Tengo una imagen muy viva de mi tía Pepa asomada a ese balcón (el que está marcado con una elipse roja).
Llevaba un jersey de color azul eléctrico, que he evocado tantísimas veces en mi vida que me vuelve a parecer que lo estoy viendo, y nos hacía señas, muy contenta.
He dicho que la imagen es muy viva, y también que llevo toda la vida rememorándola, pero no por eso ha de ser cierta. La memoria es una traicionera. No obstante, lo voy a contar como creo que lo recuerdo.
Mis padres acababan de comprar ese piso en Madrid. Yo tenía tres años (siempre he pensado que ese día que vi a mi tía Pepa en el balcón yo tenía tres años, pero vete a saber). Por lo tanto era (o debía de ser) el año 1963.
Veníamos de la Estación de Radio de Pozuelo del Rey, en cuyo poblado para empleados habíamos estado viviendo unos años. (Según me contó muchas veces mi madre, yo había dicho allí mi primera frase(1) y también, por lo visto, me daban unos enormes zumos de tomate en un vaso de cristal con lunares rojos. Y ya está. No puedo decir más de mi paso por la estación de radio).
Yo iba con mi abuelo Vicente, pasajeros en la cabina del camión de la mudanza, y cuando enfilamos la calle (que entonces era de dos sentidos) vimos a mi tía y nos pusimos muy contentos, seguramente porque nos sirvió de indicación de cuál era la casa, que no conocíamos.