En la antepenúltima entrada de este blog escribí sobre el dudoso valor de la arquitectura a raíz de que un amigo mío no encontrara demasiado consuelo espiritual en una magnífica iglesia.
El episodio quedó abierto: "¿Para qué sirve la arquitectura?"
Anuncié que continuaría y matizaría lo que allí dije, pero primero se me cruzó Peter Ensaimad y después el incendio de Notre-Dame, así que -de nuevo- me fui por los cerros de Úbeda. Continúo ahora lo que dejé pendiente, ya que estoy recibiendo un auténtico clamor de voces (es que ni una, tú) para que lo remate.
Lo primero (y tal vez lo único) que puedo decir al respecto es que no se le pueden pedir peras al olmo. No se le puede exigir a la arquitectura que resuelva los problemas de sus usuarios y que llegue más allá de donde puede llegar.
Por ejemplo, la casa Robie, del arquitecto Frank Lloyd Wright, siendo una de las mejores viviendas de la historia de la arquitectura, no pudo evitar que sus encargantes solo vivieran en ella poco más de un año, mientras atravesaban todo tipo de problemas económicos, personales y matrimoniales.
La arquitectura no pudo hacer nada para paliar esos problemas, ni siquiera para brindar algún apoyo o algún consuelo. ¿Para qué sirve entonces la arquitectura?
Los arquitectos queremos creer que la arquitectura sirve para vivir mejor, para trabajar mejor, para rezar mejor... Pero no es así.
Entonces, ¿para qué sirve la arquitectura?
Hace dos años y medio me operaron del colon, y, como podéis comprender, di y sigo dando muchísimo más valor a que el equipo médico fuera muy eficaz y competente que a que el hospital fuera arquitectónicamente interesante(1). ¿Para qué sirve la arquitectura?
Sí, vale. Ya sé: No se puede dar a elegir entre buen equipo médico con mala arquitectura y buena arquitectura con mal equipo médico. Es una falacia de primero de goebbelismo. Pero sí me atrevería a deciros (no me peguéis), que entre dos hospitales igualmente válidos y eficaces en los aspectos médicos, administrativos y de gestión, pero uno arquitectónicamente bueno y otro malo, la gente no distingue. Les da igual mientras les traten bien.
¿Para qué sirve la arquitectura?
Sí, vale. Ya sé: No se puede dar a elegir entre buen equipo médico con mala arquitectura y buena arquitectura con mal equipo médico. Es una falacia de primero de goebbelismo. Pero sí me atrevería a deciros (no me peguéis), que entre dos hospitales igualmente válidos y eficaces en los aspectos médicos, administrativos y de gestión, pero uno arquitectónicamente bueno y otro malo, la gente no distingue. Les da igual mientras les traten bien.
¿Para qué sirve la arquitectura?
Conozco de cerca y desde hace tiempo una residencia de ancianos provista de propíleos toscanos y de otras cuantas delicatessen arquitectónicas, y por otra parte hace poco he descubierto una de las más hermosas de las que tengo noticia.
En esta imagen doble las vemos. La de arriba es un edificio de planta rectangular, compacto, que ocupa una manzana entera. Es un concepto de edificación de alta densidad y concentración. Su esquema me parece correcto dentro de los de ese tipo.
Arquitectónicamente lo peor, a mi juicio, son todos los detalles que tiene para intentar quedar bien, para ser solemne e importante; para ser bella. Creo que no merece un comentario pormenorizado. Solo mencionaré el pórtico toscano de piezas prefabricadas de hormigón blanco y que los paños de ladrillo visto estén salpicados por doquier de pequeños rectángulos chapados de mampostería irregular que le dan no sé si pintoresquismo o un falso caché. En mi opinión todo eso está de alguna forma en el acervo común y en el desiderátum de los residentes y de sus familias.
La residencia de abajo, situada en Aldeamayor de San Martín (Valladolid), del arquitecto Óscar Miguel Ares, es todo lo contrario: Una construcción de baja densidad que busca espacios de intimidad para cada residente. Arquitectónicamente no necesita órdenes clásicos ni piedra postiza porque es buena, porque es como debe ser y no viene a cuento falsear nada ni pedir aplauso ni ostentar una representatividad ni una dignidad impostadas.
Sin embargo, hace poco he visto en la residencia de arriba un gesto insignificante, cotidiano, que me ha hecho saltar las lágrimas de emoción. Seguro que en la de abajo hay gestos similares. Seguro que en ambas el personal es formidable. Y seguro que la diferente calidad arquitectónica no le interesa a casi nadie. (Creo que soy la única persona de la zona que ha hecho alguna vez alguna observación sobre la no "maravillosidad" arquitectónica de la de arriba, ante la consabida incomprensión de todos los presentes).
¿Para qué sirve la arquitectura?