Esta mañana he escuchado en RNE1 al arquitecto sevillano Santiago Cirugeda.
Había visto obras suyas y leído sobre él, pero nunca le había escuchado. Me ha gustado su tono franco y su campechanía. Me ha gustado que en una hora tan tiesa, dedicada casi en exclusiva a los políticos, viniera hoy un joven al que se le escapaban los tacos.
En esta España percudida y sacudida por el capitalismo más corrupto, podrida de deudas y de choriceo, las propuestas provocativas y desafiantes de este arquitecto me oxigenan. Me hacen pensar, reconsiderar cosas que parecen sagradas e inamovibles y que, si lo miras durante tres segundos, no tienen razón de ser.
Santiago Cirugeda es un arquitecto al borde de la ley, un Robin Hood, un Spiderman, un Coyote... Alguien que aparece a trasmano de la autoridad competente, actúa de una forma muy marginal y se va.
Se ha hecho famoso ocupando azoteas y construyendo en ellas más de lo que la ordenanza permite, volando más allá de las alineaciones oficiales, actuando en edificios públicos sin permiso, ocupando solares, etc.
Es un experto en las construcciones ilegales, sin licencia, y en incendiar después los medios de comunicación y los vecindarios para montar el pollo. Y a ver quién es el guapo que lo tira.
También tiene propuestas muy atractivas con materiales reciclados, basuras, contenedores, etc, que reutiliza para hacer arquitectura barata y ecológica. Me gusta mucho su imaginación de lo pobre, su instinto de buscavidas, de "rata callejera", su arquitectura para un mundo en crisis.
Pone a parir el sistema hipotecario, el capital, los "arquitectos guays", etc, y tiene mucha labia y mucha razón.
Pero hay algunas cosas que me chirrían.
Lo primero es que, aunque sea en un estilo totalmente distinto a otros, éste también está encantado de haberse conocido.
Él es la justicia, la verdad, la honradez.
Habla de sus clientes (colectivos, cooperativas, movimientos vecinales, gente marginal, parados, etc) como de seres necesitados, y de la arquitectura como de una forma de encontrar una solución a esas necesidades de la gente. Perfecto. Esa es también mi idea de la arquitectura. Pero acto seguido habla de que queda con sus clientes en los bares, tomando cervezas, y los valora y analiza, para ver si la "vivienda pirata" que quieren hacer en la azotea de un edificio es necesidad o especulación. Él juzga si el compañero de cervezas va a cometer una infracción urbanística por vicio o por necesidad. Si es por vicio no le ayuda; naturalmente.
Bueno: Era la táctica del Equipo A. Y la del Coyote, y la de cualquier superhéroe que se precie.
No sé. Hay algo que no me gusta. La normativa urbanística es la que es, y está llena de absurdos y de idioteces, como todas las normativas. Pero, como todas, es susceptible de ser modificada, y hay que luchar cada día por modificarla para que cada vez sea mejor y más justa.
Si en vez de modificar la norma nos dedicamos a juzgar quién merece saltársela y quien no, nos arrogaremos los papeles de legislador y de juez sin que nadie nos los haya dado.
-Tú sí puedes. Tú no.
Saltarse la normativa tiene su gracia, y el desafío permanente al poder también. Y, además, como los representantes del poder no suelen tener ningún criterio ni nada que decir, después de intentar anularte te acaban abrazando delante de la prensa, y te invitan como ponente a unas jornadas sobre la vivienda. La demagogia tiene mucha fuerza.
Y tú, Santiago, desde el púlpito de la autoconstrucción, de la arquitectura social y de la revolución, nos dices a los aburguesados y a los grasientos que tus clientes, los de la cerveza en el bar, sí tienen derecho a saltarse las normas, y los nuestros no.
Ole. Qué talento más grande.
(PD.- Él mismo ha hablado hoy del respeto a la ley, y del esfuerzo de gestión para sacar adelante sus propuestas. Pero también ha dicho que si alguna vez hay que hacer cosas sin la preceptiva licencia, las hace, porque el bien está por encima de la legislación).
Brillante y acertado como siempre.
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