A David García-Asenjo y a Chema,
que me han proporcionado las
imágenes que ilustran esta entrada.
Es una revista muy importante. Quienes tenemos una cierta edad hemos conocido ya varias etapas con varios equipos directores, siempre en un muy alto nivel. La revista es un referente no solo dentro de su ámbito colegial (la provincia de Madrid).
Pero, aparte de su clara vocación cultural, vanguardista, de debate, etc., es (o debería ser) una revista profesional. Y digo "profesional", si queréis, incluso en la acepción más cutre y rutinaria del término.
Porque no debemos perder de vista una cosa: La profesión de arquitecto (al menos en su forma clásica de profesional liberal) ha de ejercerse obligatoriamente bajo colegiación. El colegio de arquitectos es nuestro garante, nuestra fuerza, nuestra defensa, pero también es nuestro chulo.
Un buen chulo le defiende a uno, le ayuda a cobrar, le protege, pero uno malo te saca los cuartos y te deja tirado. Esto da para otra entrada. Hoy no toca.
A lo que quería ir es que el arquitecto debe colegiarse a la fuerza, y el colegiado madrileño con su cuota obligatoria está pagando también su suscripción a la revista Arquitectura. Esta revista trata al arquitecto como al artista de vanguardia que se supone que es y le estimula con propuestas superferolíticas. Eso está bien: Ser arquitecto es algo más que dedicarse a sobrevivir ejerciendo una profesión cada vez más evanescente y zurrada. Ser arquitecto es rozar el cielo (o algo así: yo ya no sé). Y la revista no va a dedicarse a cosas triviales como de revista de colegio profesional. Qué risa: como esas revistas de colegios anodinos de profesionales más anodinos aún que te hablan de cómo hacer la declaración de la renta, y de normativa, y te dan noticias técnicas, de materiales, etcétera.
No, no. La cojorrevista del cojocolegio madrileño te dice cosas como estas:
Clicad si tenéis lo que hay que tener y lo veréis más grande
El arquitecto madrileño que paga religiosamente sus cuotas y que está más que preocupado porque ya no sabe cuánto pedir por una ITE o por un CEE porque no se come una rosca recibe periódicamente en su casa este estupendismo obsceno.
Un diseño muy al desgaire, muy de cuidadoso descuido, muy avanzado. Es que somos arquitectos, coño. A ver si vamos a querer parecer yo qué sé: gente sensata y aburrida.
Vale: El diseño es incómodo. Está hecho para ser ilegible. No lo vamos a poner cómodo ni asequible, coño, que somos arquitectos.
Sí, el diseño es duro. Muy duro. Pero al fin y al cabo eso es solo la apariencia. Lo que importa es el contenido, el fondo. Lo que importa son las ideas. Así que tomad un botón de muestra:
Ah. Esto ya es otra cosa. ¿Lo habéis leído? Pues leedlo otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Y otra.
¿Ya os habéis empapado? Pues insistamos. Os lo transcribo. Leedlo otra vez:
Los diferentes estados de la energía no prejuician cualidades arquitectónicas, la construcción es deudora de un tipo, la creativa de otro. Un estado, una acción o una disposición son oportunidades de experimentación que determinan presencias o apariencias.
Yo confieso que lo he leído diecisiete veces, y aparte de errores léxicos, de concordancias y de puntuación (o a lo mejor precisamente por eso) no sé lo que pone.
A lo mejor es que no lo leo bien. Voy a probar otra vez.
LOS DIFERENTES ESTADOS DE LA ENERGÍA NO PREJUICIAN CUALIDADES ARQUITECTÓNICAS, LA CONSTRUCCIÓN ES DEUDORA DE UN TIPO, LA CREATIVA DE OTRO. UN ESTADO, UNA ACCIÓN O UNA DISPOSICIÓN SON OPORTUNIDADES DE EXPERIMENTACIÓN QUE DETERMINAN PRESENCIAS O APARIENCIAS.