d).- Hay gente que se aproxima a la casa, que la fotografía, que pretende visitarla, que incomoda a sus habitantes. Debe de ser insufrible vivir en una de esas casas. (Me recuerdo avergonzado a mí mismo, fotografiando una casa famosa y entrando en ella sin darme ni cuenta, transido de emoción, haciendo fotos sin parar, hasta que salió el dueño muy enfadado, con toda la razón).
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