Sigo dándole vueltas a la funcionalidad inmediata y a su corolario, el chabolismo, y llevo unos días queriendo hacer una entrada sobre la cabaña de Le Corbusier, que tan sabiamente mencionó Pablo el otro día. Pero, no sé por qué, al final acabo hablando de otra "cabaña". (Quizá otro día hablemos de la del Corbu).
Se trata de un pabellón de invitados, una casita, un estuche, un joyero exquisito, que proyectó y construyó el arquitecto danés Wilhelm Wohlert en 1957 en la isla Seeland.
Es, a mi juicio, un ejemplo de elegancia casi insoportable, algo por lo que sufrir el Síndrome de Stendhal con más motivo que por aquellas antiguallas florentinas.
Una cabaña de madera, de cinco habitaciones pequeñas y austeras.
Este pabellón de invitados está en un bosque, separado de la casa de los anfitriones. Demuestra que éstos aman a sus amigos y los alojan como joyas: en un joyero. (Pero también que los colocan alejados de su casa para que no molesten). Es decir: Son los anfitriones perfectos. A esa casa puedes ir sin vergüenza ni timidez. Sabes que siempre serás bien acogido porque no molestas.
En invierno la casa no se utiliza, y el pabellón de invitados se cierra. Literalmente. Como un cofre.
En verano, que es cuando se usa, los paneles de cerramiento se abren y sirven de viseras y de paneles separadores entre las terrazas, de modo que los invitados, a pesar de estar tan juntos y en un espacio tan pequeño, mantienen bastante intimidad.
Mirad cómo quedan independizadas las terrazas:
Los tableros son oscuros por fuera y blancos por dentro. La caja cerrada es oscura, neutra, opaca, maciza. Abierta es clara, luminosa, incorpórea. Las viseras evitan el soleamiento directo en verano, pero dan mucha claridad con la luz reflejada. Las carpinterías se pueden abatir completamente hasta dejar cada habitación completamente abierta a la terraza.
Es un mecanismo aparentemente simple, pero en realidad es complejo. Creo que es de un funcionalismo total, y se salva de la chabolización de la inmediatez porque en realidad es una solución muy retorcida, muy elaborada. Creo que la elegancia puede ser eso: hacer que lo difícil parezca fácil, o que lo muy pensado parezca espontáneo y sencillo.
La verdad es que la cabaña es un mecanismo de relojería.
Estas ilustraciones están tomadas de un libro magnífico:
FABER, Tobias
Neue dänische Architektur
1968, Verlag Gerd Hatje, Stuttgart.
(trad. cast. de C. Spieler, Nueva arquitectura danesa, 1969, Gustavo Gili, Barcelona, 220 pp.)
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